Pilar Rahola, replica a Carlos Herrera su anterior artículo. Hoy lo hace en La Vanguardia. En su columna de toda la vida. En el, la señora Rahola resume el nacionalismo en buenos y malos. Buenos son todos, malo solo el español. Por lo visto para la señora Rahola, todos pueden presumir de tener los melocotones mas gordos por poner un ejemplo, a excepción de los españoles, que ya incurrirían en un nacionalismo añejo y antidemocrático- como si no lo fueran todos-.
Desde nuestra humilde opinión le decimos a Carlos Herrera " que necesidad tiene usted de estos líos de letras, banderas y sangre". Que con pan se lo coman..... Aquí mas abajo tienen el artículo.
La mala memoria.
Inútil, demagógico, intestinal y barato; lo de barato, seguro, porque los catalanes amamos el ahorro.
Este artículo debería ser inútil, si la memoria colectiva no fuera tan frágil. Pero la historia la hace quien tiene el micrófono más fuerte y a golpe de reescribirla con renglones torcidos, al final lo torcido parece recto. Es por ejemplo lo que ocurre con el nacionalismo catalán, convertido, en boca de muchos notables, en un perverso palabro. La última vez que me he topado con esta lindeza ha sido en mi rifirrafe con Carlos Herrera, quien respondió con amable dureza en ABC a mi artículo previo. Lo cito porque Carlos resume con habilidad el argumento instalado en el debate político y que tiene al nacionalismo catalán como centro de muchas maldades. Dice Carlos: "En cuanto a la 'miserable basura del nacionalismo catalán', que cito en mi artículo, créeme que lo hago desde la más pura ansia descriptiva: no me interesan los nacionalismos, ni el catalán, ni el vasco, ni el alemán, ni ninguno, porque creo que jamás han aportado a la ciudadanía más que argumentos intestinales, demagógicos y baratos". Es decir, y por interpretación inversa, los nacionalistas son estomacales, sin categoría e inútiles para la sociedad. Y es así como por arte de magia, algunos discursos se sitúan por encima de esa maldad intelectual, y quedan como liberales de tomo y lomo empadronados en el planeta Tierra.
Sería bonito si no fuera tramposo. Primero porque la mayoría de los que desprecian al nacionalismo catalán son militantes acérrimos del nacionalismo español, ese que no necesita existir porque ya existe en todas partes. Y a menudo expresan ese sentimiento identitario con un lenguaje kitsch y arcaico. Perdonen pero, por ejemplo, no hay nada más ridículo que mezclar el sentimiento colectivo de un país a unos tipos vestidos ridículamente que salen a una plaza a torturar animales para que otros jaleen su agonía. Pero incluso aceptando que no fueran unos convencidos nacionalistas españoles, aún quedaría lo del desprecio al nacionalismo catalán. Inútil, intestinal, demagógico y barato. Lo de barato, seguro, porque los catalanes amamos el ahorro. Intestinal, es probable, porque todas las convicciones mezclan los órganos con facilidad. Y demagógico, también, porque esa tentación no escapa a nadie, tampoco a ellos. Pero ¿inútil? Estimado Carlos, el nacionalismo catalán luchó por las libertades de todos, fue el motor de la España autonómica y ha tenido un alto sentido de Estado, cuando algunos patriotas españoles lo han perdido alegremente. Me gustaría saber cómo habría sido la transición española sin la utilidad y la responsabilidad de ese malvado nacionalismo catalán. No. Hay nacionalismos dañinos. Son aquellos que usan los estados para agredir a otras identidades, culturas o lenguas. La historia está llena de ellos. Pero hay nacionalismos que solo quieren preservar la identidad milenaria de sus pueblos. Y esos generalmente no agreden. Se defienden
publicado el 17 enero a las 08:27
Barcelona: archivo de … alevosías (II) Concluye mi primer artículo haciéndole una pregunta al pueblo catalán, en el caso de ser las demás Autonomías quienes hubieran decidido echarles de España a ellos. El clamor habría sido internacional ante tal avilantez, como sería el abandonar a su suerte a unos compatriotas porque sus industrias y tierras no son rentables y ubérrimas, respectivamente, es una especie de genocidio. Y no se convocaba el referendo porque la inmensa mayoría de los españoles nos opondríamos como fieras a semejante vileza. Sí, la misma que emanó desde el primer segundo de gobernación nacionalista y sigue vigente hogaño, la que fue filtrada al diario “El País” en 28 de octubre de 1990, dando órdenes para alcanzar la catalanización en toda la Autonomía, en diversos organismos de vigilancia en la formación de Tribunales de oposiciones, centros de Enseñanza etcétera. Tres, son tres, las causas más importantes en las normas de los Derechos humanos de protección forzosa: ser detenido, preso o DESTERRADO. Hasta por una sola familia ¿puede un Gobierno inhibirse de esta protección al ser un derecho inalienable, en obligar a imponer las normas—todas—del Estado de Derecho, con sentencias incluidas, del más alto Tribunal de Derecho de la única nación que formamos en la unión con todas las demás regiones, y que, en la víspera de aprobar la Constitución, en contra de lo decidido por su Gobierno, Adolfo Suárez, en una deserción ante el enemigo, en el acto de entregar al B.O.E, con presencia de un ministro, del texto de la Constitución, dio de forma subrepticia un papelito indicando que se incluyera la palabra nacionalidades en el Título Preliminar, Art. 2? (Revelación en La Ser, en el programa matinal, en una entrevista con el personaje que le acompañó en dicho momento). La frase que le dio Suárez a su secretaria, de haber sido traicionado por todos, era copia sucia de lo hecho por él en dicha aleve acción. Lo que pretenden hacer los nacionalistas, separarse de España con una disculpa basada en una guerra acaecida hace 300 años y que para mayor desvergüenza, ellos, conservan en un museo el Manifiesto de los propios defensores de la Ciudad Condal, en el que declaran que luchan porque sea coronado Rey de las Españas, el Archiduque Carlos III de Austria. Claro que el pueblo era el defensor, pero a las órdenes, incluido Casanova, del general Villarroel, mando superior en Barcelona del Ejército de guarnición en la misma, que es con quien el inglés, Conde de Berwick, a las órdenes de los Borbones, como el mando militar de sus huestes, en su momento parlamentaría la rendición no aceptada por los sitiados, y no con un paisano, Casanova, Conseller de Cap. Y a él, Villarroel, es a quien detienen al pasar las tropas; juzgan ulteriormente e ingresan en la prisión del Alcázar de Segovia, mientras que el paisano Casanova, huyó disfrazado de fraile y regresa después de cuatro años, como un Juan Peranzules cualquiera. Ciento setenta y cuatro años después, los creadores del nacionalismo levantan el monumento a Casanova y lo erigen como el máximo cargo que defendió la ciudad, tergiversando la historia. A la sazón no se había ideado y puesto en práctica en ningún país, los llamados monumentos o “tumbas al soldado desconocido-“. Por coherencia, en el elevado a la memoria de Casanova, deberían titularlo: Tumba al paisano desconocido”. Como grandes culpables del desarrollo del nacionalismo nos encontramos con la figura del charnego, cuya cobardía les hizo a muchos seguidores de aquél, más papistas que el Papa, adicionando mayor violencia a la causa para tratar de tapar sus orígenes. Debieron del ser el bastión ante semejante peligro, y con sus simples votos, sin necesidad de actos heroicos, parar sus embestidas, y hablar siempre en su español universal, el segundo idioma más hablado en el mundo, y dejarles que siguiesen con su provincialismo paleto. Los naturales de 14 países hablan el español, y son nacionalistas puros. Y hay otras seis naciones, al menos, que tampoco lo hacen en sus lenguas provenzales. Lo hacen en inglés y en portugués. Tenemos el caso del PSC, que retiró como si fuera una letra leprosa, la E de España. Ningún español normal, racional y con sentido patriótico debió formar en ese credo. Durán y Lérida es un padre putativo de los charnegos. Hez entre sus heces. El Gobierno vasco en el exilio, tras la guerra civil, instó de los Estados Unidos, la autorización para emitir pasaportes de ellos, para que les concediera su aquiescencia, obteniendo la siguiente contestación el día 18 de marzo de 1.943, que hubiera sido la misma que le hubiesen trasladado entonces, y ahora, al honorable President de la Generalitat, el señor Tarradellas: “La emisión de pasaportes extranjeros en suelo americano, es un ejercicio de un poder soberano que requiere el consentimiento de las autoridades de los Estados Unidos. Los vascos, al no constituir ningún poder soberano reconocido por ni un solo Gobierno del mundo, carecen de potestad para emitirlos”. Antonio de Ávila Comín.-