Son pocas las obras que se atreven a explorar un acontecimiento reciente que haya sido traumático para un país entero. Casi siempre se necesita tiempo para que de un hecho polémico surjan novelas, series de televisión o películas. Se suele tildar de falta de valentía a sus autores por no “atreverse” a sacar el tema cuando está de actualidad, pero es cierto que para analizar una guerra y sus consecuencias se necesita el poso que solo el tiempo da, por eso quizás Homeland se ha hecho en el momento más oportuno.
Una década después de que empezara la inacabada (o mejor dicho, “nuncaacabada”) Guerra de Afganistán como respuesta a los ataques del 11-S, Homeland nos trae lo que promete ser un análisis crítico de calidad envasado en una de las series sorpresa de la temporada. Una mirada necesaria a los servicios de inteligencia estadounidense, en concreto la CIA, y al papel crucial que desempeñan en Oriente Medio. La lucha de intereses y los engranajes de esta organización se mezclan con la historia de una familia desde la que se puede tener una perspectiva diferente de lo que supone esta guerra.
El argumento de Homeland gira en torno a una posible traición. Carrie Mathison (interpretada por Claire Danes) es una agente de la CIA destinada en Irak durante años que se dedica a obtener información sobre el terreno a través de sus confidentes. La serie comienza cuando allí intenta conseguir la conmutación de la pena de muerte de un condenado por terrorismo islamista a cambio de información importante que podría desmantelar un atentado en suelo norteamericano. Pese a no logrorarlo, en el último momomento el reo le confiesa al oído que un soldado norteamericano ha sido “convertido”.
Esto cobrará sentido cuando 10 meses después en una operación de la CIA coordinada por su subdirector David Stes se libera en Afganistán al sargento de la Marina Nicholas Brody (Damian Lewis), quien lleva desaparecido en combate y dado por muerto desde 2003. Desde ese momento Mathison luchará por llevar a cabo un seguimiento del sargento, quien puede ser ese “soldado convertido” y una amenaza para el país, ya que teme que detrás de este reclutamiento se encuentre Abu Nazir, el “nuevo” hombre más buscado del mundo tras la muerte de Bin Laden.
Si bien la serie peca de tratar con poca originalidad temas como el reencuentro entre Brody y su familia tras ocho años (aunque hay que decir que esto se hace más ameno gracias a la brasileña Morena Baccarin) por ahora la dualidad de su personaje sorprende. Su perseguidora, la agente Carrie Mathison, tampoco adolece de tener una personalidad plana, ya que se nos describe como una misteriosa paranoica y neurótica que se automedica. Ahí está el juego de la serie, en quién confiar. En quien no hacerlo está claro, el alto mando del ejército de EEUU. Quien es tachado de oportunista, de querer aprovechar al nuevo “héroe de América” para legitimar su papel (y el costoso despliegue militar) en Oriente Medio ante la opinión pública y los políticos. Apuntarse un nuevo tanto tras el asesinato de Bin Laden.
Pero Homeland no es una serie maniquea. Hay juego político y chanchulleo, está claro, pero también se nos presenta un lado honesto y decente de la CIA, personificado en el papel de Saul Berenson (interpretado por el siempre grande Mandy Patinkin, la serenidad en persona además del personaje de culto Íñigo Montoya), mentor de Carrie y veterano que sabrá lidiar con este caso y los métodos dudodos de su discípula.
Parece la tapada de la nueva oleada de series, y es que Homeland cuenta con un aval más que importante. Una parte del equipo de 24 forma parte de la creación de esta serie, en concreto los guionistas Howard Gordon y Alex Gansa. Su mano se hace notar, así, la protagonistas tiene toques a lo Jack Bauer. Por el momento la audiencia está respondiendo y la crítica bendeciéndola. Parece que el único problema es para el espectador, pues con semejante argumento no parece una serie que dé para muchas temporadas. Pero por ahora no podía haber tenido mejor carta de presentación.