Decía Chauvillers que “ser original es un mérito; quererlo ser, un defecto”… Frase que por desgracia vemos cumplida a diario por su parte más negativa, pero que afortunadamente permitiría definir a Esteban Hernández casi como uno de los autores que más méritos acumula. Original tanto por su estilo gráfico, personalísimo, como por sus planteamientos argumentales, sorprendentes y dinamitadoras, si se me permite, de la famosa tesis de las 36 tramas básicas de George Polti (añádanse las de Tobías o incluso las de Vogler si se quiere, da igual, afortunadamente el Sr. Hernández tiene cuerda para rato). Lo lleva demostrando desde aquél excelente fanzine Usted con exquisita regularidad, con la gratificante comprobación de que cada obra es un peldaño más en su formación como autor. Lo fueron Culpable, Suéter, y por supuesto lo es ahora ¡Pintor!, donde certifica que su característico y peculiar estilo gráfico no pierde ni un ápice de fuerza con un color que ya domina a la perfección y que su catálogo de historias imposibles sigue creciendo con propuestas cada vez más elaboradas y atractivas, permitiéndose incluso ciertas pizcas de misterio a la hora de introducir esta trama inclasificable de pinturas escondidas en los techos de baños.
Y era una apuesta complicada, ojo, que la presión de haber ganado el III Premio FNAC/Sins Entido con esta propuesta podía ser una peligrosa arma de doble filo: la tentación de abandonar su originalidad para transitar por caminos más fáciles (y comerciales) tenía que ser grande, pero Hernández la sortea con elegancia, matizando y reduciendo la aparición de mil tramas en segundo plano que se había convertido en una de sus características argumentales para apostar por una mayor desarrollo de los personajes (imposible, eso sí, superar al hombre afectado de gigantismo disfrazado de muerte bergmaniana de su anterior obra, una de esas presencias magnéticas que justifican una obra por sí mismas) y de unas pocas situaciones selectas. Sigue, eso sí, con un debe en las historias largas: redondear el nudo de su historia. ¡Pintor!, al igual que pasaba en Suéter, parece desinflarse tras un arranque espectacular, aunque en este caso se compense con el acierto de un desenlace que ya si controla a la perfección, alzando el vuelo de la historia y consiguiendo un nivel de sorpresa casi simétrico al de inicio.
La progresión de Esteban Hernández sigue imparable, ¡Pintor! es sólo una etapa más – notable y muy recomendable, eso sí- de un autor llamado a darnos muchas alegrías. (3)
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Entrevista a Esteban Hernández