Revista Deportes

Petr Kouba, el portero silencioso

Publicado el 08 enero 2014 por Adrián Gómez @Guantespuestos

“De rozar con la yema de los dedos la gloria y el cielo, a tocar con la palma de la mano el fracaso y el infierno”

 Con esta frase se podría resumir la trayectoria de uno de los porteros que marcaron la Eurocopa de 1996 (aquella de infausto recuerdo para nuestro país…como muchas otras) Una Euro que encumbró a una de las mayores sorpresas que se dieron en la historia de la competición continental, la República Checa de jugadorazos como Nedved (Balón de Oro, ahí es nada) Poborsky, Berger…y que marcó la vida deportiva de nuestro protagonista.

Petr Kouba (Praga, 1969) creció desarrollando desde siempre y por vocación, la portería como forma de vida, destacando en el equipo de su niñez, el Bohemians, donde logró su primer contrato profesional y su debut con 19 años cumplidos. Un par de temporadas de buenas actuaciones hicieron que los ojeadores del equipo puntero de la capital, el Sparta, lo fichara “ipso facto”.

 El bueno de Petr no desaprovechó su oportunidad, alcanzando la titularidad desde el primer día y siendo pieza clave de los éxitos de su club a nivel local. Pero la historia cambia en el año 1996, con aquella Euro en Inglaterra. El guardameta checo muestra un grandísimo nivel, incluso mostrando su candidatura a ser el mejor portero del campeonato, en el que su país logra la hazaña de colarse en la finalísima ante la todopoderosa Alemania. Los grandes de Europa se fijan en él, se habla incluso de un posible fichaje por el FC Barcelona (que buscaba portero en aquel entonces y en el que finalmente fichó un tal…Vitor Baía…) y llega el momento de la verdad, cuando su equipo estaba luchando en la prórroga, empatando con Alemania en un partido de alta tensión, Oliver Bierhoff dispara a puerta en semifallo, cayéndose, un disparo aparentemente flojo y a media altura. Sencillo para blocar. El bueno de Petr mete mal las manos y el balón va mansamente hacia dentro. Gol de Oro y Alemania campeona de Europa. Fallo de un portero que estaba haciendo una Euro perfecta, que vale una oportunidad que nunca más ha tenido al alcance de la mano el equipo checo.

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Después de la Euro 96, Petr acepta la oferta del Deportivo de La Coruña para incorporarse a sus filas, pagando 300 millones de pesetas el equipo de Lendoiro al Sparta Praga. Los coruñeses buscaban portero de garantías después de la marcha de un icono como Paco Liaño. El fichaje de Petr era acompañado por un “en teoría” secundario como el camerunés Jacques Songo’o, procedente del Metz francés. Pronto se vió que el fichaje de Kouba en el Depor fue la tumba para su carrera deportiva. Inexpresivo con la grada, poco implicado y sin muchas trazas de adaptación a la vida en España, apenas jugó 4 partidos en su primera temporada como blanquiazul. Songo’o le comió la tostada, básicamente gracias a su pasaporte comunitario (francés) ya que el checo ocupaba plaza de extracomunitario (mala planificación del Deportivo en ese sentido). La comunión entre la grada de Riazor y la simpatía y carisma del africano dejó a Kouba sin sitio, siendo relegado a cesiones como al Kaiserslautern alemán, donde tampoco rascó bola en absoluto.

 Otro año en blanco y rumbo al Viktoria Zizkov, donde sí que pudo volver a jugar bastante, y vuelta a Riazor justo en la temporada en la que el Deportivo se proclamó campeón de Liga. Pero sigue sin jugar…otro año más asumiendo su rol de suplentísimo, con otros porteros figurando también en la nómina coruñesa (Nuno, Rufai…) y finalmente acaba contrato para volver a su país, con un nivel mediocre y terminando su carrera en el Sparta de Praga de nuevo, tras una lesión y 36 años cumplidos.

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El adiós de Petr Kouba al fútbol fue triste y sombrío, como prácticamente toda su carrera. Un guardameta sobrio, de la vieja escuela, sin alardes, con vestimenta elegante en la meta, sin estridencias, e invocando a la regularidad como su mejor virtud. Un tipo triste que un día estuvo a punto de tocar la gloria…pero esta se marchó, se escurrió de sus manos, para no volver jamás.


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