Ganó Argentina -arrasó, para seguir dejando mal al que aporrea el teclado-, pero la noticia del día fue la explosión goleadora de Gonzalo Higuaín. Marcó tres de los goles de la albiceleste, allanando el camino hacia octavos de los Maradonitas.
En momentos como éste, y con el ventajismo acostumbrado, convendría recordar que Higuaín ha acabado la temporada como máximo goleador en Liga del Real Madrid, pese a empezar a contar para Pellegrini con el primer tercio de la temporada ya consumido.
Como para gustos están los colores, aún hay quien, a cada buena actuación del Pipita, sale con el tema de los partidos pequeños. Y sí, Corea del Sur no es Brasil, pero tampoco Higuaín ha costado lo que Ibrahimovic, o lo que Kaká, o lo que Benzema.
El caso es que Higuaín acaba de ampliar su contrato con el Madrid, es un jugador al que se le caen los goles -los campeonatos también se ganan en los partidos pequeños, ¿verdad, España?- y, pese a todo, uno no se jugaría un par de euros a que empieza la temporada que viene vistiendo la blanca. ¿Su pecado? No venderse. En el sentido más literal del término.
El día dejó, además, la curiosa circunstancia de que México provocara una fiesta en Irlanda. Los aztecas superaron a Francia con un gol en fuera de juego y un penalti más falso que un duro de madera -es vergonzoso lo de los futbolistas que se tiran, la verdad- y dejaron al cartomante Domenech y su tropa con pie y medio en la calle. Y en Dublín vuelven a pensar que cualquier día es bueno para celebrar San Patricio.
Y, por último, Grecia, que remontó ante Nigeria. Dicen los puretas que fue un buen partido, pero es que a este equipo no acabo de verle la gracia. Los africanos se quedaron con diez y no supieron conservar el resultado, dando una prueba más de su falta de armazón táctica. Todo lo contrario que Grecia, que al menos eso sí lo tiene.
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