Eso fue justo lo que nos pasó a muchos cuando vimos la película de "Siempre a tu lado: Hachiko", ya adorábamos a los perros pero no sabíamos que ellos podían llevar la fidelidad así de lejos. Bueno tampoco es que no lo supiésemos, siempre hemos sabido que un perro es el más fiel de los compañeros, pero cuando esa historia real se nos mostró en la gran pantalla Hachiko se convirtió en un ídolo para los occidentales que amamos a los perros. Digo los occidentales porque en Japón Hachiko ya contaba con el reconocimiento del pueblo y tenía hasta su propia estatua, la cuestión es que la película nos hizo llorar a mares y nos dejó mal cuerpo durante una semana, peeeero nos encantó!.
Pues bien la de hoy es una historia de esas que no te dejan indiferente y que además ocurrió de verdad en la familia de la que hoy es mi jefa.
Todo empezó cuando un joven que vivía en un pueblo de montaña situado a 80 km de la capital tuvo que marcharse a hacer el Servicio Militar, por aquel entonces ir a la Mili era algo que tenías que hacer por obligación y no había nada que alegar. El joven y el padre de mi jefa se conocían porque muchas veces salían juntos de caza por las montañas y tenían una muy buena relación, además el padre de mi jefa le cogió enseguida mucho cariño al joven porque se encontraba solo por circunstancias de la vida.En sus días de caza por el monte los hombres no iban solos, les acompañaba Pinto un perro adulto de la raza Pointer que era la única compañía del chico en el pueblo, y que le ayudaba con las presas de la cacería.
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Al acercarse el día de inicio del servicio Militar el joven necesitó la ayuda del padre de mi jefa y decidió bajar a la ciudad para dejar a Pinto a cargo de éste, ya que él no tenía allí a quien pudiese cuidarlo. En la familia de mi jefa que vivían en la capital nunca había habido una mascota pero el hombre no pudo negarse a hacerle el favor a su amigo, que se veía en una situación muy difícil por tener que abandonar a su perro.Los primeros días de Pinto con la familia fueron difíciles porque el perro extrañaba mucho el campo, y la mayor parte del tiempo tenían que tenerlo atado en la calle para evitar que se escapara, y por las noche habilitaron un almacén con todo lo que necesitaba para que Pinto pudiese tener su espacio. No es fácil que un perro adulto ya criado se acomode con otros dueños pero para cuando su dueño volvió de la Mili Pinto ya paseaba libremente por la ciudad sin alejarse de la casa de la familia y portándose fenomenal.
El joven se alegró muchísimo de ver a su perro así de feliz y emprendió su camino de vuelta a casa con él.
Pasados un par de días desde el regreso del joven , Pinto apareció una mañana en la puerta del almacén de la casa de mi jefa, había recorrido 80 km desde el monte hasta la ciudad para volver con la familia.El joven se puso en contacto con el padre de mi jefa que le contó que efectivamente su perro estaba allí y que no se preocupase. En unas horas el joven regresó de nuevo a la ciudad para recoger a su perro, pero ¿Os imagináis que sucedió?... A los días Pinto volvió a escapar de su dueño regresando de nuevo a casa de la familia.
El joven aunque triste , comprendiendo la voluntad de su perro y decidió hablar con su amigo para que se lo quedara.. "Está claro que Pinto ya no quiere estar conmigo" - Le dijo. Y realmente sucedió así, el perro tomó su decisión , y suponemos que fue así porque en cierta forma se sintió abandonado , cosa que nos da algo de pena porque el pobre joven no tuvo opción.
La familia de mi jefa acogió a Pinto y éste vivió feliz durante muchos años pero por si su historia no fuese ya suficientemente alucinante, el perro fue más allá. Durante varias tardes el padre de mi jefa se percató de que Pinto no estaba por los alrededores de la casa y se preocupó pero más entrada la noche siempre regresaba a casa y se iba a dormir a su almacén.
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Una de las tardes el hombre observó a sus dos hijas pequeñas regresar con Pinto y les preguntó que dónde habían encontrado al perro, las niñas sonrientes le contestaron que el perro las esperaba todos los días en el cruce de vías del tren que había en su camino al colegio. El hombre se quedó perplejo y pudo comprobar como todos los días hasta su muerte Pinto acompañaba a sus hijas hasta la zona de más peligro en su camino al colegio, de alguna manera y como agradecimiento el perro cuidaba de su familia porque entendía que allí en ese cruce las niñas podían correr peligro.Una de esas niñas que es hoy mi jefa sigue hablando de Pinto con gran cariño y recordando lo buen perro que fue y su gran inteligencia, y esperemos que sus nietos se la sigan contando a sus hijos para que la historia de este maravilloso perro sobreviva al paso de los años.