Ping, el emperador

El rumor no es noticia. Es una de las máximas que te enseñan en los primeros días en las facultades de Ciencias de la Información, como antes nos enseñaban la pirámide invertida o lo de que el hecho de que un perro muerda a su dueño no interesa pero sí que sea el dueño quien muerda al perro.

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El rumor no es noticia y los rumores, por lo general, me joden. Por eso la rumorología sobre los chinos en nuestro país, tan abundante y variada, siempre me ha parecido una chorrada. Ya sé que se han desmantelado en muchas ocasiones redes de explotación laboral de ciudadanos chinos, sí, y que la expresión aquella de trabajar como chinos no es gratuita, pero reconozco que seguir la trama de la Operación Emperador me ha desbordado.

Blanqueo de capitales, falsificación, organización criminal, sicarios, extorsionadores, coacción, amenazas, Nacho Vidal, concejal socialista, 80 detenidos, posibles asesinatos…, no me digan que no es como para dejarla a una exhausta, máxime cuando la novela negra nunca ha sido santo de mi devoción.

Y al frente de toda esta maraña el que ha venido a bajarme del guindo: Gao Ping, ese padrino chino que me ha hecho temblar al ir a comprar ayer, en el chino de mi pueblo, unas flamantes zapatillas de andar por casa de ¿Hello Kitty? para la niña de mi prima. He tratado de imaginarme cómo llegaron hasta el estante del pasillo central y me ha entrado tal ataque de ansiedad que, a toda prisa, se las he entregado a la señorita, china por supuesto que, con su sonrisa habitual me ha dicho desde el mostrador: tles eulos.

¿Le llegará algún porcentaje a Ping, el emperador?