Tomar el sol nos da energía y es beneficioso para nuestro organismo ya que nos ayuda a sintetizar la vitamina A y D, pero hay que hacerlo con precaución, ya que nuestra piel puede correr peligro.
La exposición excesiva, produzca o no quemaduras, aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de piel, incluyendo el melanoma maligno. Además, el sol es el principal factor de envejecimiento prematuro de la piel y fomenta la aparición de arrugas y manchas. Para que tu piel se beneficie de la energía del sol sin sufrir sus consecuencias, siempre que te expongas al sol hazlo siguiendo estas premisas:
- Exponte al sol de manera gradual. Comienza con 10 minutos y ve aumentando el tiempo sin sobrepasar las 2 horas recomendadas de exposición continuada al sol.
- No todas las pieles son iguales. Debes tener en cuenta que si tu piel es muy blanca no obtenendrás un bronceado tan intenso como las personas con piel más oscura, a pesar de aumentar el tiempo de exposición.
- Utiliza un protector solar con un mínimo de factor 20. El que uses un factor de más baja denominación no significa que te vayas a poner más morena sino que el tiempo de exposición que te va a proteger va a ser menor.
- Aplícate la crema protectora media hora antes de tomar el sol, siempre con la piel seca y extendiéndola bien, para evitar marcas y quemaduras localizadas.
- Repite la aplicación con frecuencia. Y si te bañas y la protección que te has puesto no es resistente al agua vuelve a aplicarte crema al secarte.
- Evita la exposición al sol entre las 12 y las 16 horas ya que es la banda horaria en la que el sol es más nocivo para nuestra piel puesto que incide directamente sobre ella.
- Hidrátate por dentro y por fuera. Bebe mucha agua y date frecuentes baños.
- Cuida tu piel también después de la exposición. Después de un día de playa date una ducha de agua fría y ponte una crema hidratante o after sun.