
"La embriaguez no se improvisa. Es competencia del arte, que exige dar y cuidar. Beber sin ton ni son no lleva a ninguna parte.
Que la primera borrachera suela ser tantas veces milagrosa se debe únicamente a la famosa suerte del principiante: por definición, no volverá a repetirse."
Hace muchos años que sigo la trayectoria de Nothomb. Libro tras libro, divertidos, extravagantes, con tintes autobiográficos... todos ellos con un sello muy personal. Por eso no he tardado apenas nada en leer su último título. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Pétronille.
En esta novela casi autobiográfica conocemos a Amélie Nothomb narradora, novelista, en París. Allí, esta enamorada del champán, busca una compañera de borracheras, una cómplica, y se encuentra con la irreverente y excéntrica Pétronille, compañía perfecta, diferente, amiga, buscalíos, defensora... con la que comenzará una relación.
Pétronille es, si las cuentas no me fallan, la novela número 23 de esta autora en otros tantos años. Un número más que respetable de libros para una mujer cuyos temas y estilos siempre son peculiares, y que tiene además una cierta tendencia de dejar un rastro biográfico en muchas de sus novelas. En este caso, y en menos de 200 páginas, conoceremos ese rastro de mano de una Nothomb narradora que nos habla de su estancia en París y de su pasión por el champán. Porque Pétronille es mucho más que la historia de una amistad entre dos mujeres que se acodan a tomar champán o se van juntas a esquiar. Pétronille es una historia de pasiones un tanto desmedidas. Pasión por una ciudad, París, para quien no ha nacido en ella y se deja llevar por quien sí lo hizo para reconocerse en sus calles. Pasión por una bebida, tan típica por otro lado de París, como es el champán. Por su sabor, sus burbujas, la sensación de flotar y de disfrutar. Es difícil no leer esta novela sin caer en la tentación de abrir una botella de Taittinger o tal vez de Perrier Joulet en caso de tenerlos en casa. Al final, y aprovechando que la narradora no puede vernos, o tal vez pensando a media sonrisa en la escandalera que nos montaría, nos sirve un Anna de Codorniú, porque no se trata ya tanto de lo que uno se tome (yo me conformé con una coca cola) como de compartir esa pasión desmedida que parece mostrarnos. Y también, como no, es la historia de una amistad tumultuosa entre dos mujeres singulares, dos extrañas que se encuentran y establecen un punto común en el fondo de una copa comenzando así una relación que durará años.
Amélie Nothomb nos deja una novela corta con tintes irreverentes y alusiones nada veladas a otras obras suyas y momentos de su vida, como por ejemplo su vida en Japón y la salpica de pistas y detalles insignificantes que no nos lo parecen tanto, como el color de su pijama o el encargo aceptado por su parte de entrevistar a una terrible mujer en Londres, ciudad que conoció hace no demasiados años. Y todo ello lo salpica con frases de cata de una copa bien fría entre situaciones que rozan lo cómico de una forma más que extravangante y alguna otra directamente surrealista con la que consigue sacarnos una sonrisa.
Entonces, os estaréis preguntando muchos, si se trata de algo tan simple y no hay grandes amores ni terribles misterios, si no hay una gran crítica o crónica, ¿por qué leer a Nothomb en este título? Pues es muy sencillo. Porque cuando uno termina el libro, ha de releerlo de nuevo. Aunque no os diré el motivo. Eso sí, tal vez, yo no elegiría este título como toma de contacto. Por eso del sentido del humor.
Y si yo sigo a un autor con tantos títulos publicados, no puedo menos que preguntaros, ¿de qué autor o autores hay más libros en vuestros estantes?
Gracias
