A petición del asiduo lector Saúl Baas Bolio (@sabassbo en tuiter), rescato mi crítica de Revolutionary Road, tal como la publiqué hace unos cinco años. La cinta estuvo en mi lista de lo mejor del 2009:
Por fin entendí para qué sirve Titanic
(Cameron, 1997): si Leonardo DiCaprio y Kate Winslet no hubieran aparecido en
esa interminable épica romántica, el cuarto largometraje de Sam Mendes, Sólo un Sueño (Revolutionary Road,
EU-GB, 2008), no tendría tan provocadoras resonancias.
Hay mucho de perversión en
el casting de Leo y Kate: once años después de que los dos se juraran amor
eterno, helos aquí convertidos en los juveniles émulos de Elizabeth Taylor y
Richard Burton de ¿Quién Teme a Virginia
Woolf? (Nichols, 1966). Sólo que hay una diferencia: la volcánica pareja de
Taylor y Burton formaban un matrimonio co-dependiente y, por lo mismo, estable.
La pareja de Frank y April Wheeler (Leo y Kate) están mucho peor.
En algún momento, April
quiso ser actriz pero fracasó. Frank trabaja, odiándose a sí mismo, en la misma
corporación en la que envejeció su padre. Los dos son atractivos, admirados y
hasta envidiados por quienes los conocen. Pero todo es una farsa: tienen siete
años de casados, dos hijos y ya han tenido suficiente. ¿Su última tabla de
salvación?: un escape hacia París. Los niños están chicos, ella trabajaría como
secretaria y él podría encontrar su vocación. Por supuesto, la idea de April
será, lo dice el título en español, sólo un sueño.
La producción es impecable
–la ambientación de los Estados Unidos de los 50 llega al virtuosismo- y la
cámara de Roger Deakins es tan eficaz como de costumbre, pero el peso mayor de
este amargo filme matrimonial recae en la fluida dirección de Mendes, en el
trabajo de sus dos actores centrales (¿ha estado mejor DiCaprio alguna otra
vez?) y en la magnética interpretación de un extraordinario Michael Shannon,
quien se roba la película en las dos escenas en las que aparece.
Shannon encarna a un
agresivo esquizofrénico que es el único que puede ver de manera transparente
todo “el vacío y la desesperanza” que se esconde tras la belleza de la pareja
dizque perfecta. Y si la sangre se congela en las venas cuando uno ve a Leo y a
Kate insultarse una y otra vez de la manera más retorcida posible, nadie puede
estar preparado para el más cruel y preciso juicio sobre el infierno
matrimonial de los Wheeler. Las palabras salen de la boca de Shannon y no
debieron haberse pronunciado nunca. Demasiada crueldad. Demasiada verdad.