Ave de mí, palabra fugitiva
Ahora tú, sencillez, préstame labios
para nombrar las cosas. Tú, la última
en ser considerada, y entre todas
la de olor más antiguo y el más dulce.
La adolescencia olvida tu hermosura,
la muerte y el olvido te discuten,
los hombres vuelven locos tus esquinas.
Como en un árbol viejo, se suspenden
entre tus ramas verdes los alados.
Todo aquel que a ti llega va de vuelta,
todo aquel que te busca va a su encuentro.
Restauras el olor envejecido
de la palabra, llegas al asombro;
das la mano a quien quiere desnudarse
frente a la luz más pura, desenvuelves
la pesada armadura de las voces,
le das al hombre paz, tiñes su sombra
con el color invulnerable y fijo.
Quien te sabe tomar sabe que llega
a ser, al fin, quien quiso ser. Tú sola,
como una madre vieja y poderosa,
enseñas que los nombres y las cosas
han nacido de ti, y a ti regresan,
cansados y sumisos, al regazo
de la primera, hermosa sencillez.
Marinera en tierra adentro
HISTORIAS DEL MAR DE CÁDIZ
"El mar que estuvo enfrente"
LO QUE NO TIENE EXPLICACIÓN NINGUNA, NINGUNA
-repitió la posible arrendadora- es el modo en que quedaron las cosas. Mire -señaló el rodapié del pasillo- arena y salitre, manchas de humedad por todas partes, el papel de la pared, ya lo ve, roto en pedazos...
-Huele a humedad -comentó el hombre-.
-Huele a podrido.
La dueña del inmueble intentó abrir los postigos de la ventana. Sus manos forcejearon unos minutos sin éxito.
-La madera está hinchada -desistió con un suspiro-. No hay forma.
[...]
-¡Oh, Dios mío Dios mío! ¡Es increíble! -la mujer tocaba aquí y allá, intentando reconocer los objetos-.
-Parece que hubiese pasado por encima una ola -dijo el hombre pensativo-. Y se rascó la coronilla.
Pero no había mar, ni enfrente ni en los alrededores. Por el contrario, la campiña se extendía exultante desde el altozano donde había sido construida la casa. El campo se abría, colocado como una manta a cuadros sobre los lomos del declive y los sembrados de pastos relucían al sol. Al fondo, como la giba de un animal adormecido, se alzaba una parda colina de tierra de secano, sin plantío, donde enraizaban arbustos y matojos. Allá a lo lejos, una hilera de álamos y eucaliptos pespunteaban el curso del riachuelo y en el pedregal donde se iniciaba la subida a la colina brotaban acebuches, muy separados unos de otros.
El Hombre pasó el dedo por el alféizar y lo exhibió a contraluz teñido de un polvillo blanco.
-Salitre. Esto es sal marina.
-Pero no es posible, no es posible -repetía la dueña -aquí nunca hubo mar ...
El verano nos hace recordar este fragmento de "La hache intercalada", columna de opinión de la autora en el Diario de Cádiz
Distracciones playeras
Pilar Paz / Pasamar
UNA vez mas, al hundir los palos de la sombrilla playera- los de la hache intercalada e imaginaria también- caigo en la cuenta que lo hago sobre la arena impecable y aurea, en zona beduína de una de las playas mas hermosas del litoral europeo, la de la Victoria [...]
"La hache intercalada en la alhacena, con el olor resabiado por un cultivo de siglos, de menta y orégano, o la no menos perfumada alhucema, o de almohada. Porque la hache intercalada tiene estructura de muelle y materna con su apariencia gráfica e poltrona o mecedora, asiento de Penélope ante el telar donde por la noche se desbarataba el dibujo de la urdimbre en espera de Ulises, tal hace el mar con las mareas en la playa, o el tiempo, que todo lo borra y vuelve a inaugurar en su devenir, o la prensa con los sucesos de la actualidad. [...] La hache es femenina, de hembra, de hombro y de hombre, está en lo humano. También la mujer ha conseguido intercalarse, como la hache, en la tarea colectiva, en cada sitio que antes se le presentaba inaccesible".
Ave de mí, palabra fugitiva
ha de ser de esta manera:
donde no se halle ausente
el chocar de los élitros,
el masticar del perro.
Un golpe, o los que sean,
cuando se rompen solas.
hará danzar al tiempo.