Título: Pirómides
Autor: Terry Pratchett
Editorial: Debolsillo
Año de publicación: 1989
Páginas: 432
ISBN: 9788497593175
Cuando
el jueves 12 de marzo llegué a casa a última hora de la tarde y me
enteré de que Terry Pratchett
había muerto me quedé mucho más triste de lo que hubiese
imaginado. Hasta entonces solo había leído seis libros de su
Mundodisco, pero su
estilo me había cautivado para siempre. Por eso, cuando ese fin de
semana me tocó elegir nueva lectura, no lo dudé y escogí el libro
de la saga que me tocaba, el séptimo, Pirómides.
Creo que leer sus obras es el mejor homenaje que podemos hacerle a un
escritor, la mejor manera que tenemos de recordarle.
La
casualidad quiso que mi abuelo enfermase tres días después. Terminé
de leer Pirómides en
la habitación del hospital, pocas horas antes de que muriera. Y no
pude evitar imaginármelo siguiendo a La Muerte, ese personaje de la
saga que, por ahora, es mi favorito. Tan mordaz, irónica, cínica y
macabra, con sus frases lapidarias que siempre me arrancan una
sonrisa.
Pteppic
es el protagonista de esta historia. Es el hijo del faraón, pero
prefiere cambiar su reino, Djelibeibi, una especie de Antiguo Egipto
pequeño, decadente e insignificante, por Ankh-Morpork y estudiar
para poder formar parte del gremio de asesinos. Cuando su padre muere
repentinamente, Pteppic deja de lado todos sus planes y vuelve a
casa, donde se convierte de la noche a la mañana en el nuevo faraón.
Por
fin podrá hacer las cosas a su manera y modernizar todo un poco. Eso
es lo que piensa él. Pobre alma de cántaro. No sabe que el sumo
sacerdote, Dios, tiene sus propios planes, para él y para todo el
reino. Las cosas siempre se han hecho como él dice, y no está
dispuesto a que nada cambie. Es un obseso del control, las
tradiciones, los dioses...
Pteppic
se siente fuera de lugar, no está preparado para ser faraón,
prefiere ser asesino, eso no es para él. Menos mal que no está
solo. Para sobrellevar todo lo que le pasa, que como no podía ser de
otra forma son muchas cosas, a cada cual más disparatada y
enrevesada, cuenta con la compañía y la ayuda de Ptraci, una joven
valiente, inteligente, extrovertida, sin pelos en la lengua que
tampoco está muy contenta con su vida y está dispuesta a cambiarla.
Los
dos jóvenes me han gustado, aunque sin duda mi personaje favorito es
Maldito Bastardo, el matemático más famoso de Djelibeibi que es ni
más ni menos que un camello. Me he reído muchísimo con sus
ocurrencias.
Siguiendo
con el inconfundible y fascinante estilo de Pratchett a las aventuras
sorprendentes, las situaciones caóticas o los problemas
imprevisibles de la trama se suma una vez más una crítica mordaz,
irónica y, por encima de todo, inteligente, muy inteligente. Unas
veces más sutil, otras más velada, pero siempre genial.
En
este caso el peculiar análisis y crítica es sobre la civilización
del Antiguo Egipto. Los faraones, los sacerdotes, los dioses, las
tradiciones, las momias y, por supuesto, las pirámides. Aquí no se
libra nadie. Y, una vez más, Sir Terry Pratchett logra hacernos reír
al mismo tiempo que nos hace reflexionar casi sin que nos demos
cuenta.
La
posibilidad de cuestionar o no las tradiciones, el poder de las
autoridades, la manipulación y, por encima de todo, el papel que la
religión juega en nuestras vidas. A ratos ha conseguido arrancarme
carcajadas, en otros momentos me ha dado qué pensar, mucho,
muchísimo. Los personajes me han gustado pero, aun así, creo que
este es el libro más flojo de los siete que he leído hasta ahora
del Mundodisco, el que se queda más en la superficie, sin
desarrollar al cien por cien todo el juego que podían dar estos
temas.
No
me ha disgustado, tampoco es eso, pero no se lo recomiendo a alguien
que aún no ha leído nada de este autor. A los que, como yo, sois
fans incondicionales de Pratchett, seguro que pasáis un buen rato
visitando las pirómides.
Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.