
Rafa, un músico de una banda popular que participa en una procesión de Semana Santa en un pueblo conocido de Madrid, al terminar ésta, comenta con sus compañeros los incidentes habidos durante la misma. Así comienza un relato que escribí hace unos seis años y que podría servir de base para un guión de cine sobre el tema. Oscilaba el mismo entre la realidad y la ficción. Trataba de describir la exhibición de la Iglesia, que, en estas fechas, asfixia al ciudadano, imponiéndole su doctrina y sus ritos durante seis largos días. Una semana asfixiándole e invadiéndole en las principales calles de todos los pueblos y ciudades de nuestra geografía, irrumpiendo con toda su pompa y poder en el sueño de todos los vecinos, sean creyentes, agnósticos o ateos, y dominando e infligiendo duras penas. Y todo ello, con la participación de bandas de músicos que, ni comulgan al unísono con la exhibición eclesiástica, ni son especialmente creyentes… Muchos de sus componentes así lo han practicado durante decenios. Otros, prefieren asistir a otras procesiones de otros pueblos no porque sientan más devoción, sino porque les pagan diez veces más. Hechos que se repiten cada año en España, al llegar la Semana Santa. Acabada la procesión —contaba en mi relato—,Rafa se despide, pues aún tiene que recorrer cincuenta kilómetros para llegar a su casa. E intenta encontrar su coche, un Fiat grisáceo, matriculado en Madrid con un número que comienza por 2324 y termina por 5. Lo había estacionado en una plaza cuyo nombre, por mucho que lo intentaba, no logra recordar. Cansado de dar vueltas, tocando su trompeta por el pueblo abarrotado de gente semanasantera y ahora transportándola en silencio por las calles desiertas, busca su vehículo, aparcado en un lugar que no es que no quiera mencionar, como don Quijote de la Mancha, sino que es incapaz de recordar ¿En dónde diablos lo había dejado? Vestido con el uniforme de la Banda y con la trompeta en las manos, Rafa no deja de buscar el lugar exacto en donde lo aparcara, pero, por mucho que se afane en ello, no logra encontrarlo. Intenta hacer memoria, pero todo el pueblo parece haberse dormido de repente y no consigue hallar a nadie que le indique en dónde podría topar con él. Total, que ya no sabe si se lo han robado o ha perdido momentáneamente la memoria.De repente, ve acercarse a Manu y Juan, dos compañeros de la banda que aún no han tenido tiempo para regresar a su casa. Se trata de un tubista y de su hijo, un clarinetista, que ellos también se retiran con sus instrumentos a cuestas y tropiezan con él. Rafa se alegra de haberlos encontrado y les explica su desesperación. Ellos, que son del pueblo, le ayudarán a buscar su coche, aunque muy difícil lo tienen si no recuerda el número exacto de su matrícula ni del nombre de la calle. Así que los tres abren bien sus ojos y prosiguen su búsqueda con la ayuda de los tres pares de ojos y de orejas, mientras a Manu se le ocurre tatarear: “Mi carro me lo robaron”, de Manolo Escobar. Y prosiguen su búsqueda mientras que Manu canta cada vez más fuerte para que Rafa se entere de una puta vez: “Mi carro me lo robaron, estando de romería. Mi carro me lo robaron, anoche mientras dormía. ¿Dónde estará mi carro, dónde estará mi carro?”.

Rafa, Manu y Juan siguen deambulando sin rumbo fijo por las calles del pueblo, con los instrumentos a cuestas, mientras sus amigos cantan a pleno pulmón a Manolo Escobar y su carro robado. De pronto, Manu señala un piso en que viviera años antes. Juan, sigue a su padre y muestra la luna, brillante en el firmamento, rodeada de estrellas… Rafa está cada vez más nervioso. Lleva casi una hora buscando y así podría pasarse toda la noche, visitando las plazas y calles del pueblo, ahora desérticas —horas antes repletas de gente por la procesión en la que La Banda había participado—. ¿En donde diablos podría estar su carro que seguía sin aparecer? ¿Se lo habrían robado también a él? Tras perderse por las calles del pueblo, cada vez más atolondrado y perdido, balbucea que aún le quedan cincuenta kilómetros para llegar a su casa y que, por mucho que brille la luna, él sigue sin encontrarlo. Hasta que sus compañeros le invitan a acercarse a la casa en donde viven ahora y en donde podrán dejar sus instrumentos y sacarán su vehículo en el que podrán seguir buscando el suyo, perdido.Sumiso y desesperado, Rafa espera en la calle mientras Manu y su hijo, Juan, suben las escaleras para llegar a las puertas de su casa. Momento en que Manu se da cuenta que también ellos han perdido algo. No, su coche, como el de Rafa, peso sí las llaves de su casa en la que no pueden entrar sin llamar antes a la mujer, que duerme, como el resto del pueblo. Manu aprieta varias veces el timbre de la puerta, pero, medio estropeado, no acaba de funcionar. Trata, entonces, de poner sobre sus labios la embocadura de su tuba para tocar cualquier nota que despierte a su mujer, pero su hijo, Juan, le pide que no lo haga, ¿No querrás —le advierte— despertar de nuevo a todo el vecindario? Pero, ante el silencio del timbre, Manu insiste y da unos costos soplidos produciendo sonidos sin ton ni son. Sabe que nada tienen que ver con las marchas que antes estuvieran interpretando. Estas son como llamadas de socorro, pero su hijo le aconseja que guarde silencio con su tuba, que ya bastante hicieron antes, en la procesión. E insiste apretando el timbre que está atascado. Y su madre sigue dormida, sin enterarse de nada.

Tras varios momentos de discusión, interrumpidos por algunas de las notas más bajas de la tuba, la mujer se despierta y les abre. Minutos más tarde, Manu y Juan salen de su garaje e invitan a Rafa a subirse al vehículo con el que vuelven a recorrer las calles y lugares más conocidos del pueblo, mientras Rafa, medio desesperado, no deja de escudriñar las plazas, tratando de recordar el aparcamiento en donde dejara su vehículo. Su mente está cada vez más en blanco y comenta que aquella es su última estación. Que, en su viacrucis recorrido de cruces nocturnas, sólo le falta recordar el lugar en donde lo dejara, pero asegura encontrarse como un ser sin rumbo ni orientación alguna.
Finalmente, al pasar por una calle que bordea un aparcamiento sin asfaltar, Rafa ve, como en sueños, su coche aparcado junto a otro y recuerda, al fin, el lugar exacto donde lo había dejado. Pide disculpas a sus compañeros por el tiempo perdido y por su acierto en encontrar su carro y se dispone a abandonarlos, tras darles de nuevo las gracias. Una vez sólo, entra en su vehículo y se dispone a ponerlo en marcha… Sale del pueblo y conecta la radio en la que una banda interpreta “La Madrugá”… mientras, al borde de la carretera, ve un cartel que debería señalar el lugar a donde se dirige. Pero, en su lugar, el cartel está vacío. Rafa ya no sabe con seguridad si esa carretera le llevará a su casa o al final del mundo. Ignora incluso el lugar a donde debe regresar, si es Jueves, Viernes, Sábado Santo o Domingo de Gloria. Y cierra de golpe el interruptor de la radio mientras se repite, intentando convencerse: “Ahora, seamos serios. Esto no ha sido más que un sueño macabro. Una pesadilla de la Semana Santa…



Una Semana Santa sin procesiones ni indultos ¿es reconocible en este país?. “Ésto es lo que nos ha tocado vivir este año por culpa del coronavirus —advierte el ilustrador, Alfredo Boto Hervás—. Después de quedarnos sin Fallas, tampoco habrá Semana Santa. Las figuras se quedan en las iglesias y los españoles agudizan el ingenio para que, esta época especial para muchos se lleve con el mejor humor posible. Aunque sea metidos en casa, usaremos más que nunca la frase ‘la procesión se lleva por dentro’”. Y, aunque este año toque quedarse en casa, Boto cree que no pueden faltar los capiruchos ni las torrijas... Los nazarenos intentan pasar este momento especial del año de la mejor forma posible, pero sin salir a la calle por miedo al coronavirus.





“La Semana Santa de este año se quedó en casa—escribe en El País Jorge G. García —El confinamiento impuesto por la crisis del coronavirus ha dejado a hermandades, cofradías y fieles de España sin pisar la calle. Ni saetas, ni pasos, ni tallas, ni bandas, ni nazarenos, ni costaleros. Algún balcón queda engalanado, pero la pandemia ha cambiado por completo la estampa habitual del fervor religioso. Una transformación que ha llegado a las redes sociales, donde la devoción se ha apoderado de Twitter, Facebook, Instagram y YouTube. Desde misas en streaming hasta hashtag como #miestaciondepenitenciaencasa. ‘Es exagerado. Hay demasiada acción. Todo el mundo quiere aportar un vídeo, un retuit o lo que sea, En un solo día hemos llegado a poner cerca de mil tuits’, comenta Joaquín González, Hermano Mayor de la Real Hermandad del Rescate de Málaga. El ingenio digital se ha agudizado para que en las primeras horas del Viernes Santo nadie se pierda ninguna procesión ni tampoco los actos litúrgicos. Los fieles comparten fotografías y vídeos de años anteriores. Algunos incluso se reúnen en torno a un directo en Instagram para cantar saetas o tocar la banda sonora que acompaña a los pasos. Los dispositivos móviles se han convertido en una prolongación de la fe. Pese a esta reconversión por la cuarentena, Félix Ríos, Hermano Mayor de la hermandad del Gran Poder, recuerda que su estación de penitencia pasa a un segundo plano debido a la emergencia sanitaria. ‘Estamos más volcados en la parte más caritativa, que es lo esencial’, precisa”.


Andalucía, sin legionarios, pero con estaciones de penitencia por 'streaming'.

Pese a todas prohibiciones, el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, pensó que los oficios del Viernes Santo estaban por encima de lo estipulado por el Gobierno al decretar el estado de alarma por el coronavirus. La catedral de Granada abrió ese día sus puertas y su arzobispo ofició misa junto a otros prelados, dejando entrar a una veintena de fieles para asistir al acto religioso. La Policía Nacional informó a Europa Press que esta misa tuvo lugar sobre las 17,00 horas de este viernes, cuando una dotación de la Unidad Adscrita de la Policía Nacional a la Junta de Andalucía dio la voz de alarma y, por ello, los agentes se dirigieron hacia el templo. En efecto, a mitad de los oficios, efectivos de la Policía Nacional entraron en el recinto y pidieron a los fieles que se marcharan a casa. Todos ellos salieron de uno en uno, tras recibir la comunión, sin que fueran sancionados. El propio arzobispo informó a los asistentes de que la Policía le había comunicado que debían desalojar la iglesia, pues de lo contrario serían sancionados. El arzobispo supuso que estaba permitido celebrar misa, aunque las indicaciones del Gobierno y de la propia Conferencia Episcopal Española habían dejado claro lo contrario desde hace semanas. Desalojada la catedral, el arzobispo continuó celebrando los oficios que se retransmitieron por televisión. Francisco Javier Martínez es reconocido por tener una carrera episcopal envuelta de escándalos mediáticos como el de la publicación del ensayo “Cásate y sé sumisa”.

El terror del coronavirus sustituyó a los capirotes de la Semana Santa.

Fotomontajes, imágenes y fotos sorprendentes:

Pulverizaron la Semana Santa.



Vox no parece temer una nueva sanción de Twitter, que deshabilitó temporalmente su cuenta el 21 de enero por un delito de odio, al escribir que el PSOE promovía la pederastia. Vox lanzaba el pasado lunes otro tuit en el que usaba una fotografía de Ignacio Pereira de la Gran Vía de Madrid desierta, sin permiso del autor, con un montaje por ordenador, en el que llenaba la calle de ataúdes envueltos con la bandera de España. El mensaje era “retratar” la tragedia que provocan las muertes por coronavirus que, según el partido ultra, están intentando esconder el Gobierno y los medios de comunicación afines. La fotocomposición retrataba perfectamente el dolor de esta tragedia que el Gobierno y sus satélites mediáticos pretendían, según Voz, ocultar.

Y cuando crees que no se puede caer más bajo, llega Vox y publica un fotomontaj 'Si Vox hubiera gestionado la crisis del coronavirus -titulaTremending Topic- tendríamos de presidente al pangolín'


















El avión de Schrödinger












Pep Roig, desde Mallorca: Calles llenas de vida, El uniforme esencial para la Semana Santa, Grrrrr, El perro, ahora más amigo del hombre y de la mujer, Confiado, Besos y abrazos a distancia….






Los vídeos de esta semana:
Mi carro me lo robaron anoche cuando dormía.
Son muchas las voces en las redes sociales que apuestan por que la canción de Joaquín Sabina se convierta también en un himno durante el confinamiento por el coronavirus. A pesar del 'Resistiré', del Dúo Dinámico, también hay quien apuesta por elegir la canción 'Quién me ha robado el mes de abril', de Joaquín Sabina. Joaquín Sabina - ¿Quién me ha robado el mes de abril? PROCESIONES en los balcones por la cuarentena. Semana Santa 2020 en Salamanca: procesiones en los balcones Bertín Osborne (Pep Plaza) no piensa quedarse sin procesión y enseñará cómo tiene intención de hacerla suya: la procesión de los productos de Bertín. Polònia: Especial Setmana Santa La Policía Nacional desaloja un acto del arzobispo en la Catedral de Granada con fieles La canción más popular de los Monty Python, por Eric Idle. Al final de "Life of Brian" (La vida de Brian). Subtitulada en español. Siempre mira el lado brillante de la vida. Always Look on the bright side of life (spanish sub)