La palabra Western significa literalmente occidental, que es la dirección que siguieron los colonos de la costa Atlántica en busca de nuevas tierras. Es por eso que las películas del Oeste, o de indios y vaqueros, se las conoce con el nombre de Western.
La conquista del Oeste fue en realidad la expansión imperialista de los estados de la Unión. Convencidos por la campaña propagandística del gobierno, el Oeste se convirtió en la tierra de las grandes oportunidades. Hasta ella llegaron gentes de todo el mundo en busca de las bondades de la nueva patria. Todos ellos, junto a los colonos estadounidenses, compitieron por el control de esta nueva tierra. Caravanas de colonos, pioneros que se adentran en mundos inhóspitos.
La mujer y la familia aparecen retratadas como elementos indispensables para consolidar la Conquista del Oeste, y alimentar de vida y esperanza unas tierras que estaban por civilizar. La mujer representa ese elemento civilizador en un mundo primitivo, esencial para dotar de estabilidad un entorno duro y lleno de riesgos, siendo muy importante su papel en la frontera.
El perfil que aquí me interesa es el de la mujer fuerte, pionera, vital para el asentamiento y el progreso de las comunidades. Muchas de ellas se caracterizan por su rebeldía, erigiéndose en mujeres orgullosas, autosuficientes.
En películas como –Caravana de mujeres- juegan un rol distinto al tradicional. Su acción transcurre en 1850, cuando 150 mujeres viajan desde Chicago hasta California, a contraer matrimonio con hombres de allí, a los que previamente habían escogido por medio de fotografías y repoblar una localidad granjera de hombres solitarios. Ellas pasarán diversas calamidades en el largo viaje por las montañas rocosas y el desierto, en el que les guía Buck Wyatt, que había servido en las campañas contra los indios. Hay que recordar que, en ese tiempo, las caravanas se convirtieron en algo habitual en el oeste ya que los colonos, en sus carretas, solían dirigirse a los territorios de la costa del Pacífico y Nevada para explorar o instalarse en esos lugares aún sin dueño. Robert Taylor está en su salsa entre tanta mujer, y escenas como el ataque de los sioux están resueltas con un impecable nervio de tensión narrativa.
En este western podemos ver cómo las componentes de la caravana, solteras y viudas de diferentes procedencias y extractos sociales pero todas ellas muy “femeninas”, recorren largas y agotadoras caminatas a pie, guían a las mulas, tiran de los carros cuando es necesario, disparan armas de fuego, etc., e incluso se pelean a tortazos y dejan tirados por el camino (cuando es necesario desembarazarse del lastre) sus preciados objetos de ajuar (vestidos, muebles...). Este viaje les costará a muchas la vida, pero demostrará al protagonista, un misógino Robert Taylor , que las mujeres son tan capaces y valientes como sus compañeros varones.
Para el género western, pues, estas mujeres de carácter no solamente resultan sumamente atractivas, sino también beneficiosas. En cierto modo, muchas producciones constituyen un canto a la emancipación femenina (lógicamente, dentro de los marcos de corrección de cada época), puesto que plasman el Oeste como el lugar idóneo donde las mujeres pueden liberarse de muchas de sus ataduras. Asimismo, el viaje y posterior asentamiento en estos territorios supone, para muchas féminas, el aprendizaje y realización de trabajos propios de hombres.
Otro factor importante que nos muestra es la escasez de mujeres en las regiones del Oeste. Este hecho cierto, se sumó a la concepción del Oeste como un lugar de transformación.
Una caravana pasional retratada al viento desafiante de los grandes espacios del Western de toda la vida. Mujeres maravillosas de sentimiento y pasión, que parten en busca, no de oro, sino de un territorio donde emprender una nueva vida, no por más desconocido, menos deseado, enfrentándose a múltiples peligros, acabarán, irremediablemente, por destripar nuestras entrañas, después de ver esta historia, tan impresionantes como la Odisea de Ulises (bien que menos mitológicos) que ilustra a la perfección la creciente voluntad femenina cuando se deja prender por el secreto acto de sus más íntimas emancipaciones, y que, por supuesto, significaba un bocado demasiado indigesto para aquellas beatitudes reinantes en el coto cerrado (a la mujer) del durísimo Oeste Norteamericano. Esa gigantesco "women´s convoy" será así capaz, ante los ojos asombrados del super macho Taylor, de dar vida a un orden personal nuevo, férreo, y obsesivamente fetichista en cuanto se refiere a sus sueños domésticos. Mujeres que se enfrentan a la pirueta milagrosa de una búsqueda voluptuosa en el puritano siglo del revólver, pétreo como Mr. Robet, desprovisto de tonos lastimeros, y en las que, pese a las arenas movedizas de un paisaje aterrador, sobre el que gravita un sol que cae a plomo, la muerte (ataques indios incluídos), y todo el horror de una Naturaleza, tantas veces fantasmal y cruel, persistirán hasta el fin en el factor esencial a que las arrastra esa imparable y valiente sensación física (también anímica) que promueve el deseo de ser amado.Todo lo asume Wellman con una gran honestidad y pocos medios. Hay un rincón para cada protagonista enfrentado a sus problemas personales. Un durísimo Robert Taylor, quizás en uno de su mejores papeles. Una arrebatadora Denise Darcel y una inolvidable, gigantesca (en todos los sentidos) Hope Emerson que amortiguará los efectos devastadores de gran parte del tremendo viaje (o via crucis). El resto del elenco femenino es igualmente sensacional.
Un western anticonvencional para su tiempo, por la importancia que tienen las mujeres en su acción.