Recuerdo aquellas tardes invernales de 1990 oyendo ‘Behaviour’, justo unos minutos antes de poner hoy “Elysium”. Recuerdo cierta frase que leo en algún lado: “solo compones algo como Beingboring una vez en la vida”. Me miro esa montaña de discos, maxis y CD’s que fueron capaces de publicar entre 1986 y 1993, sus siete años de efervescencia y omnipresencia y me hago cruces de como uno puede pretender estrujar el limón de la inercia durante 19 años. Sí, ya son 19 años los que Pet Shop Boys continúan viviendo del mito y de los triunfos de sus excelentes 5 primeros discos y la curva de bajada parece no querer detenerse ni encontrar fondo.
Comprendo que, aunque sea cruel, el mejor homenaje que se le puede rendir a un grupo que ha sido favorito es ser claro y sincero cuando su trabajo no se encuentra a la altura. Cuando lo más humano es desconectar la máquina y no prolongar la agonía. Porque no veo motivos para publicar una cosa como “Elysium” salvo, claro, los compromisos discográficos y el dinero que puedan procurarles las ventas de una masa de fans tan cegada como poco exigente. Porque es imposible que éste, ni sus cuatro o cinco discos inmediatamente anteriores puedan haberles procurado ningún seguidor nuevo. La de Pet Shop Boys es una decadencia que se prolonga demasiado.
Pet Shop Boys surgieron como dúo a mediados de los 80, una década que a menudo es tomada a chirigota en lo concerniente a la música. ‘West end girls‘ fue su carta de presentación; un rap blanco un tanto insustancial, con una potente línea de bajo sintética y un ritmo algo hipnótico. Influencia de un productor de electro de Miami, Bobby Orlando y, supongo, cierto aparato de promoción basado en los precedentes dentro de la prensa musical de su cantante Neil Tennant fueron suficientes para que en esa lejana época, 1986, el single los catapultara a un conocimiento global.
‘Please’, su primer disco, contenía unas cuantas excelentes canciones. Su imagen , dos tipos vestidos con ropas caras y su sonido, basado en sintetizadores y ritmos bailables, tuvo un cierto impacto en un mundo donde los dúos musicales masculinos aún no despertaban los maliciosos comentarios de hoy en día: de los 80 uno recuerda a montones, siempre con esa estructura del frontman cantando y el instrumentista apañándoselas con un montón de cacharritos: Blancmange, Communards, SoftCell, Tears for Fears, Erasure… A pesar de la calidad de sus composiciones y lo innovador de su sonido, no tardaron en ser estigmatizados como un dúo de música de discoteca. En esa época, la música electrónica no había ganado las cuotas de respeto que ganaría más tarde, es más, los Pet Shop Boys debían ser casi unánimente considerados como unos meros aspirantes a One Hit Wonder.
Pero los singles extraídos de ‘Please’ fueron sucediendo: ‘Love comes quickly’, íntimo himno a medio tempo con falsete y aire de romanticismo, ‘Opportunities’, mensaje falsamente yuppie a ritmo de electro, ‘Suburbia’, fascinante paseo gobernado por el ritmo de un piano y un crescendo (en la versión single) que empezaba a mostrar sus cartas como compositores y creadores de sonido. El respeto de la crítica y el éxito multitudinario se confirmaron con su siguiente disco, algo más ralentizado y británico, ‘Actually’ no hizo más que incrementar progresivamente la efectividad de sus singles y su facilidad para acceder a un pop electrónico de vasto alcance: el sonido power disco de ‘It’s a sin‘, el aire cabaretero de ‘Whathave I gone to deserve this’ (con cierto amago de retorno al rap de ojos azules de ‘West end girls’) , la inmediatez cálida y la sencillez de ‘Rent’ o ‘Heart’. Single tras single, su presencia era absoluta y aún se permitían el lujo de completar sus LP’s y las caras B de sus singles con magníficas composiciones de todo tipo.
En 1988 dan un nuevo paso, el que parece decisivo, apostando por un disco, ‘Introspective’, con seis largos temas, algunos de ellos publicados previamente en diferentes versiones. Disco que abarca todos los estilos que dominaban la escena en ese momento: el acidhouse de la versión de ‘Always in my mind’ es uno de los proyectiles rítmicos más efectivos grabados hasta el momento. El house de Detroit, el electro de Miami, son fuertes influencias y el disco vuelve a ser empujado por los singles que triunfan: ‘Domino dancing’, con vídeo homo-erótico, o ‘Left to my own devices’, esplendorosa canción de ritmo y estribillo imparable, precedida y finalizada con ampulosidad de cuerdas. El dúo se muestra en su plenitud y el mundo está postrado a sus pies. Han tardado dos años, y tres discos, en poner a todo el planeta de acuerdo: la crítica les aclama y sus discos se venden por millones.
Tardan dos años en publicar ‘Behaviour’, cuarto disco (aunque ya han intercalado alguna recopilación de mezclas), y el que, a pesar de no registrar el volumen de ventas de los tres anteriores, es considerado por la crítica como su obra maestra absoluta. Unánimemente, no hay lista de mejores discos de todos los tiempos que no lo incluya. Sin tanta profusión de singles, ‘Behaviour’ abandona parcialmente la declaración de amor a la pista de baile. Las baladas electrónicas completan canciones con cierta preponderancia del medio tempo y del tono ligeramente crepuscular. ‘Beingboring’, declaración de principios, ‘My october symphony’, reflexión sobre la caída del imperio soviético. Aunque sea por que sus canciones no han sufrido la sobreexposición mediática de las de sus tres primeros discos, ‘Behaviour’ es el disco que recomendaría a todo el mundo que quiera ver hasta dónde pudo llegar su música, lo cálido que pudo resultar su sintético sonido.
Tres años más tarde, ‘Very’ abandonaría el tono introspectivo y tomaría un camino intermedio, con tonalidades intimistas y otra vez el ojo en la pista. En la versión de ‘Go west’ de los Village People que ese disco incluía creo reconocer un cierto punto de inflexión que les llevó a la decadencia. Pues los Pet Shop Boys ya habían publicado versiones anteriores: de Elvis Presley o de U2, por ejemplo. Pero siempre las habían hecho suyas. ‘Go West’ era un himno gay de un grupo gay versioneado por un dúo gay. El rosa ya era rosa chicle y esa canción empezó a estigmatizarlos, a la par que su inspiración empezó a disminuir. ‘Bilingual‘, en 1996 representa un escandaloso bajón de calidad: apenas un par de canciones memorables y ya acudiendo al uso de samples de otras canciones para obtener lo que no fluye de sus propias manos. Desde allí, la cuesta abajo es interminable. Porque hay que decirlo así: Pet Shop Boys llevan 19 años publicando discos con cierta frecuencia: probando musicarreediciones de viejas películas, hacer obras para ballet, canciones para musicales, colaboraciones alternadas con discos propios que han llegado a un extremo de reiteración y de mediocridad francamente preocupante. Solo los que apreciamos discos como los que he mencionado al principio podemos valorar lo decepcionante que es oír un disco como el último, ‘Elysium’, repleto de medios tempos producidos sin brillantez, como si todo el personal involucrado en su producción fuese consciente de la poca consistencia del material. Muchos, demasiados años y demasiados discos entregados a intentar rayar a la altura de ese brillante pasado.
Loable el esfuerzo, claro, antes que disolver el dúo y aparecer de nuevo para tocar el viejo repertorio, puede que sea admirable el insistir en el regreso de la inspiración, aunque sea para regalar a sus viejos fans (simplemente, insisto, imposible que hagan nuevos aficionados a su música con su insípida obra reciente) una sola melodía capaz de estar a la altura de las de su periodo dorado. Pero tantos, tantísimos años sin lograrlo. Aunque haya muchos compañeros en ese lento y triste viaje a la decadencia, a veces hay que pensar en aquello de la retirada a tiempo.