La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden.
Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado El sillón, del escritor argentino César Antonio Alurralde (1930). César Antonio Alurralde nació en Salta en 1930. La mayoría de las producciones literarias de este autor siguen la línea de lo popular: las coplas, los haikus, los cuentos breves. Dice que lo que busca es llegar a la gente, y para eso se precisa evitar la dificultad y permitir hacer sentir el poder de las palabras y de las historias, siempre mediante la musicalidad y el humor cotidiano. Su relato, incluido en la obra Puro Cuento (1990), tiene veintisiete palabras, y dice así:
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El sillón
Se lo pasaba sentado todo el día, su trabajo al menos así lo exigía. Sólo fue necesario un impulso de sus manos en el sillón de ruedas.***
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
HArendt
Entrada núm. 2633[email protected]La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)