Revista Cultura y Ocio

Philip Roth, 'El animal moribundo'. 'Elegy', Isabel Coixet (A pares VIII)

Publicado el 16 mayo 2020 por Juancarlos53

"El paso del tiempo. Estamos nadando, sumergidos en el tiempo, hasta que al final nos ahogamos y desaparecemos. [...]El cuento de hadas más encantador de la infancia es el de que todo sucede en orden. Tus abuelos se van mucho antes que tus padres y éstos mucho antes que tú. Si tienes suerte, las cosas pueden salirte así." (p.100)

Philip Roth, 'El animal moribundo'. 'Elegy', Isabel Coixet (A pares VIII)

Philip Roth publicó esta novela corta, "El animal moribundo", el año 2001. En ella el personaje narrador, David Kepesh, a sus 70 años ya atisba el final de su vida. Lo ve y lo intuye en que a su alrededor hay personas de su edad e incluso mucho más jóvenes que ya han desaparecido. ¿Es posible que todo lo que me mantiene vivo se pueda desvanecer?, se pregunta. Unos versos de William Buttler Yeats extraídos del poema titulado " Navegando hacia Bizancio" [al final de esta entrada ofrezco completo el bello poema de W. B. Yeats] sirven al autor para titular la novela. El poema de Yeats alude a la desazón que asola al ser humano que aún ebrio de deseo toma conciencia del tiempo que le queda y el hecho mismo lo desazona. Todo el poema de Yeats es hermoso en su hedonismo y también en su estoicismo. Destaco aquí algunas palabras extraídas de estos versos que son clave para entender esta novela de Philip Roth:

David Kepesh, profesor emérito de Crítica Práctica, desde su retiro reflexiona y conversa consigo mismo en un soliloquio retrospectivo o, como dicen estudiosos de su obra, en un "dialogo interiorizado" entre el 'yo' locutor y el 'yo' receptor. Durante gran parte de la lectura me preguntaba a mí mismo quién era la persona con la que Kepesh hablaba. Pensaba naturalmente que era él mismo en esa manera que tienen algunas personas de edad de pensar verbalizando e incluso emitiendo sonidos; pero en otros momentos las dudas me invadían porque hay en esta historia, acaecida ocho años atrás que ahora está recordando, instantes en los que ese 'tú' parecía corresponder a su gran amigo, personaje presente en el relato, el poeta George O'Hearn; sin embargo según avanzaba la novela hube de descartarlo; y así me pasó también con Carolyn Lyons, antigua alumna suya con la que mantuvo relaciones hacía ya casi 30 años y que ahora ha encontrado casualmente en la calle. No, verdaderamente este hombre mayor, este seductor y conquistador inveterado, este animal moribundo, está sólo consigo mismo. Es la novela un puro ejercicio autorreflexivo, un soliloquio, en el que David Kepesh podría argumentar, como decía Antonio Machado, eso de dialogo con el hombre que siempre va conmigo ; e ignoro aunque no lo excluyo, habiendo leído completo el poema de Yeats que lo inspira, que como el sevillano ilustre esté en la idea de que quien habla solo, espera hablar a Dios un día .

Coprotagonista de la historia relatada junto a este profesor que mantiene muy vivo su apetito sexual está la norteamericana de origen cubano Consuelo Castillo, bellísima alumna del Seminario que sobre Crítica Práctica imparte durante un cuatrimestre Mr. Kepesh. Este profesor es muy consciente del enorme atractivo que desde siempre ha tenido para las mujeres como lo demuestra la enorme proporción de éstas que se apuntan a su Curso

En el seminario de Crítica Práctica participan unos veinte alumnos, a veces hasta veinticinco, por lo que habrá quince o dieciséis chicas y cinco o seis chicos, de los que dos o tres son heterosexuales .

Consuelo debiera de haber sido simplemente una más de esas alumnas que el afamado profesor desde un primer momento sabe o intuye será presa suya. Precavido y escarmentado, jamás mientras duran las clases tiende sus redes. Es al finalizar las mismas, una vez que ya nada sospechoso de acoso sexual o abuso de poder pueda enturbiar la posible relación que David Kepesh procura tener una aventura sexual con alguna de ellas. El interés que emana de su figura de hombre mayor con enorme cultura, unido al prestigio social derivado de ser autor de crítica de libros en la NPR (Radio Pública Nacional) y contertulio en el programa cultural de un canal televisivo en el que habla sobre temas diversos de manera amena, clara y relajada, le permite abordar a las chicas que le interesan. En esta ocasión Consuelo Castillo va a ser un asunto distinto.

Año y medio dura la relación intensa y muy sexual mantenida entre ambos. En el transcurso de la misma vamos conociendo la vida de esta cubana nacida en Norteamérica, hija de cubanos ricos que emigraron con la llegada de Castro al poder en la isla. Todo este asunto de Cuba y la difícil relación con USA así como la liberalidad y entrega sexual de Consuelo a cuanto desea David lleva al narrador a contarnos aspectos de su propia vida. Él se casó muy temprano y de esa relación nació un hijo, Kenny, que en el momento de escritura tiene 42 años. Padre e hijo son totalmente distintos en todo, así mientras David rechaza el matrimonio y sólo desea tener relaciones sexuales con mujeres diversas, Kenny es monógamo y entiende que los sentimientos son muy importantes en cualquier relación.

Es interesante observar cómo David Kepesh achaca lo acaecido en su vida personal a los sucesos ciertamente revolucionarios ocurridos en el mundo durante los años 60 y los primeros 70. La disponibilidad sexual que para los hombres supuso que las mujeres controlasen su maternidad fue lo que a él le llevó al divorcio pues habiendo tantas mujeres ahí afuera por qué contentarse con una, le dice a su amigo O'Hearn

Las Zonas Residenciales. La Píldora. La Píldora que dio la igualdad a la mujer. La Música. Little Richard que lo impulsó todo. El Backbeat Pélvico. El Coche. Los chicos ahí afuera, dando vueltas en el Coche. La Prosperidad. La ida y vuelta cotidianas, de casa a la oficina y viceversa. El Divorcio. Mucho entretenimiento de adultos. La Hierba. La Droga. El doctor Spock. (pág. 30)

A todo esto habría que añadir en el caso concreto de Estados Unidos la revuelta política contra la Guerra de Vietnam que aunó en la lucha a los jóvenes de ambos sexos, y a éstos a su vez con las generaciones mayores que así se adhirieron también a la revuelta sexual. La vida, el sentirse vivo, se centraba (se centra para David en el momento presente) en el sexo. El sexo como medio para combatir la Muerte: El sexo no es sólo fricción y diversión superficial. El sexo es también la venganza contra la muerte. No te olvides de la muerte. No la olvides jamás. (p. 48). Es decir que si tienes sexo es que aún estás vivo. Si eres atractivo para las mujeres jóvenes es que aún estás vivo. Si cuando te reencuentras con una mujer con la que mantuviste relaciones y pasadas unas décadas las retomas de manera satisfactoria para ambos es que aún estás vivo... Todo esto es lo que piensan y les sirve de justificación a David y a su gran amigo George O'Hearn a propósito del comportamiento de ambos.

Philip Roth, 'El animal moribundo'. 'Elegy', Isabel Coixet (A pares VIII)

El poeta irlandés O'Hearn le advierte a David Kepesh del enorme peligro que corre con esa mujer bellísima que es Consuelo Castillo dado que el narrador entra en desazón cuando ella no está o cuando él piensa que estará con chicos de su edad. En definitiva, está celoso. Por esto su amigo poeta le advierte

Has violado la ley de la distancia estética. Has imbuido de sentimiento la experiencia estética con esta chica... la has personalizado, la has sentimentalizado, y has dejado de percibir la separación esencial para tu goce.

Ambos amigos son intelectuales admiradores de la belleza y del arte y piensan que para gozar debidamente de la obra artística siempre hay que mantener una distancia. De no hacerlo así se corre el riesgo de ser fagocitado por la enorme belleza del objeto y perder el necesario juicio crítico. Pero Consuelo no es sólo un objeto bello y David lo va a ir percibiendo especialmente cuando de un modo muy diferente en la forma pero igual en las consecuencias ella se aproxima a la condición de animal moribundo que sólo él creía poseer.

La novela está escrita con ese estilo típico de Roth: directo, sin amilanarse ante la situación por dura que ésta sea, utilizando en ella las palabras exactas sin preocuparle nada que esto pueda incomodar al lector bien pensante, algo que cuando el asunto que se toca es el del sexo o el de la muerte es fácil que ocurra en algunas descripciones absolutamente explícitas de esos momentos.

En el diálogo que David Kepesh realiza con esa segunda persona que es él mismo, en una especie de soliloquio o monólogo interior propio de las reflexiones, son varios los asuntos que van apareciendo perfectamente engarzados con el tema fundamental que es, inexorable, el paso del tiempo ( El paso del tiempo. Estamos nadando, sumergidos en el tiempo, hasta que al final nos ahogamos y desaparecemos ). Luego ya va mostrando otros como el de presente en todo el texto pero específicamente singularizada en la de su amigo George ( George tenía la boca ladeada, abierta, esa boca de los moribundos ) que por su dureza y extremado realismo no quiero mostrar en esta reseña.

Junto a estos dos temas esenciales aparece el del choque entre ideologías como la de los cubanos conservadores ( leen El Diario y el Bergen Record, aman a Reagan, aman a Bush, odian a Kennedy, ricos cubanos de Nueva Jersey ) a los que pertenece Consuelo y la de los intelectuales progresistas con los que se identifica el profesor. Un profesor ya mayor que hoy día sería objeto de crítica cuando no de persecución por su pensamiento y comportamiento con las mujeres así como por sus opiniones respecto al colectivo gay que él considera conservador en grado sumo:

  • Respecto de las :
    • El azaroso impulso masculino, la iniciativa masculina, no era una acción ilícita que requiriese denuncia y sentencia, sino una señal sexual a la que uno reacciona o no. ¿Controlar el impulso masculino e informar sobre él? No las habían educado en ese sistema ideológico . (p. 42)
  • Respecto del colectivo gay:
    • ahora hasta los gays quieren casarse. Y hacerlo por la Iglesia, con doscientos o trescientos testigos, y esperar a ver qué resulta del deseo que los llevó a ser gays en primer lugar. Esperaba más de esa gente (p. 46)
    • Los gays son militantes: quieren el matrimonio y quieren abiertamente enrolarse en el ejército y ser aceptados. Las dos instituciones a las que yo odiaba . (p. 47)

Para finalizar quiero señalar un asunto que es importante y de gran trascendencia en el colectivo de intelectuales estadounidense. Si a este dato -intelectuales- se le añade también el de judíos se entenderá bien claro el interés que en la sociedad americana tiene ese choque entre iniciados en el mundo del arte y de la cultura en todos sus ámbitos y el común de los mortales, o sea, el resto. Estos intelectuales se consideran élite y si además como Philip Roth son judíos su sensación de pertenencia al grupo de seres humanos elegidos es aún mayor. Así me ha parecido verlo reflejado en este David Kepesh respecto a su relación con ese bellezón que es Consuelo Castillo que procedente de una rica familia cubana él considera algo vulgar. Así mientras que él prefiere tocar música al piano, ella se molesta con él por no haber asistido a su fiesta de graduación:

Tocaba las sonatas de Mozart. Tocaba la música para piano de Bach. La tocaba, estaba familiarizado con ella, lo cual es distinto a tocarla bien. Tocaba piezas isabelinas de Byrd y compositores por el estilo. Tocaba a Purcell. Tocaba a Scarlatti. Tengo todas las sonatas de Scarlatti, las quinientas cincuenta en su totalidad (p. 64)

Su inmensa cultura musical unida a la literaria sirve para marcar su enorme distancia con Consuelo. Distancia que creo ver reflejada en esta frase irónica, sarcástica, muy en la línea de otro gran intelectual judío dotado de un agudo y cínico sentido del humor como es Woody Allen

¿Una chica que se quita el tampón delante de mí y luego, porque no he ido a su fiesta de graduación, rompe conmigo? (p. 64)

Una novela, en definitiva, que muestra la lucha interna entre la autonomía o la sujeción en un ser ya pasado de época. Un hombre que quizás equivocadamente piensa que el sexo es una vacuna frente a la muerte o al menos un paliativo del destino inexorable. En el diálogo que mantiene consigo mismo respecto a su relación con Consuelo se dice No me interpretes mal. No es que, gracias a Consuelo, puedas engañarte y creer que tienes una última oportunidad de recuperar tu juventud. Y prosigue, advirtiéndose con una alucinante claridad de mente que Lejos de sentirte joven notas el patetismo de su futuro ilimitado en contraposición con el tuyo, que es limitado, percibes incluso con más intensidad que de ordinario el patetismo de los dones naturales que has perdido.

Un texto profundo, enorme, muy bien escrito, lúcido, independiente, libre, sin atadura alguna a un comportamiento políticamente correcto. En definitiva, Philip Roth (Newark, New Jersey, 1933 - Nueva York, 2018) escritor que se quedó sin Premio Nobel quizás por su tremenda independencia y que aquí en España reconocimos su Obra y categoría con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras el año 2012. Un escritor imprescindible. Un clásico contemporáneo.

Philip Roth, 'El animal moribundo'. 'Elegy', Isabel Coixet (A pares VIII)

Muchas novelas de Philip Roth conocen adaptación cinematográfica y la mayoría de ellas son de mi agrado. Recuerdo ahora la adaptación de "El lamento de Portnoy" dirigida en 1972 por Ernest Lehman, "La mancha humana" que siempre que la veo me encanta dirigida en 2003 por Robert Benton, o "Pastoral americana" que en 2016 dirigió y protagonizó Ewan McGregor junto a Jennifer Connelly y Dakota Fanning y de la que en este blog.

También "El animal moribundo" conoció versión cinematográfica el año 2008 protagonizada por Penélope Cruz en el papel de Consuelo Castillo, por Ben Kingsley en el de David Kepesh y por Dennis Hopper en el del poeta George O'Hearn. Está dirigida por Isabel Coixet y el título que tiene el film es el de "Elegy". La vi hace ya siete u ocho años y tras haber leído ahora la novela creo que ésta supera con creces al resultado de la adaptación a la gran pantalla.

Muchas son las diferencias entre ambas. Para empezar diríamos que el físico de Penélope Cruz aun siendo magnífico no acoge en su integridad el que Roth da a su bellezón cubano tanto en pura carnalidad como en la dulzura y enorme ternura que esa chica de 32 años desprende en el relato novelesco. Ni que decir tiene que la novela es mucho más explícita en sus escenas sexuales que la película. Pero sin lugar a dudas la diferencia más grande entre una y otra es que en el film desaparece el soliloquio retrospectivo o ' diálogo interiorizado' sustituido por uno externo realizado entre el profesor rijoso y su amigo irlandés George O'Hearn.

La cinta en general fue acogida de manera desigual. Para los amantes del escritor norteamericano entre los que humildemente me encuentro es una adaptación insuficiente del gran Roth. Muchas de las cualidades del novelista no encuentran correspondencia alguna en el film. Los detractores de Philip Roth por la crudeza de sus temas y la mostración sin tapujos de las miserias y los deseos humanos clamaron contra el escritor de origen judío considerando que de una mala novela Isabel Coixet había logrado realizar una excelente película.

En mi opinión, Isabel Coixet prescinde de la sexualidad y opta por el romanticismo con profusión de escenas de enamorados que llegan a empalagar y que una vez leída la novela se me revelan como algo falsas respecto al modelo original. Con todo y con eso la película bien merece ser visionada porque Cine y Literatura son dos maneras de narrar que se retroalimentan mutuamente.

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WB Yeats, 1928, ©Traducción de I
Aquél no es país para viejos. Los jóvenes
Tomados del brazo, los pájaros en los árboles
-Aquellas generaciones que se mueren- cantando,
Las cascadas de salmón, los mares atestados de verdeles
, Pescado, carne, o aves, elogian todo el verano
Todo lo engendrado, nace y muere.
Atrapado en esa música sensual descuida todo
Monumentos de intelecto que no envejece.
II
Un hombre de edad no es más que una cosa miserable,
Un abrigo andrajoso sobre un palo, a menos que
El alma aplauda y cante, y cante más fuerte
Por cada arruga en su vestido mortal,
Ni hay escuela de canto sino el estudio de
Monumentos de magnificencia única;
Y por eso he navegado los mares y he venido
A la sagrada ciudad de Bizancio.
III
Oh sabios erguidos en el santo fuego de Dios
Al igual que en el dorado mosaico de un muro,
Vengan del fuego sagrado, giren en un círculo,
Y sean los maestros del canto de mi alma.
Extingan mi corazón; enfermo de deseo
Y atado a un animal moribundo
No sabe lo que es; y llévenme
Al artificio que es la eternidad.
IV
Una vez fuera de la naturaleza jamás tomaré
Mi forma corpórea de ninguna cosa natural,
Sino una forma como la que los Herreros griegos hacen
De oro martillado y esmalte dorado
Para mantener despierto a un somnoliento Emperador;
O ponerse sobre una rama dorada para cantar
A los señores y damas de Bizancio
Sobre lo que ha pasado, o lo que pasa, o lo que vendrá.
[Juan Carlos Villavicencio, 2016.]

Philip Roth, 'El animal moribundo'. 'Elegy', Isabel Coixet (A pares VIII)


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