El libro que he elegido y que recomiendo de forma encarecida leer es "Cazadores de Microbios. Los principales descubrimientos del mundo microscópico", un libro de Paul de Kruif publicado por vez primera en 1926. Aunque la edición que yo tengo es de la editorial Capitán Swing de 2021. Es un clásico de la literatura científica y ha sido inspiración de varias generaciones de médicos y científicos de todo el mundo. Que vuelva a editarse una vez más es sinónimo de que el libro no ha perdido la frescura y pertinencia en el tema.
El autor de "Cazadores de microbios" es el microbiólogo estadounidense de ascendencia holandesa Paul de Kruif, nacido en Zeeland en 1890 y fallecido en Holland en 1971. De Kruif se graduó en la Universidad de Michigan en 1912 y obtuvo su doctorado en la misma universidad 4 años después. Tras su paso por la universidad ingresó en el ejército donde participó en la expedición contra Pancho Villa en México y en la primera guerra mundial en francia. Tras dejar el ejército dedicó algunos años a la investigación en su universidad y el Instituto Rockefeller para la investigación médica y luego se dedicó a escribir. Antes de la premiada y best seller obra que tratamos aquí, ayudó en la documentación científico a Sinclair Lewis, premio Pulitzer por su obra Doctor Arrowsmith de 1925. A pesar de dedicarse a la escritura jamás dejó de promover la investigación en diferentes organizaciones, sobretodo la investigación sobre la parálisis infantil por culpa de la polio.
El libro podría haberse escrito en muchas épocas y ser pertinente en todas ellas. Hoy nos llama la atención por su actualidad a la hora de hablar de microbios, bacterias y virus y cómo la enfermedad afecta a nuestra vida cotidiana y la prosperidad de una sociedad al completo. El humano no tiene predadores naturales pero si tienes muchas enfermedades que condicionan nuestro día a día, reproducción y condiciones de vida. Son incluso la razón por la que muchos países siguen en vías de desarrollo. Cazadores de microbios narra la vida y obra de los muchos investigadores y sucesos de la historia que han determinado el conocimiento que tenemos hoy en día, comenzando por Anton van leeuwenhoek (quien reporta el primer avistamiento bajo un microscopio de seres microscópicos y vivos) a Louis Pasteur (quien demuestra lo verdaderamente cercanos que convivimos con los microorganismos y lo que estos son capaces de hacer por nosotros).
Este libro popularizó mucho del conocimiento que se tenía hasta el momento sobre el origen de ciertas enfermedades y cómo estas han llegado a determinar el destino de civilizaciones al completo. Mostró a la sociedad el origen de las enfermedades pero también de las vacunas y de algunos de los tratamientos que se conocían en la época. En un momento en el que los antibióticos salvan la vida de muchísima gente (recordemos que la segunda guerra mundial fue el pistoletazo de salida a la producción a gran escala de la penicilina) y en que los tratamientos farmacológicos son cada vez más efectivos sucede algo que cambiaría el curso de la historia. Tras la invención de la penicilina la gente dejaría de morir por enfermedades infecciosas y empezaría a vivir más tiempo. Los niños nacían sanos con mayor prevalencia y de repente la población ya no crece de forma logarítmica sino de forma exponencial.
La época no puede ser más interesante. Apenas unos años antes se relacionan los trabajos de la herencia mendeliana con la evolución, dando como resultado la síntesis evolutiva moderna. Se comienzan a proponer los primeros modelos de estructura del ADN y a proponer a esta molécula como base de la herencia y en 1928 se publican los famosos experimentos de Fred Griffith con Streptococcus pneumoniae en ratones.
En un momento de la obra se escribe "Un científico, un investigador verdaderamente original de la naturaleza, es como un escritor, un pintor o un músico. Es en parte artista, en parte frío investigador. Spallanzani se contaba historias a sí mismo...". Sobre la naturaleza artística de la ciencia o su oposición se ha escrito y especulado muchísimo. Si la capacidad onírico-inventiva de un artista está en contraste con el impulso crítico-racional del científico. Filósofos como Karl Popper proponían que el pensamiento científico es totalmente reducible a la razón y no le debe nada a la imaginación. Sin embargo existe una corriente de pensamiento en la que hay científicos como Peter Medawar que entienden que la comprensión científica comienza y procede siempre con un esfuerzo de la imaginación, un salto de especulación que lanza una idea mucho más allá de lo que es lógico creer en un momento determinado. En definitiva, el científico comienza contándose historias.
Al contar las historias de los pioneros, de los primeros cazadores de estos microorganismos, los que no tenían evidencia para pensar otra cosa, Kruif nos demuestra que en ocasiones las ideas nacen primero de un deseo, de un mito o incluso de un prejuicio previo que se persigue construir o destruir. Es el caso de los trabajos de Pasteur en los que se demuestra que todas las células provienen de otras células y no surgen por generación espontánea. Esto se enfrentaba de forma muy evidente a una larga tradición de higienistas que despreciaban las preocupaciones aeristas de Pasteur y otros autores. Si los gérmenes no nacen por generación espontánea, se puede desinfectar una zona y se puede evitar su re infección con ciertas técnicas. Las implicaciones son tremendas en la asistencia sanitaria.
Las teorías del origen de la vida por generación espontánea venían de muy lejos y no tenían sustento experimental más allá de la mera evidencia visual. Fue propuesta por Aristóteles y luego sustentada durante siglos por autores tan relevantes como Descartes, Bacon o Isaac Newton. Sin embargo refutarlas ha sido un largo proceso tanto de pensamiento como experimental que ha llevado siglos desde los experimentos de Francesco Redi con insectos al experimento de Spallanzani prolongando los tiempos de calentamiento propuestos por el sacerdote católico John Turberville y desde luego acabando con la refutación definitiva gracias a los experimentos de Pasteur y sus matraces con cuello de cisne y caldo de carne.
El libro de Kruif es sin duda un texto pertinente en la actualidad que nos hace darnos cuenta de varias cosas. Por un lado la omnipresencia de esos microbios que están en todos lados, la mayoría de veces cumpliendo una función beneficiosa o inocua para nuestra vida, pero en ocasiones causando verdaderos estragos en nuestra vida y en la sociedad al completo. Es pertinente leer acerca de cómo se han ido averiguando ciertas cosas en el pasado y entender que no es la primera vez (ni será la última) que nos enfrentemos a verdaderas guerras con los seres microscópicos que nos rodean. Algunos de los retos futuros a los que nos enfrentamos son las resistencias a antibióticos (que ya son una realidad debido al exceso y mal uso que se ha hecho de los antibióticos) la aparición de nuevas enfermedades pero sobretodo, la rápida expansión de estas enfermedades en un mundo tan rápido e hipercomunicado como el que vivimos.