La humillante derrota de Alexis Tsipras y Syriza en la Unión Europea y ante el símbolo de su unión monetaria, el euro, es un triunfo de la paz y de la cooperación comunitaria, para las que nacieron.
Tras la II Guerra Mundial, durante 65 años, de momento, fueron desarrollándose la Unión y su símbolo económico, mientras desaparecía en 1991 el mercado común comunista creado por Stalin, el COMECON.
Es portentoso que los partidos dominados por comunistas mentalmente soviéticos como la actual Syriza, Izquierda Unida, o Podemos, leninista con añadidos falangistas, pretendan ahora gobernar la UE, creada por ideologías democráticas.
La tesis de los padres de lo que resultó la Unión Europea, socialcristianos, liberales y socialdemócratas como Konrad Adenauer, Jean Monnet, Robert Schuman, De Gasperi y Spaak, era que los nacionalismos y los ultras, de derechas e izquierdas, habían provocado las dos guerras mundiales.
Pare evitar una tercera debían estimularse las libertades cívicas, el comercio libre, las relaciones socioculturales europeas, crear una cohesión monetaria y, finalmente, una unión política al estilo de EE.UU. En eso estamos.
Lo ocurrido esta semana con el euro y Grecia no es por el egoísmo de Estados como el alemán, que ha tratado de evitar la ruina europea.
Lo que ha ocurrido es que Europa ha frenado la vuelta a los tribalismos nacionalistas, a la patriotería, al victimismo creado por los demagogos comunistas y populistas modelo Syriza.
Europa se ha quedado con la soberanía de Grecia, a la que ha convertido en un protectorado, para controlar a sus políticos irresponsables e insensatos.
Y ha puesto “Prohibido el paso” a Marine Le Pen en Francia, a Víctor Orban en Hungría, a Farage en el Reino Unido y a los pequeños patrioteros españoles, el nacionalimperialista Artur Mas, y Pablo Manuel Iglesias, leninista y neofalangista.
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SALAS