Revista Jazz & Blues
En la presentación del Peter Brötzmann Chicago Tentet en España no fue tan importante el lleno en el Johnny al inicio del concierto, que lo es y mucho, como que el auditorio continuase abarrotado tras setenta minutos de concierto con una música sin concesiones.
Tras una fachada aparentemente monolítica, en el interior del Chicago Tentet reside una red neuronal que en el concierto madrileño estuvo formada por diez nodos. A lo largo de los años las múltiples colaboraciones de la mayoría de estos músicos en éste y otros proyectos han ido tejiendo unas relaciones que logran que la formación actúe con un sentido único propio y personal.
Este grupo y las experiencias acumuladas a lo largo de más de doce años han logrado establecer unas relaciones en las que ningún rol tiene un papel predeterminado. En el tenteto cinco músicos formarían a priori la parte rítmica (dos baterías, tuba, violonchelo y contrabajo), frente a una potente sección de vientos (dos saxos / clarinetes, saxo, trompeta y trombón). A pesar de ello y en más de un pasaje aparecieron pequeñas agrupaciones que prescindían de la participación de ninguno de los integrantes de la primera de esas dos secciones, sin que por ello la música perdiese el pulso rítmico.
La música es otro universo. A lo largo de todas sus grabaciones, que comienzan con el triple CD The Chicago Octet / Tentet (Okka Disk, 1998) y finalizan –de momento– con la caja de 5 CD 3 Days In Oslo (Smalltown Superjazz, 2010), se pueden apreciar diferentes aproximaciones a la hora de desarrollar la música: las composiciones de Brötzmann (la mayoría) o de alguno de los integrantes de las distintas formaciones (en las que apenas ha habido cambios), muestran en sus desarrollos patrones rítmicos muy marcados, frente a otros momentos en los que lo que prima es ese cierto caos inherente a una propuesta de free jazz. La música del Johnny no fue diferente a lo esperado, aunque imperó el carácter rítmico. Como añadido Brötzmann demostró en algunos pasajes su forma de entender los tiempos lentos, logrando unos momentos sumamente delicados.
El tempo fue llevado magníficamente por el grupo. La intensidad de una propuesta intensa per se durante todo el rato aumentó y disminuyó a placer según los deseos de sus ejecutantes. Uno de los puntos críticos en una propuesta free como la del tenteto de Brötzmann es lograr mantener el interés a lo largo de todo el concierto, y especialmente si éste se abre con un tema de 52 minutos, tal y como ocurrió en Madrid. No tiene demasiado sentido trabajar durante todo el tiempo con la intensidad al máximo nivel, ya que eso puede lograr que se pierdan las referencias y con ellas el interés y la atención en la música. También es necesario saber manejar las diferentes transiciones en la intensidad para que la música suene en su desarrollo de un modo natural y no dé la sensación de estar ante una sucesión forzada de acontecimientos. Brötzmann y sus compañeros lo bordaron. Ayudó para ello la disposición de los músicos. En un semicírculo orientado hacia el fondo del escenario, y dispuestos de izquierda a derecha, se situaron Paal Nilssen-Love (batería), Per Ake-Holmlander (tuba), Kent Kessler (contrabajo), Fred Lonberg-Holm (violonchelo y electrónica) y Michael Zerang (batería). Únicamente Kessler, Ake-Holmlander y Lonberg-Holm contaron con una amplificación individual. Para el resto de músicos situaron dos micrófonos a unos dos metros de altura casi en el borde del escenario para recoger el sonido del grupo al aire. Gracias a ello Peter Brötzmann (saxo y clarinete), Ken Vandermark (saxo barítono y clarinete), Mats Gustafsson (saxo barítono y flutófono), Johannes Bauer (trombón), Joe McPhee (corneta de bolsillo) y también Ake-Holmlander pudieron ir variando su posición a lo largo del concierto. Todos ellos fueron desfilando y situándose al frente del escenario cuando participaban en alguna de las múltiples agrupaciones que se fueron formando, mientras que cuando se colocaban en los laterales lo hacían bien para tomar aire, bien para apoyar las exposiciones de sus compañeros. Con la intensidad partiendo desde un nivel muy alto y en línea ascendente, incluyendo sus correspondientes y necesarias zonas valle, los dos temas que integraron la parte principal del concierto incluyeron unos tuttis por parte de todos los músicos en sus partes finales que no hay duda que quedarán grabados en la memoria del Johnny. Tras unos prolongados y más que merecidos aplausos, el bis estuvo más cercano a la libre improvisación, aunque sin perder por ello un carácter perfectamente estructurado.
Al finalizar todo fueron sonrisas y satisfacción compartida: no sólo la de los músicos, sino también la de los asistentes y la de los organizadores, encabezados por Alejandro Reyes.
Para terminar la crónica, dos reflexiones. La primera, la calidad en general de las programaciones de nuestro país: “sólo” han transcurrido trece años hasta traer a un grupo de tal nivel artístico a actuar por primera vez a España. Por tanto, bravo para el Johnny y también para el festival de Jazz de Barcelona, segunda y última parada del grupo en esta ocasión, que esperamos que no sea la última. Relacionado con lo anterior, está esa discusión perdida de antemano con algunos programadores que argumentan que propuestas así no tienen hueco en sus carteles ya que no hay un público potencial. Desde un punto de vista científico, tales afirmaciones sería conveniente refutarlas con algo más que prejuicios. Desde un punto de vista práctico, visto lo visto en Madrid, cuando las propuestas tienen calidad saben encontrar y satisfacer a su público.
Pachi Tapiz
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