Los años de pasear por la montaña me han confirmado…hermosa palabra que es hermana de la confesión y de la confianza, las tres pues caminan del brazo en la serenidad del corazón y del alma para caminar por esta tierra sin sobresaltos, siempre con el respeto hacia cada persona, hacia cada ser vivo o inerte (si acaso existen los seres inertes pues aún las rocas tienen su movimiento y su caricia de la naturaleza, la nevada, los vientos…), hacia el pensamiento, hacia la luz…
Me han confirmado, digo, que el silencio y la naturaleza se mezclan en la mente y en el corazón para hacer hueco en las entrañas y sentirnos hermanos de las aves, de los rumiantes, de los vegetales; el alma se enrosca en la tierra toda y así estalla en luz y misterio monte arriba hasta cruzar arroyos y descansar sobre las rocas en el Collado Albo de amplitud serena a la vista de Siete Picos.
Sobre los peñascos de Collado Albo con la vegetación inmediata y Siete Picos al fondo.
Más tarde subiré hasta la Pimpolla Negra a través de estrecheces de roca y árboles, porque la montaña confirma la necesidad del esfuerzo constante para llegar a pequeñas metas que aumentan la libertad común; nada se puede pensar a escala individual si pretendemos colaborar a una sociedad más feliz, la montaña también sabe que lo que tenemos y conseguimos desde el esfuerzo, es entrenamiento y es entrega para el beneficio de la sociedad entera.
La montaña me ha confirmado en la necesidad de peregrinación continua por esta tierra que es, unas veces, roca de difícil tránsito y, en otras ocasiones, fértil ladera de sosegado ascenso. Así vamos llegando a los Riscos de la Cueva Lirón y al dificultoso Cóncavo de Siete Picos de bellísima vegetación, de asombrosas vistas, de duras llambrias que ponen prudencia en el caminar.
La Pimpolla Negra es una amplia llanada cubierta por piornos y vegetación baja, coronada por este árbol solitario que me cobija.
La montaña me ha confirmado en la dulzura musical del agua, en su sereno paso por las dulces praderas, en sus saltos fieros entre las rocas por donde salta sin temor entre el sonido de las ramas y el musitar continuo del roce de las piedras de innumerables tamaños que acá y allá asoman y se ocultan creando brillos y arcoíris.
Pausa de pan y queso, fruta y agua fresca…
Paso clave entre rocas hacia la Pimpolla Negra.
Cruzamos las Praderas de Navarrulaque para retomar la Vereda de Las Encinillas y volver al punto de partida en el antiguo apeadero de Camorritos en Cercedilla después de gozar de la belleza de Guadarrama en uno de sus recorridos no muy frecuentados, lleno de serena ensoñación, de recompensado esfuerzo. El Guadarrama es una escuela de esfuerzo, sosiego, libertad, entusiasmo, literatura y vuelo, matemática y botánica… aquí podemos encontrar la raíz cuadrada de la distancia recorrida, la raíz de los helechos y los enebros, la raíz de nuestro entusiasmada marcha…
Javier Agra.