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Pío XII

Por Liber
Pío XII

La Ciudad del Vaticano mantuvo una política de neutralidad en la Segunda Guerra Mundial durante el papado de Pío XII. Aunque la ciudad de Roma estuvo ocupada por los Nazis primero y por los Aliados después, la Ciudad del Vaticano estuvo libre de fuerzas de ocupación.

Durante toda la guerra, el Vaticano organizó un sistema de ayuda humanitaria más o menos visible. Comencemos con un poco de historia. Mediante los Pactos de Letrán de 1929, la Italia fascista reconocía la soberanía del Vaticano.

Así se declaraba a la Ciudad del Vaticano estado neutral en las relaciones internacionales y se le solicitó al Papa que se abstuviese incluso de mediar en conflictos, a menos que así se lo pidiesen todas las partes implicadas.

En 1939, la ciudad-estado estaba reconocida por 38 nacionales y contaba con un cuerpo diplomático cada vez mayor. Con los tambores de guerra ya de fondo, en abril de 1939, el Papa Pío XII anuncia un plan para preservar la paz, tratando de conseguir mediar en una negociación entre unas potencias europeas que estaban ya al borde de la Segunda Guerra Mundial. El primer líder con el que el Papa se puso en contacto fue Benito Mussolini, mediante intermediación del jesuita Tacchi Venturi.

Con la aprobación del Duce, el Cardenal Secretario de Estado Luigi Maglione se puso en contacto con los nuncios de París (Valerio Valeri), Varsovia (Filippo Cortesi) y Berlín (Cesare Orsenigo), así como con el Delegado Apostólico en Londres (William Godfrey). Los intentos de apaciguamiento del Vaticano resultaron infructuosos. El Papa trató de que Polonia aceptase la secesión de Danzig en favor de la Alemania nazi, algo que el embajador polaco Kazimierz Papée estimó del todo inaceptable.

El Papa Pío XII, en su mensaje radiofónico del 24 de agosto de 1939, tan solo una semana antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, advirtió de que aunque el peligro era inminente, aún quedaba tiempo y concluyó que no había nada que perder con la paz y en cambio sí todo con la guerra. Sabias palabras las del pontífice que, como bien sabemos, se encontraron con oídos sordos.

Los historiadores consideran que hubo tres elementos que marcaron los intentos de negociación por parte del Vaticano antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, se percibía una cierta cercanía con Mussolini.

Portada de "La Domenica del Corriere" del 24 de febrero de 1929, fecha en la que se firmaron los Pactos de Letrán por el cardenal Pietro Gasparri, secretario de Estado de la Santa Sede, en nombre del papa Pío XII, y por el primer ministro de Italia Benito Mussolini. Fuente y autoría: Achille Beltrame [bajo licencia de dominio público en virtud de la legislación italiana de copyright], vía Clubdomenica. Recepción oficial de Año Nuevo (1939) del nuncio Cesare Orsenigo, con Hitler y von Ribbentrop, en la Cancillería del Reich. ¿Diplomacia o simpatía? Esta clase de fotos son las que despiertan recelos sobre la ambigüedad de la actuación de la Iglesia Católica, especialmente antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. El análisis no debe realizarse a la ligera y exige un estudio en profundidad. El Vaticano apostó siempre por la mediación, aunque diera lugar a posibles malentendidos. Una vez que el horror fascista quedó al descubierto, la jerarquía católica mostró su oposición ante la barbarie, tanto con hechos como con palabras. Es, por tanto, cuestionable defender a la luz de la Historia que la Iglesia bajo el mando de Pío XII fuera pro-nazi. Fuente y autoría: Bundesarchiv, Bild 183-H26878 / CC-BY-SA Estatua del Papa Pío XII en la ciudad portuguesa de Braga. Dominio público por el autor, fuente aquí.

Por otro lado, los británicos y los polacos se tomaban con desdén las propuestas vaticanas, al considerar que trataban de favorecer a los intereses germanos e italianos respectivamente. El Vaticano, por su parte trataba desesperadamente de conseguir un acuerdo entre las potencias occidentales para contener el empuje del comunismo soviético. Como todos sabemos, no se consiguió evitar la Segunda Guerra Mundial.

Un asunto curioso es el supuesto secretismo de las mediaciones del Papa Pío XII: sin pronunciamientos ni declaraciones públicas que pudieran tomarse como un alineamiento con algún bando. La renuncia a la condena explícita de la invasión alemana de Polonia fue el primer ejemplo.

Inicialmente, el Papa Pío XII pensaba que la rápida destrucción de Polonia terminaría con la guerra rápidamente. Por degracia estaba muy equivocado.

La primera encíclica papal, Summi Pontificatus (Sobre la unidad del cuerpo social) se publica a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, el 20 de octubre de 1939, y sirvió para delimitar los ejes de su papado. La encíclica ejemplificó la indecisión y la preocupación del pontífice.

Durante su redacción había estallado la IIGM con la invasión ruso-germana de Polonia. Aunque de manera diplomáticamente velada, el Papa defendió en ella la resistencia de los católicos y afirmó su desaprobación de la contienda, así como del racismo, del antisemitismo, de la invasión ruso-germana de Polonia y de las persecuciones contra la Iglesia.

La sangre de tantos hombres, incluso de no combatientes, que han perecido levanta un fúnebre llanto, sobre todo desde una amada nación, Polonia, que por su tenaz fidelidad a la Iglesia y por sus méritos en la defensa de la civilización cristiana, escritos con caracteres indelebles en los fastos de la historia, tiene derecho a la compasión humana y fraterna de todo el mundo, y, confiando en la Virgen Madre de Dios, Auxilium Christianorum, espera el día deseado en que pueda salir salva de la tormenta presente, de acuerdo con los principios, de una paz sólida y justa.

- Papa Pío XII, Summi Pontificatus, apartado 73

Con una Italia de facto pero no oficialmente aliada en la guerra con el Tercer Reich de Adolf Hitler, la jerarquía eclesial les pidió fidelidad al Papa a los fieles católicos. Pío XII evitó tachar directamente de malvados a los beligerantes Hitler y Stalin, adoptando su característico tono imparcial.

El Papa Pío XII también escribió sobre los movimientos anticristianos como portadores de desastres y sufrimiento e hizo un llamamiento al amor, la compasión y a la misericordia frente al empuje de la discordia.

El pontífice afirmó que era necesario atraer de nuevo a la iglesia a aquellos que, cegados por el error, las pasiones, las tentaciones y los prejuicios estaban dejándose llevar por un ideal falso, lejos de la fidelidad al Dios verdadero.

De las palabras del Papa puede concluirse una crítica a la sacralización de Estado en los movimientos fascistas, así como a la nazificación de las tradiciones y costumbres religiosas alemanas. A continuación, recogemos literalmente sus palabras a este respecto.

Todo el que pertenece a la milicia de Cristo, sea clérigo o seglar, ¿por qué no ha de sentirse excitado a una mayor vigilancia, a una defensa más enérgica de nuestra causa viendo como ve crecer temerosamente sin cesar la turba de los enemigos de Cristo y viendo a los pregoneros de una doctrina engañosa que, de la misma manera que niegan la eficacia y la saludable verdad de la fe cristiana o impiden que ésta se lleve a la práctica, parecen romper con impiedad suma las tablas de los mandamientos de Dios, para sustituirlas con otras normas de las que están desterrados los principios morales de la revelación del Sinaí y el divino espíritu que ha brotado del sermón de la montaña y de la cruz de Cristo?

Todos, sin duda, saben muy bien, no sin hondo dolor, que los gérmenes de estos errores producen una trágica cosecha en aquellos que, si bien en los días de calma y seguridad se confesaban seguidores de Cristo, sin embargo, cuando es necesario resistir con energía, luchar, padecer y soportar persecuciones ocultas y abiertas, cristianos sólo de nombre, se muestran vacilantes, débiles, impotentes, y, rechazando los sacrificios que la profesión de su religión implica, no son capaces de seguir los pasos sangrientos del divino Redentor.

- Papa Pío XII, Summi Pontificatus, apartado 5

Sin embargo, quizá la critica más directa al nazismo la encontremos en la siguiente afirmación del pontífice:

De esta manera, mientras una dura contienda hace sufrir a las almas y divide la unidad de la familia humana, este rito solemne dará a entender a todos nuestros hijos, diseminados por el mundo, que la doctrina, la acción y la voluntad de la Iglesia jamás podrán ser contrario a la predicación del Apóstol de las Gentes: Vestíos del [hombre] nuevo, que por el conocimiento de la fe se renueva según la imagen de Aquel que lo ha criado; para El no existe griego ni judío, circunciso o incircunciso, bárbaro o escita, esclavo o libre, sino que Cristo está en todo y en todos ( Col 3, 10-11).

- Papa Pío XII, Summi Pontificatus, apartado 36

Audiencia de Pío XII con el 22.º Regimiento Real Canadiense el 9 de julio de 1944. Fuente y autoría: Desconocida [dominio público en virtud de la legislación canadiense], via Library and Archives Canada.

Cuando en 1940 el Ministro de Exteriores del Tercer Reich, von Ribbentrop, realizó la única visita de alto nivel al Vaticano autorizada a tener audiencia con el pontífice y le preguntó a Pío XII por qué se había alineado con los Aliados, Pío XII le repsondió enumerando una lista de recientes atrocidades cometidas por los nazis contra cristianos y judíos en Polonia.

El New York Times, en su edición del 14 de marzo de 1940 recogió literalmente bajo el titular Jews Rights Defended ( Los derechos de los judíos defendidos) que el Papa le había lanzado palabras ardiendo a Ribbentrop (relativas a las persecuciones religiosas).

Fueron también contundentes las palabras de su mensaje radiofónico de Navidad transmitido por la Radio Vaticana, una voz solitaria que grita en medio del silencio de un continente en palabras del New York Times.

¿No deben más bien, sobre las ruinas de un ordenamiento social que ha dado prueba tan trágica de su ineptitud para el bien del pueblo, reunirse los corazones de todos los hombres magnánimos y honrados en el voto solemne de no darse descanso hasta que en todos los pueblos y naciones de la tierra sea legión el número de los que, decididos a llevar de nuevo la sociedad al indefectible centro de gravedad de la ley divina, suspiran por servir a la persona y a su comunidad ennoblecida por Dios? [...]. Este voto la humanidad lo debe a los cientos de millares de personas que, sin culpa propia alguna, a veces sólo por razones de nacionalidad o de raza, se ven destinados a la muerte o a un progresivo aniquilamiento.

- Papa Pío XII, mensaje radiofónico de Navidad de 1942

En lo relativo al Holocausto, el Papa Pío XII protestó, por ejemplo, contra las deportariones de los judíos eslovacos en 1942. En junio de 1942, Pío XII protestó personalmente por las deportaciones masivas de Judíos en Francia y le ordenó al nuncio papal protestar ante el mariscal Pétain por las deportaciones y arrestos inhumanos de judíos.

En 1943, afirmó que la Santa Sede traicionaría su Divino Mandato si no deplorase tales medidas, que perjudicaban gravemente al hombre en su derecho natural, principalmente por el hecho de pertenecer a una raza determinada.

Tras la ocupación nazi de Italia, el Papa ordenó a las instituciones católicas de Roma la apertura a los judíos, llegando a acoger a 4.715 de los 5.715 judíos de la lista de deportación elaborada por los alemanes. 477 judíos fueron escondidos en el propio territorio de la Ciudad del Vaticano. El Papa también abrió su residencia veraniega de Castel Gandolfo para acoger a miles de judíos.

En 1943, Pío XII le pidió a su representante en Bulgaria que adoptase todas las medidas necesarias para apoyar a los judíos búlgaros que se enfrentaban a las deportaciones. Su nuncio en Turquía, Angelo Roncalli (futuro Papa Juan XXIII) organizó el traslado de miles de niños judíos desde Bulgaria a Palestina.

Roncalli también puso al corriente al Papa de la existencia de campos de concentración en zonas de Rumanía. Pío XII protestó ante el Gobierno rumano. En 1944, el Papa apeló directamente al Gobierno húngaro para que detuviese las deportaciones de los judíos de Hungría y su nuncio, Angelo Rotta, llevó a capo un plan de evacuación por toda la ciudad de Budapest.

Fotografía de Elio Toaff, Rabino Jefe de Roma admirador del Papa Pío XII. Fuente y autoría: Mario De Siati [dominio público por el propio autor], vía Wikimedia Commons.

Tras su muerte, el Papa Pío XII contó con el reconocimiento de rabinos y del recién creado Estado de Israel, así como del resto de líderes mundiales que vivieron las visicitudes de la Segunda Guerra Mundial.

No obstante, su insistencia en la neutralidad vaticana y su reticencia a nombrar directa y explícitamente a los nazis como culpables de atrocidades durante la guerra servivirían de base para críticas y exageraciones posteriores.

Lo cierto es que el Papa Pío XII empleó un estilo diplomático para ayudar a las víctimas del Holocausto y gobernó la Iglesia Católica para ayudar discretamente a los judíos, siguiendo su doctrina de tener cuidado con el modo de ayudar al oprimido para que dicho modo no termine suponiéndole un perjuicio mayor.

Resultan difíciles de creer algunas acusaciones contra Pío XII a la luz, por ejemplo, de las afirmaciones del diplomático israelí Pinchas Lapide y de sus cálculos de que este Papa fue personalmente responsable de salvar al menos a 700.000 judíos.

También resulta complicado creer la teoría de la conspiración contra Pío XII si analizamos la reacción de Golda Meir, ministra de Asuntos Exteriores de Israel, tras enviar un elocuente mensaje de pésame al Vaticano cuando falleció el pontífice en 1958.

Concluimos este artículo con las palabras pronunciadas por el Rabino Jefe de Roma (Elio Toaff) tras la muerte de Pío XII: Los judíos siempre recordarán lo que la Iglesia Católica hizo por ellos por orden del Papa durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando la guerra estaba arrasándolo todo, Pío XII alzó a menudo la voz para condenar las falsas teorías raciales.


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