Cosimo
«Sí, piknik; no sé si se escribe así o si es picnic; no tuve facilidades para los idiomas y aquí arriba en el árbol no tengo guguel ni diccionario electrónico para consultarlo. Digo piknik porque empezó todo así. Cuando llegó la primavera, alguien propuso en la oficina: hey, caraculos, ¿que tal si hoy pasamos de ir a papear el menú del bareto de enfrente?; ha llegado la caló, ¿nos compramos unos bocatas en el mesón de la esquina y nos montamos un piknik en el parque de abajo, antes de volver al tajo por la tarde? Lo hicimos así, pero, cuando mis compañer@s decidieron volver al trabajo, yo me quedé tirado en la hierba, dejando que el sol, que en abril ya pica, me tostara la cara y las ideas. Vi el arbol tan frondoso y me subí, como el muchacho aquel, Cosimo, de la novela de Italo Calvino que leí de adolescente. Y aquí sigo: llevo un par de semanas y he escrito esto en una serie de pañuelos de papel anudados. Sólo he bajado una vez en estas dos semanas para dejarles unos mensajes garabateados en unos papelujos a mis compas; se los dejé en los parabrisas de los coches (los aparcan en un parking al aire libre que puedo ver desde aquí). No sé si volveré a bajar.»