Revista Cine

Pídala Cantando/XX

Publicado el 16 julio 2010 por Diezmartinez
Pídala Cantando/XX
Hace unas semanas, un asiduo lector de este blog me pidió publicar la reseña que alguna vez había escrito sobre Voraz, de Antonia Bird. Y aquí está, pues, tal como fue publicada en la extinta columna de Cine en TV en Primera Fila del Reforma, hace casi una década.

¿Por qué y para qué un hombre se come a otro? Voraz (Ravenous, EU-GB, 1999), el quinto largometraje de la talentosa cineasta británica Antonia Bird (Safe/1993, Priest/1994, Face/1997, todas inéditas -para variar- en México), propone dos respuestas muy simples a la pregunta anterior: porque no lo puede evitar y para poseer a su congénere de la manera más radical posible.

Después de sobrevivir gracias a su cobardía a una fiera batalla de la guerra mexicoamericana de 1847, el capitán John Boyd (Guy Pearce) es enviado a un lejano fuerte en las montañas nevadas de California, en donde se unirá a una pequeña compañía de media docena de soldados comandados por el desencantado y cínico coronel Hart (Jeffrey Jones impecable, como de costumbre). Hasta ese olvidado fuerte llegará medio muerto un tal Colqhoun (Robert Carlyle, magnífico), quien les contará a los soldados una terrible historia de canibalismo: cierto Coronel Ives empezó a asesinar y a comerse a media docena de colonos perdidos en las montañas y sólo él, Colqhoun, pudo escapar de milagro. Así pues, Hart, Boyd, el sobreviviente Colqhoun y los demás, se dirigirán a las inhóspitas colinas en busca del antropófago Ives para castigarlo por su osado crimen contra natura.

En Voraz el canibalismo se convierte en torcida metáfora de la condición humana y a partir de esta idea la capciosa propuesta argumental del guión ¡original! de Ted Griffin extiende sus vasos comunicantes hacia otros temas: la historia y el origen de los Estados Unidos como nación todopoderosa, el naciente consumismo de los estadounidenses que se convertiría en el espíritu del capitalismo salvaje, el Destino Manifiesto que justificaba el "devorar" al débil país vecino en aras de construir un imperio, la provocadora relación de la antropofagia con el cristianismo (en la misa, usted recordará, comemos el cuerpo y la sangre de Jesús) y hasta una alusión veladamente homosexual en el duelo final entre los dos caníbales, quienes terminarán fundidos en un postrer abrazo erótico/tanático, cual amantes malditos después de un Duelo al Sol (Vidor, 1946).

Estamos, pues, ante una notable alegoría político-histórico-cultural realizada con un bárbaro y desfachatado sentido del humor ("Para un caníbal es difícil conservar amigos", dice uno de los antropófagos) y un vigor narrativo impresionante.

Desde que inicia la cinta -con la repugnante escena de un grupo de soldados devorando unos filetes semicrudos- hasta que termina -con una desatada violencia gore que coquetea con la autoparodia-, es imposible despegar los ojos de las imágenes. Inteligente, provocadora, divertida, excesiva, irónica: todo estos adjetivos se le pueden colgar a esta espléndida película dirigida por Bird quien, por cierto, fue contratada después que el director original (Milcho Manchevski) fue despedido. Como quien dice, el que es perico en donde sea es verde... y la Bird vaya que es perico... aunque de color rojo sangre.


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