El ave colaboró mucho, no desconfió para nada del escondite, pude hacer fotos a voluntad, a pesar de los jejenes que me picaban constantemente, abundantes al acercarme a la vegetación flotante. Luego se fue estirando las patas y zambulléndose hacia aguas más profundas. Estuve tan cerca como a 1,5 metros, distancia mínima de enfoque con el teleobjetivo de 300 mm.













