(Fuente: abc.es)
Algunos se escandalizan de que haya que disponer de traducción simultánea en un Parlamento Nacional. Olvidan que este es el caso, por ejemplo, en los Parlamentos de Bélgica o de Suiza. Claro que allí la situación nada tiene que ver con la española. En los territorios de Bélgica y de Suiza hay varias lenguas que son oficiales en algunas partes del país, y no en otras. Es decir, no existe ningún idioma reconocido como oficial (o cooficial) en todo su territorio. Yo, personalmente, he sufrido la penuria de intentar entenderme en francés con un ciudadano de Amberes (Antwerpen), o de estar obligado a recordar cómo se decía pan en alemán, para que una cena en Zurich pudiera culminar razonablemente.Pero la situación en esos países nada tiene que ver con la que tenemos en España. Aquí, consagrado por la propia Constitución, hay algunas lenguas cooficiales en diversas Comunidades Autónomas. Así, en Galicia el gallego es cooficial con el castellano; y lo mismo sucede con el euskera o el catalán. Pero, en toda España, el castellano es el idioma oficial o al menos cooficial. En otras palabras, el catalán, por ejemplo, es cooficial en el territorio de Catalunya, pero no es una lengua cooficial en el conjunto del Estado español.Desde un punto de vista práctico, esto significa que entendemos que el castellano es el idioma en el que todos los ciudadanos de España podemos entendernos unos con otros. Y, de hecho, los propios senadores se entienden en castellano con sus colegas de otras partes del Estado cuando toman un café juntos antes o después de las sesiones. Sin menoscabar, para nada, los derechos de las respectivas lenguas cooficiales en sus respectivos territorios.Debo aclarar que yo soy catalán, y manejo el catalán sin problemas. Y también puedo, prácticamente, entender el gallego. No es lo mismo, claro, con el euskera, ya que nunca he tenido la necesidad de aprenderlo.(Fuente: elpais.com)
Y debo también destacar que mi concepto sobre la multiplicidad de idiomas es el de una maldición divina (ver mi artículo La Torre de Babel). Reconozco sin ningún problema la riqueza cultural que ello supone, y las aportaciones musicales y cromáticas que los diversos idiomas representan. Pero, desde un punto de vista práctico, la existencia de miles de idiomas diferentes en todo el mundo es, directamente, una maldición divina, al hacer muy complicado, a menudo imposible, que gentes de diferentes partes del mundo podamos entendernos sin demasiados problemas.Volviendo a casa, el tema se ha planteado en el Senado. A falta de una remodelación en profundidad de la cámara alta, que nadie entiende muy bien para qué sirve, se acostumbra a compartir el criterio de que el Senado es la cámara de representación territorial, por lo que es normal que el debate lingüistico se haya planteado ahí en primer lugar. Que el Senado tenga o no esa función, es otra conversación.Se ha decidido, pues, que las intervenciones en determinados Plenos del Senado puedan producirse en cualquiera de las lenguas que es cooficial en alguna de las partes del Estado. Y para preservar una de las funciones primordiales de cualquier Cámara Parlamentaria (que los asistentes entiendan por completo a cualquier interviniente), se ha habilitado un sistema de traducción simultánea que tiene un coste testimonial, pero para nada despreciable.Oía esta mañana, en los Desayunos de Televisión Española, al Presidente de Extremadura (Guillermo Fernández Vara) que planteaba una posible tercera via para este tema. Una boutade que, sin embargo, tiene mucho sentido para ilustrar los sinsentidos. Proponía que para armonizar el derecho de cualquiera a expresarse en el idioma que le resulte más familiar y cómodo (siendo cooficial en su territorio) con el deber de ser correctamente entendido por todos los demás, las intervenciones en lenguas diferentes del castellano deberían ir seguidas seguidas inmediatamente por la misma intervención en castellano. Es decir, que el que dispone de (por ejemplo) cinco minutos para su intervención, debería disponer de diez minutos si la va a hacer en una lengua distinta al castellano. Más pronto que tarde el cansancio de unos y otros devolvería las cosas a una situación razonable.Lógicamente, la alternativa más cómoda y lujosa a esta aproximación es disponer de un servicio de traducción simultánea. Lo que ocurre es que resulta impresentable que el Senado se permita ese lujo en unos momentos de crisis en el que todas las instituciones y ciudadanos de este país estamos llamados a la austeridad. Es como tomar jamón ibérico de bellota con pan duro y vino de tetra brik.En inglés existe una frase muy ilustrativa, que es el nice to have (en traducción libre, podríamos decir sería bueno tenerlo). Este es el filtro que se aplica a cualquier petición, para decidir si es imprescindible, necesaria o simplemente nice to have. Esa clasificación es la que define las prioridades. En tiempos de recortes lo que solamente es nice to have debe posponerse o desterrarse.Afortunadamente, los dos grandes partidos se han afanado en frenar la extensión de esta medida también al Congreso de los Diputados, lo que sería ya un despropósito mayor.(Fuente: larazon.es)
En resumen, reconozco el derecho que cualquier Senador tiene a expresarse en la lengua que le resulte más próxima, pero les exijo el deber de que les entiendan sin ningún problema el resto de asistentes a la sesión. No están los tiempos para que los padres de la patria se permitan pinganillos de lujo. Aunque su coste, finalmente, sea testimonial y casi irrelevante.Aparte de que eso da artillería a los que estos días andan apuntando a la línea de flotación del Modelo Autonómico de Administración del Estado. Todo ello no hace más que contribuir a la crispación política en la que vivimos inmersos. Ya he hablado de ello recientemente, pero volveré al tema, porque creo que tiene enjundia y trascendencia. No debemos permitir que nadie ponga en entredicho al fútbol sólo porque se ha perdido un partido.Que los pinganillos de lujo no nos impidan ver los problemas auténticos que nos afectan.JMBA