Tengo la sensación de que los de mi generación hemos llegado tarde a muchos sitios. Por eso, reclamo la deuda que se tiene con nosotros. Éramos 44 alumnos en clase y conocíamos bien aquello de que "la letra con sangre entra". Ahora vemos que la falta de respeto al profesor y el índice de fracaso escolar son elevados. Hemos pasado de "el que no sirve para estudiar, a trabajar" a que los padres formalicen las matrículas de sus hijos universitarios. Con 23 años te ibas de una casa en la que malvivías con tus hermanos y abuelos; actualmente, por el contrario, los jóvenes no tienen recursos para abandonarla.
A los 21 años dejabas de ser joven para vivir en el mundo de los adultos con tu hipoteca a 10 años e intereses al 14,5 %. Pido la hoja de reclamaciones porque también tengo el derecho a tener 35 u 86 años, lo mismo da, y ser considerado joven. Los estudiantes no teníamos ni becas Erasmus, ni interail, ni bono cultural joven, ni viajes de estudios molones. A muchos nos tocó completar nuestra formación trabajando o en la mili, porque el tiempo es oro y la hipoteca tu mejor amiga. Las mujeres criaban a los hijos solas, desconocían la baja por reglas dolorosas y no había medidas de fomento a la natalidad porque no hacían falta.
Reclamo porque no había colegios públicos para todos y era habitual que te cambiaran a mitad de curso por aquello del ahorro familiar. Los lunes por la mañana, puestos en fila, cantábamos el Cara al Sol y el viernes a la salida de clase el Viva España, ese himno que dicen que no tiene letra y que muchos conocemos. Usábamos jerseys y pantalones con coderas por aquello de que lo "que deja uno le sirve al otro". Y claro, así nos iba, en un ejemplo de reciclaje, porque los calcetines, los guantes y los pasamontañas eran "made in" tu madre y los zapatos, que te apretaban, de tu hermano.
Reclamo porque la dieta era el cocido, el bacalao desalado y el tocino. Todo muy natural y nada procesado, pero que con los huevos, las patatas y los macarrones con chorizo salías a la calle hecho un pincel. Veo las fotos de entonces y flipo porque todos eramos delgados, digo: flacos. Nuestro deporte era correr delante de los "grises" y traer la democracia, que no vino sola: lo hizo acompañada de muchos muertos. Ahora, cuando nos jubilamos, es el momento de pedir la hoja de reclamaciones y recordar a los agoreros que callen o abonen la deuda pendiente.