Revista Opinión

PI: imitar no es estafar

Publicado el 02 mayo 2012 por Israelem @israelem
En muchas zonas turísticas, no sé si ocurrirá en otros sitios. Vemos a inmigrantes vender polos, bolsos, gafas y demás material de grandes marcas como Dulce y Goloso, Lacosta, Toni Jilfiguer, etc. Además, a unos precios de ganga, pero ¿realmente alguien cree que está comprando productos de calidad y de las marcas verdaderas?  Sin meternos en la cuestión de la calidad de los materiales y del diseño, muchas personas compran imitaciones a sabiendas que lo son, conociendo perfectamente que esas no son las marcas y los productos.
Por tanto, ¿por qué habría que perseguirlas? ¿Por qué una marca podría sentir que le están "robando" clientes? Primero, los clientes no se roban, esa la empresa quien los pierde, el cliente es soberano. Segundo, ¿el cliente se conforma con un bolso o polo de imitación pudiéndose comprar uno de calidad y verdadero? Es tan absurdo como decir que por culpa de Renault yo no me compro un Ferrari.
Sin embargo, si uno de nosotros va a una tienda de las que nos encontramos por nuestro barrio y al mirar la ropa vemos algo de Polo o Lacoste, con todos sus detalles y al preguntar nos dicen que es verdadero, aún sin serlo, entonces sí sería una estafa. Pero, no lo sería porque fuese una imitación, si no, porque al incumplido el contrato verbal, es decir, hemos comprado un producto cuando en realidad no lo era.
Por tanto, hay que tener claro cuándo se está atacando una propiedad y de quién, no toda imitación sería un perjuicio hacia el cliente, sólo aquellas que intentan usurpar a la marca haciéndose pasar por ella y por tanto engañando al cliente. Aún así, esta práctica duraría poco en cuanto los clientes se dieran cuenta, correrían la voz señalando el engaño y haciendo que dichos productos no los comprara nadie.

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