La vida de Peter Kürten no fue nada agraciada. Nació el 26 de mayo de 1883 en Mülheim, localidad cercana a Colonia, en el seno de una familia muy pobre. Vivía con sus padres y 11 hermanos en una habitación. Su padre era un alcohólico violento que se dedicaba a maltratar a toda su familia. Las violaciones y agresiones sexuales a su madre y hermanas eran frecuentes, y a causa de estos hechos, el patriarca pasó una temporada entre rejas.
En 1894, Kürten y su familia se mudan a la ciudad de Düsseldorf, y allí es donde empieza la carrera criminal del futuro asesino. Sus entradas y salidas de prisión son frecuentes, debido a robos e incendios continuos.
En aquella época encuentra empleo en una perrera local, donde descubre su afición por la muerte y la satisfacción sexual por ella, matando animales.
El empleo no le duró mucho tiempo. Kürten prefirió ser amigo de lo ajeno. Su especialidad era robar en bares y posadas.
La noche del 25 de mayo de 1913, el ladrón irrumpió en una posada de Colonia. Al no encontrar nada de valor se dispuso a subir al primer piso, donde se encontraba la vivienda de los propietarios del comercio. Al entrar en una habitación encontró a una niña de 10 años durmiendo. Ni corto ni perezoso agarró a la niña y la estranguló mientras la agredía sexualmente para después cortarle el cuello. El padre de la niña sospechó de su hermano que fue detenido por la policía, pero fue puesto en libertad rápidamente por falta de pruebas.
Poco tiempo después Peter Kürten fue condenado a 8 años de prisión por los numerosos robos que había cometido.
En 1921 salió de prisión y poco tiempo después se casó. Llevó una vida aparentemente normal. Encontró trabajo en una fábrica en la ciudad de Altenburg, al este de Alemania, y fue sindicalista y activista político.
En 1925, volvió a Düsseldorf, la ciudad que según el criminal le atraía para cometer sus crímenes por la rojiza puesta de sol, que se asemejaba a la sangre. Aunque la bestia tardaría cuatro años en matar.
A principios de 1929, Peter apuñaló a una mujer varias veces y sin llegar a matarla, el asesino salió corriendo. Esta vez no necesitó matar a su víctima, ya que descubre una nueva forma de calmar su sed sexual: después de cometer sus actos, el sádico criminal regresaba al lugar de los hechos porque a veces sentía orgasmos al recordar las escenas criminales.
En febrero de 1929, Kürten mata a una niña de 9 años asestándole numerosas puñaladas, la rocía de gasolina pero no llega a prenderle fuego.
Cinco días después Kürten mata a un mecánico de 45 años, propinándole 20 puñaladas. Al día siguiente de su crimen, el criminal vuelve a la escena del crimen pero se encuentra con un policía. Peter, como buen psicópata, saca a relucir su faceta de gran actor y entabla una conversación con el agente sobre la delincuencia, sin despertar ninguna sospecha sobre el asesino.
Al poco tiempo, es detenido un tal Stausberg por perseguir a dos mujeres con una soga. Al ser interrogado sobre los crímenes de la niña y el mecánico, sorprendentemente se declara autor de los hechos y es encerrado en un hospital psiquiátrico, ya que estaba mentalmente perturbado. Esto hace que se baje la guardia de los policías, creyendo haber capturado al verdadero asesino. Sin embargo, en el verano de 1929, Kürten empieza su particular cruzada sangrienta. El día 21 en el suburbio de Lierenfeld, tres personas fueron apuñaladas por la noche.
Dos noches después, dos niñas, Gertrude Hamacher y Louise Lenzen, se disponen a volver a sus casas después de divertirse en la feria de la ciudad de Flehe. Por el camino les sorprende un hombre, que no es otro que Peter Kürten. Éste pide a Louise que por favor vuelva a la feria para comprarle cigarrillos. Peter, le da el dinero y ella accede. Mientras tanto, el asesino agarra a Gertrude y le rebana el cuello. Cuando regresa Louise, corre la misma suerte que su amiga.
Por aquel entonces el criminal ya es conocido en Düsseldorf como “el vampiro” y se ofrece una buena recompensa a quien lo capture o aporte pistas fiables a las fuerzas del orden.
Al siguiente día, Kürten ataca a Gertrude Schulte, que la persuade para tener relaciones sexuales con él, a lo que la chica le responde que antes prefiere la muerte. El despiadado asesino le contesta “que así sea” y le clava una apuñalada. Schulte sobrevivió y pudo así dar una descripción de su agresor: un hombre de aspecto agradable y alrededor de 40 años de edad.
La bestia andaba sin control. La frecuencia y ferocidad de sus actos cada vez eran mayores. Cambió el arma homicida, sustituyó el cuchillo por un martillo. Incluso escribió una carta a un periódico local para indicar dónde estaba el cadáver de una niña a la que había matado. El cuerpo de Gertrude Albermann, de cinco años de edad fue encontrado exactamente donde había anunciado el asesino. Había sido estrangulada y apuñalada treinta y cinco veces.
Entre febrero y mayo de 1930 continuaron los ataques de la bestia, pero ninguno tuvo un desenlace fatal. La ciudad de Düsseldorf era un clamor, e incluso hubo protestas públicas de los ciudadanos. La captura del asesino se hacía difícil, ya que cambiaba continuamente su ‘modus operanding’.
El 14 de mayo una chica de nombre Maria Budlick se encontraba en la estación de Düsseldorf. Había llegado de Colonia para trabajar en el servicio doméstico de una casa y fue abordada por un hombre que le ofreció alojamiento en un albergue que el tenía especialmente para chicas que venían a la ciudad en busca de trabajo. Ella accedió pero se dio cuenta que la llevaba por unos lugares cada vez más oscuros y tétricos, a las afueras de la ciudad. En ese momento recordó las noticias que leía acerca del ‘vampiro’ y desistió. El hombre insistía e insistía, hasta que otro hombre apareció en el lugar y preguntó si todo iba bien. El hombre que acompañó a la chica abandonó el lugar y Maria Budlick, aliviada se fue con su salvador, un tal Peter Kürten. Ella le explicó que no tenía donde dormir y él le ofreció su habitación, en Mettmanner Strasse. Al llegar al lugar, Kürten le propuso tener relaciones sexuales, pero Maria no accedió y le pidió que la acompañara a buscar otro lugar donde pasar la noche. El asesino la llevó en tranvía hasta Worringerplatz y desde allí se dirigieron a un bosque donde la violó. La chica no ofreció resistencia, y por ello salvó la vida.
Maria Budlick escribió a una amiga contándole lo sucedido. La carta llegó por error a otra persona, y ésta puso en conocimiento de la policía el suceso.
El 21 de mayo Maria se dirigió junto a un inspector de policía y varios agentes a la pensión donde tenía alquilada la habitación Peter Kürten. La propietaria de dicha pensión, les acompañó hasta las dependencias alquiladas por el asesino. Curiosamente, Peter subía las escaleras que daban acceso a las habitaciones cuando vio a Maria Budlick y en ese momento se dio media vuelta y se marchó.
Dos días después, Kürten se decide contar todo a su esposa, aunque no le dice que es el ‘vampiro’, sino lo que ocurrió con su última víctima. Ella, desesperada, se ve sola, sin trabajo y con su marido en la cárcel, así que amenaza con suicidarse. Esto último hace que Peter Kürten le cuente quién es y los crímenes que ha cometido y para que no pase penurias económicas propone que le denuncie a la policía y así cobrará la recompensa que piden por capturarle.
El 24 de mayo de 1930, la Sra. Kürten da el aviso a la policía y que se ha citado con su marido a las 3 de la tarde en la puerta de una iglesia. A esa misma hora y en ese lugar, el sádico criminal fue arrestado.
Una vez en prisión, el eminente psicológo alemán, Karl Berg se ganó su confianza y le confesó todos sus actos criminales, que se plasmaron en su obra ‘El sádico’.
El 13 de abril de 1931, Peter Kürten fue juzgado y declarado culpable de 9 asesinatos y 7 intentos de asesinato y condenado a pena de muerte.
El 2 de julio de 1932 fue ejecutado en la guillotina. Momentos antes de su ejecución le preguntó al psiquiatra de la prisión de Klingelputz: “Dígame. Después de que mi cabeza haya sido cortada, ¿aún seré capaz de escuchar, al menos por un momento, el sonido de mi propia sangre al salir de mi cuello?”.