Pippa Middleton

La fotografía que ilustra nuestra entrada de hoy, corresponde a Pippa, la hermana de Kate Middleton, a su llegada a Madrid Barajas, donde pasó las pasadas fiestas de San Isidro. Diferentes medios se preguntaron si la inglesa venía a disfrutar del botellón, pues fue vista con una botella de champagne en el bolso saliendo de su hotel, pero a mi me parece que no. No cuadra con el estilo de la británica. El botellón está concebido para los comunes mortales, que llegan apretados a fin de mes y encuentran un tranquilizante en el alcohol barato y malo, con el que se adquieren, a buen precio, todos los paraísos artificiales necesarios para no sentirse desgraciado. Pippa, tiene cuna, porque su hermana es la esposa del futuro monarca inglés, y eso le permitió conocer la fama, además del dinero de una familia que triunfó en los negocios. A Pippa no le resultan necesarios los paraísos artificiales, porque disfruta los de verdad; la cuñada del príncipe no conoce Vallecas, pero distingue perfectamente los diseños de Custo o de Lagerfled, y se gasta en una camiseta lo que muchas familias tienen para vivir dos meses. La Srta. Middleton es perseguida por decenas de fotógrafos cuando se baja de un avión para pasar el fin de semana en la capital del reino, que no conocen muchos españoles, más ocupados en llegar a fin de mes sin telarañas en la nevera. La hemos visto bailar, luciendo palmito, en ropa interior, con un apuesto muchachote que vestía la misma indumentaria, se conoce que la chica, además, disfruta los pequeños placeres carnales de la vida con la misma naturalidad que emana elegancia y despierta interés por donde quiera que va. La diferencia está en la cuna, porque a uno no se le alcanzan los méritos personales de esta muchacha para disfrutar del paraíso en el que vive. Me alegro por ella, pero me convence de que no todos somos iguales, ni mucho menos; siempre unos lo son más que otros. Y la diferencia sigue estando en el acierto o el error, que tiene uno cuando nace. Lo dicho, cuestión de cuna.