Además de Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce, existen otros escritores peruanos vivos que merecen ser más leídos o conocidos en el mundo. O que al menos a mí me gustan, para ser más sinceros. No son muchos tampoco: uno de ellos es Luis Loayza.
Había escuchado hablar bastante de él, y recién hace unos cinco años pude disfrutarlo (en esa época sus libros eran mucho más difíciles de hallar). Felizmente luego se publicó su producción en dos tomos: uno de relatos y otro de ensayos. Producción breve, casi marginal. Loayza es de la mancha de MVLL y más o menos de la época de Ribeyro, pero incluso más caleta y tímido que él (aunque parezca imposible). Pero escribe como los dioses.
Su primera obra El avaro (1955) es, quizás, su mejor libro. Relatos muy cortos, casi ninguno pasa las dos carillas, prosa suelta un poco en la onda de Prosas Apátridas, pero más poéticas. Cada palabra cae precisa e irremplazable, como una piedra preciosa. Sus frases, relajan, desestresan, me es difícil elegir un texto, pero me quedo con uno que ni siquiera tiene un título al inicio pero que lo compensa con un excelente final en el que el protagonista se siente feliz de vivir sin estudiar ni trabajar concluyendo que está bien así pues "No habré perdido mis años contando monedas, inclinado sobre escrituras, escuchando palabras inútiles".
Su primera (y única) novela es Una piel de serpiente (1958). Creo que es la primera novela que relata toda la atmósfera limeña de los 50: Miraflores, el Centro, la bohemia universitaria y la vida durante el Ochenio de Odría. En eso sin duda se adelantó a Los geniecillos dominicales (1964) o Conversación en La Catedral (1969) y se lee definitivamente más rápido. Una novela breve, pero con elementos muy limeños: la melancolía, la cadencia lenta de las acciones y los diálogos (a pesar que suceden muchas cosas) la frustración de los personajes. El final es muy bueno, para mí mejor que el de las novelas mencionadas.
El sol de Lima (1974) es su primer libro de ensayos y demuestra la maestría de Loayza en el género. Básicamente, son ensayos sobre autores peruanos: Garcilaso, el Lunarejo, Ricardo Palma, etc. pero también discurre por algunas obras (como La casa verde o Crónica de San Gabriel) e incluso algunos tienen tema libre, como en los que habla de la presencia peruana en algunas obras de autores europeos: Stendhal, Proust, Henry James, entre otros. Regresaría a la narrativa breve con Otras tardes (1985) texto del que ya comentamos un poco aquí. A diferencia de El avaro, son cuentos más largos, de personajes entrañables, de silencios y ambiguedades.
Tiene otros dos libros de ensayos: Sobre el 900 (1990) y Libros extraños (2000). Con el primero cierra un poco la paleta, con el segundo la abre. Y es que Sobre el 900 analiza exclusivamente autores peruanos de esa generación como Ventura García Calderón, Abraham Valdelomar o Mariátegui dándoles un matiz interesante a una época y estilos que parecen tan alejados al actual, cuando es todo lo contrario. En Libros extraños, por el contrario, se pasea por varias épocas y estilos: Joyce, Las mil y una noches, Borges. Loayza era, desde muy joven, bastante abierto a todo tipo de literaturas: no en vano Vargas Llosa cuenta en El pez en el agua que gracias a su amigo Lucho descubrió al autor de El Aleph. Esta versatilidad también la plasma en su papel de traductor: pasó al español algunos libros de Thomas de Quincey como Confesiones de un fumador de opio y Suspiria de profundis (y dicen que el propio Borges, que adora a este autor inglés, tenía estas traducciones en su biblioteca personal).
Encontrar a un autor como Loayza es una gran suerte. Y es que encontrar un buen libro es encontrar esa persona en común, que piensa como nosotros, siente como nosotros y que pensábamos que no existía. Leyéndolos notamos lo poco originales que somos y como nuestras cavilaciones, que creíamos tan profundas y complejas, se pueden resumir en unas cuantas páginas y un par de metáforas olvidables.