Revista Opinión

Pintados con fuego

Publicado el 16 noviembre 2019 por Carlosgu82

Veinticuatro pecas logré contarle, aunque tal vez este número corresponda a las veces que perdí la cuenta para volverlas a contar,  perfectas, tanto como su espalda, en la que deslizaba mis dedos al acariciarlo, esa misma donde clavaba mis uñas al convertirnos en uno solo. Un lienzo perfecto, donde el rojo era mi color favorito para pintarle cada trazo que me dejaba sin aliento, mientras en mi mente se grababa su perfección y mi cuerpo agradecía el recorrido de sus manos, lento y preciso,  haciéndonos nuestros sin pertenecernos. Abstractos.

Dos lunares pequeños en su hombro y unos pocos más en su pecho me enseñaron el camino para verlo desde otro ángulo, la ternura que me invitaba a creer y la dulzura que me hizo disfrutar un par de amaneceres acostada allí, sintiendo ese palpitar acelerado que cada mañana era sinónimo de las ganas de convertirnos en artistas y pintar con fuego estas ganas de quemarnos.

Reversible, lo disfruté de ambos lados,  lo volvería a pintar una y otra vez, porque este fuego que una vez encendió me hace querer quemarme cada vez que se le atraviesa a mis ganas y ese cielo al que me conocí cuando tomados de la mano caminamos al mismo ritmo.
El cielo y el infierno pueden estar en el mismo lugar.
 
Días de Díaz.


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