Pirineos o el valor de la historia(micro-ensayo)porJuan B. Lorenzo de MembielaAl menos desde el año 1300 los valles limítrofes de los Pirineos alcanzaron acuerdos para el aprovechamiento de pastos y aguas, resolviendo conflictos que surgían y alcanzando cierto grado de concordia para subsistir con lo que, o naturalmente o por obra del hombre, daba la tierra. Eran las llamadas «facerias» en Aragón y Navarra, «patzeries» en Cataluña o «lies et passeries» en Francia, que constituían verdaderos tratados internacionales.Los Pirineos y sus relaciones de vecindad, como dijeron Giménez Soler y Jean Sermet[1] , no habían separado a los pueblos españoles y franceses sino promovidos beneficios para todos y espacios de rica y fructífera convergencia. Esta realidad desautorizaba el viejo aforismo de que «los ríos unen y las montañas separan».Es más, lo accidentado del terreno, lo inaccesible, lo desafiante de una naturaleza, en muchas ocasiones, inclemente, originó que «durante más de dos siglos los Pirineos se constituyeran como cantones o territorios independientes interpuestos entre España y Francia, aprovechando exclusivamente a los valles contratantes»[2].Estos acuerdos permanecieron y permanecen aún. Podría decirse que el tiempo se detuvo ante montañas tan escalpadas conservando modos de vida y cultura ancestrales sin los matices de una modernidad, siempre extraña, para quienes la magnitud temporal era medida por orografías inmutables. En algunas ocasiones las disposiciones firmadas por los máximos representantes nacionales no alcanzaban otro fin que la de ser un escrito documentado en papel o pergamino. Los pactos suscritos con la palabra se mantenían indemnes solo sometidos a la dimensión histórica de lo convenido. En este caso, la ley de la costumbre desplazaba a la ley publicada fundamentando aquella afirmación de Montaigne de que Ninguna ley es digna de tanto crédito como aquellas a que Dios ha concedido duración bastante[3].
Y, en efecto, algo de eso puede que ocurriera, cuando la frontera pirenaica entre España y Francia se ha mantenido inalterada desde, al menos, el Tratado de los Pirineos de 1649, a diferencia de otros territorios, en cualquier otra parte del mundo.Instituciones jurídicas con tanta raigambre como el régimen de heredero único, la trashumancia, el uso comunal de pastizales, se conservaron frente a cualquier injerencia. Primaba lo local, la fuerza del valle, permanecían los acuerdos de los viejos señores y los antiguosjusticias… En el Pirineo francés todo ello podía ser y por capilaridad afectaba al pirineo español. Una razón explicativa: el centralismo franco operaba más de forma que de fondo. Destaca Nassim Taleb (2013) , que en la Francia de 1863solamente hablaba francésuna de cada cincopersonas[4]. No se pudo centralizar totalmente el país a pesar de los deseos de Luis XIV, de Napoleón y del programa de educación nacional de Julés Ferry. Francia era Paris y el desierto y poco más.
Puente romano en Pirineos.
Fuente: Wikicommons
Antecedente del catalán y al uso, con variaciones en cada valle, en gran parte del Pirineo, incluida la Baja Navarra o navarra francesa.Un ejemplo claro de esta política la vemos en la Guerra de la Independencia en Cataluña. Cuando Napoleón la anexiona a Francia mediante el decreto de 8 de febrero de 1810 [5] yhasta 1814, toda la estructura burocrática gubernativa en la ciudad fue entregada a funcionarios franceses. Y deja los municipios a manos de los propios vecinos. No tuvo aceptación esta medida en la sociedad catalana, principalmente entre la burguesía industrial y comercial que sospechaban un perjuicio cierto para sus intereses económicos.Es en el marco de aquellas relaciones de vecindad, y en el pirineo catalán de los siglos XVIII y XIX, cuando se recrudecen las disputas por los pastos entre ganaderos de España y Francia. Es allí en donde surge una identidad nacional española opuesta a la francesa y a propósito de la invasión napoleónica. Era el único recurso viable para resolver unos problemas sin arreglos fáciles. Surge el término «gavatxo» o «gabacho », palabra ofensiva para el francés; y por éste, el empleo del término «español », declamado con agravio o desprecio (Shubert, 1990:299)[6].A salvo incidentes aislados, todavía se mantienen costumbres del s.XIV, como ejemplo: «El tributo de las tres vacas » que se celebra cada año entre los vecinos de los valles de Baretous (del Bearn francés) y los del valle del Roncal (Navarra), que data ,de al menos, 1375[7]. Es considerado el tratado internacional más antiguo de Europa.Hay otros muchos ejemplos que hoy pueden verse en muchos municipios españoles y comunas francesas. Toda esta riqueza cultural nos indica la decisiva referencia de la historia para resolver problemas muy actuales. En esta ocasión, el pasado ilumina el presente de modo nítido y claro. España es un país rico en contrastes con muchas regiones, cada una con su idiosincrasia , que integran su significado y su unidad que ha sido perenne y robusta a los envites.
[1] Sermet, J. (1985): «Los problemas de la frontera hispano francesa en los Pirineos», Universidad del País Vasco- Argitarapen Euskal Herriko Unibertsitatea Zerbitzua.
[2]Guilera, J.M.(1963): « Los pactos de facerías en los Pirineos y algunos conflictos con la mesta aragonesa», Instituto Fernando el Católico, Zaragoza.
[3] Montaigne, M. de (2008): Ensayos, Cátedra: Madrid.[4] Taleb, N.N. (2013): «Antifrágil », Barcelona: Paidós.
[5]Segregada de la corona española junto a Navarra, Vizcaya y Aragón.
[6] Shubert, A., (1990): «Historia social de España(1800-1990), Madrid.
[7] Garibay, Esteban de, (1628): «Compendio Historial de las crónicas y universal historia de todos los reinos de España, donde se escriben las vidas de los reyes de Navarra », t.III, Barcelona : Sebastian Comellas.