Sorprende encontrar en pleno siglo XVI la historia de una mujer que no sólo se ganó la vida como pintora sino que además tuvo a su lado a un marido que abandonó su propia carrera para encargarse de un hogar con 11 hijos. Lavinia Fontana fue una destacada pintora barroca que llegó a pintar desnudos masculinos y femeninos y se ganó la vida como retratista de la alta sociedad.
Alumna de un padre artistaLavinia Fontana nació en la progresista ciudad italiana de Bolonia en 1552. Su padre, un importante pintor de la escuela boloñesa, Prospero Fontana, fue su gran maestro y mentor. Aunque aprendió el estilo de su padre, pronto se fue alejando de su manierismo tardío y asumiendo los coloridos de la escuela veneciana gracias a la influencia de su amigo Ludovico Carracci y otros artistas como Correggio.
Retratista de éxitoPronto la fama de Lavinia le proporcionó lucrativos encargos para retratar a la aristocracia boloñesa. Lavinia era una joven artista cuando en 1577 se casaba con otro pintor, Gian Paolo Zappi, a quien había conocido en el taller de su padre.
Al contrario de lo que podría esperarse según los corsés de la época, Lavinia no sólo continuó pintando aun siendo una mujer casada, sino que su marido dejó de pintar para cuidar a sus 11 hijos y hacerse cargo del hogar. Gian Paolo ayudaba también a Lavinia en sus encargos pintando parte de los cuadros de su esposa.
En 1603, cuando su fama se había extendido por toda Italia, Lavinia fue reclamada por el mismísimo Papa Clemente VII para asumir el cargo de pintora oficial. La familia se trasladó inmediatamente a Roma donde el talento de la artista le valió el ingreso en la academia de Roma.
Géneros prohibidosLavinia no sólo pintó retratos. También se dedicó a la pintura religiosa y a la mitológica. En las pinturas mitológicas Lavinia consiguió pintar desnudos femeninos y masculinos algo inusual en una mujer artista.
Lavinia Fontana llegó a pintar más de 130 obras, de las que se han conservado poco más de 30.