Antonio Maura 5
28014 Madrid
Hab: 404
Fecha: 15/08/16
Tarifa: 135 (triple A+D)
Ubicado en una de las zonas más elegantes de Madrid, en el cuadrado formado entre el Retiro, el Ritz, la Bolsa y el monumento al soldado desconocido. Petit Palace gestiona como hotel un antiguo edificio de viviendas que aún conserva ese sabor en su portal, en sus suelos, en sus balcones, en su estructura. Seis plantas de ladrillo rojo, contraventanas de madera y balcones de forja negra.
La entrada, como si de a una vivienda se tratara se hace a través de un portal muy iluminado con un puñado de escaleras. Antes de llegar a la antigua escalera central del edificio, de madera y forja hoy restaurada y en uso, encontramos a la izquierda, como si de la entrada a una casa se tratara, un estrecho pasillo que termina en el mostrador de recepción. Dos puestos de trabajo bajo un enorme logo de la cadena.
A la izquierda del mostrador, un pequeño puesto con agua con naranja, con limón , con pepino para refrescar al viajero de la canícula capitalina. Sobre el mostrador unos cuantos carteles sobre el hotel y varias opciones para comprar su perfume (velas, pulverizadores...). Tras el mostrador, Blanca se preocupa de nuestro viaje, de si estamos cansados y demás, pero el trámite de recogida de datos es agotador. Todos los mayores de 18 años han de mostrar el DNI y todos los datos han de ser registrados en el ordenador... Cuando termina el proceso, nos explica el horario del desayuno y el funcionamiento del wifi que es gratuito y de sencilla conexión. Funciona correctamente durante toda la estancia.
Blanca nos indica que el ascensor está estropeado y que hay unos técnicos intentando repararlo. Así que subimos por la amplia escalera que no sólo conserva su estructura sino las bellas puertas de acceso a las viviendas. Una vez pasado el recibidor de la cuarta planta, nos adentramos en el pasillo de las habitaciones.
La sensación cambia por completo. El aroma fresco se mantiene, pero de lo "clásico" pasamos a lo moderno y futurista: suelos de moqueta gris, luces puntuales, paredes y puertas blancas, números de las habitaciones en grandes adhesivos plateados sobre las puertas. Un moderno y sencillo pomo plateado nos permite insertar la tarjeta que abre la habitación.
Dentro destaca el fresco del aire acondicionado la luminosidad de la pared de entrada y la combinación entre elementos futuristas y formas clásicas como las molduras de las paredes o la madera del suelo, antigua y crujiente. La puerta se abre y se cierra con un profundo chirrido de sus bisagras.
Accedemos a una pequeña estancia cuadrada, de blancas paredes, en la que encontramos un maletero en tonos plateados, un armario pequeño con dos puertas: en una colgador de ropa y algunas baldas. En el otro, más baldas con mantas, el minibar y la caja fuerte. A la izquierda, la puerta del baño, de cristal con un vinilo de una imagen como ampliada al microscopio.
Junto a la puerta de entrada el display del aire acondicionado, de sencillo manejo, pero sumamente ruidoso. Menos mal que al llegar la habitación está lo suficientemente fresca como para mantener la temperatura toda la noche. Los interruptores de la luz, de toda la habitación, están rodeados de un marco de flores blancas y negras.
Un poco más adelante, pasando el marco de una puerta encontramos el dormitorio. Justo de tamaño destaca por sus paredes en verde y sus molduras de escayola en el techo blanco del que cuelga una gran lámpara de corte moderno. Al fondo, tras un tupido foscurit y un visillo metálico un balcón, con estrecha terraza, y vistas a la puerta principal. El balcón cierra perfectamente e insonoriza bastante de la calle, ya de por sí tranquila. También el interior del hotel es tranquilo y no se escuchan voces ni pasos.
En el lado derecho, a los pies de la cama, hay un estrecho y largo escritorio. Un tablero en tono plateado sostenido por dos tablas a juego. Nada más. Sencillo. Pero suficiente. En él, un lámpara modernísima de plástico negro, más decorativa que útil. Algunos folletos e información del hotel. Delante de la mesa varios enchufes para los gadets tecnológicos y una inclinada televisión plana que en standby emite una molesta luz azulada.
A la izquierda está la cama. Blanca, muy confortable, de buen tamaño para ser doble. Mullido colchón, confortables almohadas, y un suave nórdico. Toda ella protegida por un cabecero de piel marrón oscura en capitoné. Del mismo cabecero salen dos mesillas metálicas, en una de ellas el mando de la televisión. Sobre las mesillas sendas repisas con enchufes e interruptores de la luz. Sobre una de ellas un teléfono de corte retro. La luz es bastante efectista, y desde la cama podemos controlar todas las opciones: la lámpara del techo, la de la mesa de trabajo, un aplique de la pared, un pequeño foco que hace las veces de luz de lectura y una tira de leds escondida en el remate del cabecero.
El baño es pequeño, pero suficiente. Suelo negro de pizarra y paredes de porcelana blanca. Muy luminoso. A la derecha encontramos un armario ligero sobre el que se asienta un lavabo moderno y demasiado pequeño. Aunque la presión y el caudal son buenos, no sale agua caliente. En el armario se presenta el completo set de amenities: gel, champú, jabón, set dental, de afeitado, gorro de ducha, kleenex, un secador de pelo de generosa potencia y un espejo de aumento. El frontal del lavabo es de pequeñas baldosas negras brillantes, y sobre ellas, un generoso espejo.A la izquierda encontramos el inodoro. Se prescinde del bidet. Y justo de frente la enorme cabina de ducha. Protegida por una mampara de cristal ofrece una columna con un grifo de teléfono y una gigantesca alcachofa (de la pared a la mampara) de la que sale agua abundante, con adecuada fuerza y fenomenal temperatura. Junto a la ducha, en un alto toallero se presentan las toallas. En total hay cuatro de baño (alguna se presenta debajo del lavabo) y tres de manos (que cuelgan del lavabo), todas ellas de generoso tamaño y calidad.
Por la mañana, en el sótano, se sirve un excelente buffet. Lo más destacado, sin duda, del establecimiento. Todo lo imaginable está allí: zumos, smoothies, huevos (que se pueden pedir en el acto), bacon, salchichas, tortilla de patata, jamón, fiambres, quesos, fruta cortada y preparada, espárragos, atún, salmón, lechugas, preparados lácteos de cacao, coco, avena... La bollería destaca por sus churros y porras además de algunas magdalenas, croissants, mantequilla y mermelada. Café de Nespresso para rematar el despertar. Todo ello atendido por un equipo numeroso, atento y sonriente en un entorno postmoderno en el que se combinan las lámparas colgantes con las paredes encaladas de ladrillo.
En la recepción al salir se preocupan de nuestro descanso, y de entregarnos adecuadamente la factura.
Calidad/precio: 9
Servicio: 8Ambiente: 7.5
Habitación: 7
Baño: 8
Estado de conservación:7.5
Desayuno: 10
Valoración General: 8.5