Veo, tras las cristaleras de mi despacho, la enorme bandera de barras y estrellas en el mástil del Empire State; se ha enrollado con un golpe de viento formando como una especie de hamaca. Súbitamente, en esta hora tediosa y gris de la tarde, sin razón aparente que lo pueda justificar como el resto de lo que aquí les cuento, me encuentro cual crisálida, envuelto en esta enseña. Soy feliz en esa especie de duermevela levitante, sin temor alguno a esta altura considerable; En algún momento me doy la vuelta y salgo fuera de la tela viendo como uno tras otro pasan ante mis ojos los pisos a una velocidad de vértigo; yo envejezco a la misma velocidad mientras una voz interior me interroga :
-¿Qué es lo que mas te gusta?
-Leer- le digo sin titubear.
-Dime un autor, un libro, un personaje.
- Sallinger, El Guardián entre el centeno, Holden Caufield .
De repente estoy de bruces dentro de un ataúd abierto y acolchado de blanco al pié del rascacielos; la piel completamente arrugada, casi no tengo pelo. Aún boca abajo tengo la impresión de ser mecido ; oigo una nana que, por algún motivo, me hace llorar; unas manos de afiladas uñas me vuelven boca arriba. Ahora se que estoy dentro de un cochecito de bebe, justo delante de la fachada donde asesinaron a Lennon, el Dakota, donde dicen que algún diablo dejó su semilla. Desconozco quien va empujando el carrito.
Texto: Roman Martín Martín