Los caminos del lector, como los del Señor, son inescrutables. Quiero decir que la llegada a unas lecturas, así como la dejada de otras obedece a los caprichosos vaivenes que suceden en la cabeza del lector según que uno va leyendo esto o aquello. En este caso mi arribada hasta esta escritora colombiana se ha debido a la lectura frecuente que hago de blogs que merecen toda mi confianza. En ellos, y de manera reiterada, vi durante el año 2023 e incluso también durante el anterior cómo las novelas de Pilar Quintana aparecían comentadas positivamente con frecuencia. Apunté el título de Los abismos para probarme con esta caleña.
Pilar Quintana (Cali, 1972) es autora de cinco novelas y un libro de cuentos. Recibió en España el Premio de Novela La Mar de Letras por Coleccionistas de polvos raros. Participó en el International Writing Program de la Universidad de Iowa como escritora residente y en el International Writers' Workshop de la Universidad Bautista de Hong Kong como escritora visitante. Con su novela La perra, traducida a quince lenguas, fue finalista del Premio Nacional de Novela y del National Book Award y ganó el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana y un PEN Translates Award. Con la novela que acabo de leer fue merecedora del XXIV Premio Alfaguara de novela 2021.
(según reza la contraportada de la novela)
Claudiavive con sus padres en un apartamento invadido por plantas que se estiran para tocarla. Como todas las familias, la suya contiene una crisis, y solo hará falta que algo o alguien llegue a detonarla. Cada quien tiene un punto de quiebre en la infancia, y Claudia, la protagonista de esta historia, narra, desde la expectación y la mirada aguda de cuando fue una niña, los hechos que abrieron las grietas por donde se colaron los peores temores, aquellos que son irreversibles y empujan al borde del precipicio. Los abismos es un relato estremecedor en el que una hija asume las revelaciones de su madre y los silencios de su padre para empezar a construir su propio mundo.
"Quería vérselas de nuevo con el abismo, sentir la cosa rica en la barriga y el miedo y las ganas de saltar y de alejarse"
Naturaleza y familia se mezclan en ese apartamento de Cali donde viven y en cuya planta inferior las plantas están desatadas. Estas plantas las cuida Claudia madre y son un poco ella; al final ya no están tan desaforadas, del mismo modo que también ella ha abandonado muchas de las apetencias donde se cobijaba: el whisky, la pasión erótica por otro distinto al marido, abismarse para escapar, realizarse a través del trabajo... La familia se ha salvado, quizás sí o quizás no, para sumirse en el abismo de la vulgaridad, la cotidianidad, el hastío...
Todo lo anterior es presentado desde la perspectiva inocente, ingenua, fantasiosa, pero también perspicaz y prematuramente madura de Claudia niña, la cual debe de crecer apresuradamente para poder sobrevivir en el mundo familiar que le ha tocado vivir; ella procurará que los miembros de esta familia no se despeñen por los precipicios que se abren a su alrededor. ¿Quiénes son los integrantes de esta familia? Son los siguientes: la madre -de nombre Claudia, igual que su hija- a la que casaron con un hombre veinte años mayor que ella al que no amaba; el marido Jorge, persona ensimismada preocupada fundamentalmente por el supermercado que les dejara su padre a él y a su hermana Amelia; la tía Amelia, mujer cincuentona que un día vuelve a Cali casada con un joven de 30 del que Jorge sospecha que sólo quiere el dinero de su hermana; Gonzalo, el joven apuesto y vivaz que introducirá la crisis (un abismo más) en la familia de la niña. Además de estos personajes protagonistas, en la novela aparecen toda una serie de secundarios como Gloria Inés, prima lejana de mamá Claudia, que se tirará por el balcón de un 18º piso; Rebeca, la madre de dos compañeras de colegio de Claudia madre, desaparecida sin previo aviso hace ya treinta años cuando ella era niña y sobre cuya suerte se lanzaron la mar de posibilidades; Porfirio y Ana, guardeses de la finca a la que Jorge y las dos Claudias van a pasar una temporada en verano; Yesenia, la empleada doméstica; Paulina, la muñeca 'amiga' de Claudia niña; etc.
Muy interesantes son los diálogos entre las tocayas, la madre y la hija. Mamá Claudia cuenta a su hija sucesos que seguramente no son adecuados para una niña. Pero ésta, con su ingenuidad infantil, no hace más que inquirirle, preguntarle por esos acontecimientos de los que Jorge, el padre, apenas habla y que cuando se entera que la madre los cuenta a la niña se muestra más que molesto. En situaciones así, sobre la reacción de Jorge dice la niña: "Mi papá siguió mudo. El monstruo, lo sentí en su respiración agitada, asomándose". Que una persona adulta hable a una niña como si ésta lo fuera es revelador de cierta insania mental. No al contrario. O sea que una niña de 8 años hable con igual soltura a su madre que a su muñeca Paulina es entendible dada la mente infantil de una persona de esa edad.
La relación entre ue Paulina fuera el sustituto en positivo de la falta de atención que para sí hubiera querido por parte de sus padres. Sin llegar al despego excesivo de su abuela materna que declaró a mamá Claudia infinidad de veces que haberla tenido truncó su vida, la narradora niña se siente menospreciada por su madre, quien siempre la coloca en un nivel distinto al de las otras niñas, en especial al de las hijas de Claudia y Paulina, su muñeca, es interesantísima. Como si se tratara de un muñeco vudú Claudia proyecta sobre ella todos sus deseos e insatisfacciones; es como si pensara q Mariú y Liliana las amigas de Claudia madre. Así Mariú al conocer a Claudia dice a su amiga de la infancia:
Se agachó para quedar a mi altura. Tenía los ojos grises con vetas oscuras y claras, y mientras me miraba, tan cerca y tan fijo, sentí que su belleza se derramaba sobre mí.
-Qué linda -dijo la más linda de todas.
Se irguió. Mi mamá le agradeció el falso cumplido y Mariú buscó alrededor.
-Las mías están por allá.
Las tres tenían trenzas de riñón y vestidos blancos idénticos, con un bordado en el pecho, mangas bombachas y un moño atrás.
-Hermosas -dijo mi mamá admirada de verdad-. Esos vestidos son como azúcar."
La narradora niña ama a sus padres, aunque tras la crisis habida en su familia, sea consciente de que las cosas ya no son como antes y a veces ante el comportamiento de su madre llegue a decir que "es la peor madre del mundo". Es consciente de que hay grietas en la familia y añora por ello la situación anterior
"Antes de la pelea de mis papás, de la pelea de mi mamá y mi tía, de que llegara Gonzalo a la familia, yo tenía certezas. Las mamás tenían hijos porque los deseaban. Mi tía Amelia vivía feliz en su mini apartamento con sus batolas. Mi abuelo era un hombre triste. Mi papá, el más bueno del mundo."
"A mi abuelo se le brotaron las venas de la garganta y con su voz más gruesa le dijo que lo que hacían las señoritas decentes era casarse y que cuál universidad ni Derecho ni qué ocho cuartos."
"No encontré a Natalie Wood en la recién llegada ¡Hola! En cambio, sí a la princesa Grace de Mónaco, cuya muerte en un accidente de tránsito también obsesionó a mi mamá."
Con " Los abismos" cumplimento la letra Q del Reto 'Autores de la A a la Z' y añado un título más al Reto '25 españoles'.