Pies: ¿para qué os quiero?…en otoño

Ya estamos casi en otoño (fuera rimas, ¿no?) y de repente empieza una a plantearse un dilema que ya se había planteado en primavera:  ¿ahora que zapatos me pongo?. Esos pies hinchados y dados de si después del calor no dan pie (nunca mejor dicho) a muchas opciones. Ya de por si es traumático dejar la chancla de goma y las sandalias para pasar a clausura. Total, que de repente un día te levantas, te pones tus sandalias esas que llevas todo el verano poniéndote para todo (ya dadas de si y adaptadas a tu pie) y resulta que está lloviendo a mares. Pero a mares. Y claro… No te vas a encharcar. Que luego los resfriados duran todo el invierno.

Así que abres el armario, buscas en el fondo del sitio donde tengas los zapatos (en mi caso están amontonados, la verdad) y buscas… ¿el qué?. That’s the question. Las botas todavía da cosa (y además necesito ir al Primark a comprar calcetines que no tengo), tampoco te vas a poner un botín o un zapato cerrado que el pie no entra. En verdad lo único que me apetece ponerme son unas deportivas tipo Converse que cabe el pie y vas cómoda y no da calor. Pero… hay que ir a trabajar … ay madre, ¿que hago?. No soporto llevar zapato cerrado sin calcetín, no puedo, noooo.

¿Qué me queda?: las sabrinas, manoletinas, bailarinas o como las llaméis. ¿Cómo un calzado tan soso tiene tantos nombres?. Imagino que es para darle un poco de gracia a la cosa. No hay nada más simple que una sabrina. He decidido llamarlas sabrina como homenaje a Audrey Hepburn que creo que es la única persona que las ha llevado con estilo. Lo de manoletina me niego porque no quiero parecer un torero marcando lo que haya que marcar y llena de brillos.

Pero es que no soporto ir tan plana, parezco un pato mareado y encima con los kilillos que he cogido en verano parezco un pato gordo mareado. En fin. que le voy a hacer. Esperaré a que el pie encoja y que llegue el frio para ponerme mis botas y botines de toda la vida.

No me queda otra.