Revista Viajes

Pinceladas de la dulce Jordania

Por 21wonders @21Wonders

Un recuerdo dulce, un final soñado, así recuerdo mis días en Jordania, los últimos del viaje. 10 días por un país que tenía en mi lista desde el primer borrador, principalmente por Petra, pero que esconde muchos más tesoros que una de las mejores maravillas del mundo.

Aquí os traigo algunas pinceladas que os acercarán un poco al encanto de un país amable, cercano y que, a bien seguro, os acogerá con todo su calor y cariño.

Lo primero a destacar es la amabilidad del pueblo jordano especialmente con los españoles, incluso la policía al pararte con el coche, te saluda, te da la bienvenida al país y te desea buen viaje, no había visto nunca nada igual. En los restaurantes, desde los más humildes hasta los de más nivel, todo son buenas palabras y te hacen sentir como en casa. En los hostales y hoteles todo el personal trata de ayudarte en todo lo que necesitas, incluso en lo que no. En los comercios, la gente te sonríe, no te atosigan, hasta en eso parece un país árabe diferente.

Atardecer desde el mirador del Mar Muerto
Atardecer desde el mirador del Mar Muerto

Y recuerdo sus sabores: el dulce de sus frutas o dátiles, la cremosidad y suavidad del hummus o el mutabal, la intensidad de sus salsas o sus sabrosas carnes. Y todo ello acompañado por un buen aceite de oliva con especias y regado por un sabroso té.

Un sabroso Hummus
Un sabroso Hummus

Con la libertad que supone alquilar un coche recorrí el país de norte a sur con calma y sin prisa. De Jerash a Aqaba, con base en Madaba y parando en los principales puntos de interés del país.

Pensar en Jordania es pensar en historia, pero no reciente, sino de hace miles de años. Ciudades romanas, ciudades excavadas en piedra, caravanas por un desierto rojo, mares que se abrían en la Biblia o el lugar donde bautizaron a Jesús. Jerash, Petra, Wadi Rum, el mar Muerto o Betania, son estos lugares y son visita obligada en un paso por el país.

Madaba desde las alturas
Madaba desde las alturas

Jerash te sorprenderá porque no es tan sólo una antigua ciudad romana hace más de 2000 años, sino que era una de las ciudades más importantes de todo Oriente Próximo. La entrada sur cruzando el arco de Adriano y los paseos por sus antiguas calzadas de piedra te harán sentir retrocediendo en el tiempo.

La plaza ovalada de Jerash
La plaza ovalada de Jerash

La impresionante plaza ovalada en el centro de la antigua ciudad, flanqueada por el foro y los templos de Zeus y Artemisa, es la que te da acceso a la larga avenida de columnatas que te lleva entre templos, iglesias, baños y teatros. Un paseo por el tiempo.

Recordar Petra es emocionarse, porque es una maravilla que tiene algo especial, una intensidad, unos colores, unas dimensiones, una historia que no puedes compararla con nada que conoces ni seguramente conocerás. El sobrecogedor desfiladero del Siq, el camino que te lleva hasta el Tesoro, es lo más emocionante que recordarás en mucho tiempo y cuando comienzas a atisbar la luz de la salida sentirás que estás ante algo grandioso, como así es.

El final del desfiladero del Siq y el comienzo del Tesoro
El final del desfiladero del Siq y el comienzo del Tesoro

El Tesoro te impresiona, te sobrecoge, te deja sin habla. Y cuando al día siguiente caminas por la antigua ciudad nabatea, subes a su parte alta y contemplas el escondido Monasterio ya sientes que ha merecido la pena visitar un país tan sólo por Petra, pero guarda aún más cosas…

El Monasterio de Petra
El Monasterio de Petra

Y cuando esperabas que con Petra se acabara todo, llega el desierto de Wadi Rum para poner las cosas en su sitio. Para demostrar que la naturaleza puede competir con la mano del hombre, que los lugares más inhóspitos pueden ser los más encantadores. Que una noche bajo las estrellas con un simple fogón y una buena conversación, puede superar a casi todo lo que habías vivido antes. Un desierto rojo que se te graba a fuego en tu corazón.

Contemplando el desierto de Wadi Rum
Mi padre contemplando el desierto de Wadi Rum

El punto más bajo del mundo, esa es la carta de presentación del mar Muerto, situado a 416 metros por debajo del nivel del mar. 810 kilómetros cuadrados, que separan la paz de la guerra. Obviando la feria turística que ha supuesto el hecho de bañarse en él, por sus destacadas propiedades terapéuticas, me gusta destacar este mar por la preciosa carretera que lo recorre y por los bellos atardeceres que desde su mirador se contemplan. De nuevo, el peso de la historia aparece al pintarse los tonos azulados de la noche y contemplar cómo se iluminan tenuemente los  territorios israelís y cisjordanos situados frente a ti.

Atardece en Jordania y se enciende Israel
Atardece en Jordania y se enciende Israel

Me gusta recordar los lugares por los atardeceres y la paz que me transmiten y en esto Jordania se convirtió en un destino clave. Contemplar como el Sol se esconde por el mar muerto, las luces de Israel que se encienden y en el silencio del desierto, son momentos que guardas para siempre. Lienzos de cuadros llenos de colores amarillentos, azulados y oscuros. Tan sólo son tres momentos, pero circulaba con el coche, de día y de noche, por carreteras sinuosas paraba en cualquier lugar y sólo escuchaba el sonido del intenso viento al anochecer. Fue una maravillosa sensación volver a recuperar la tranquilidad tras la intensidad de China.

Paisajes camino de Petra
Paisajes camino de Petra

Jordania es un reino de paz, de apasionados de la historia, de amantes de los viajes, de personas que disfrutan aprendiendo, de ilusionados por ver que existen lugares en medio de todo y sin miedo a nada. Un país seguro, tranquilo, amable, que te dará mucho más de lo que tú podrás ofrecer, que te hará sentir triste al marcharte y feliz por haberlo conocido.

Contemplando con tristeza el último día de viaje
Contemplando con tristeza el último día de viaje

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