El sacerdote tan sólo se equivocó en el orden de las palabras pero ese "error" provocó un pensamiento. ¿De verdad el Cielo sólo lo viviremos cuando dejemos esta vida terrenal? Siempre nos separan las cosas como si fueran incompatibles; nos dicen en la alegría o en el sufrimiento, vivir la paz o la exaltación, estar en la tierra o tener el pensamiento en el Cielo. Y no saben que están dejando un gran vacío y perdiéndose parte importante de la felicidad de sus vidas en ese empeño. El sacerdote tenía razón, no le traicionó ese desliz. Desliz para los que hemos sido enseñados en la separación: primero esta vida, luego la eterna. Pero no es desliz para los que nos hemos encontrado con Alguien mientras recorríamos esta tierra. ¿Por qué no vivir la eterna en esta vida? Salvando las distancias, no tiene que haber un abismo entre una y la otra, se necesitan para vivirse en plenitud.
Y es que no ha de verse que llevamos una doble vida, la personal (tiempo que se dedica a alimentar nuestra persona en lo profesional, social y familiar), y la espiritual (tiempo que se dedica a alimentar nuestra alma en iglesias, ratos de oración, charlas y lecturas). Se puede pisar el Cielo en la tierra cuando dejas entrar a Dios en tu vida. Lo he comentado en muchas ocasiones: todo permanece igual pero es diferente. Con Dios, con la fe, se profundiza en esa realidad y entonces hay un cambio interno en nosotros que nos provoca y provoca a los de nuestro alrededor. Además, hay un diálogo constante con Él y con esa realidad que nos afecta y nos va conformando. Nada queda al margen, nada se aleja de una mirada profunda, nada permanece oculto. Todo nos interpela. ¿Para bien, para mal? Depende de la actitud que tomes después de esa interpelación, pero cuando le tienes a Él, esa interpelación es siempre un empujón a sacar lo mejor de ti, a hacerte ver que hay mucho más, a darte cuenta de la realidad de otras personas... Y esto es para bien, siempre es para bien crecer para adentro y para afuera.
Y no quiero caer en la superficialidad de ponernos las gafas de Dios para profundizar sin esfuerzo personal pues no estamos llamados a vivir una vida cómoda; sino a vivir la vida en todas sus dimensiones, con todas nuestras facultades porque así llegaremos a ver las cosas, a percatarnos de ellas y provocarnos. Ser íntegros y que se palpe en cómo vivimos, tratamos a los demás y queremos. No podemos negar que somos cuerpo y alma, por esto mismo es importante desplegar todo nuestro yo, todo lo que se nos ha entregado para vivir plenamente. Y ese profundizar requiere de nuestra voluntad, de nuestro intelecto y de nuestro afecto. ¿Por qué tanto empeño en profundizar? Porque estás en la tierra para vivir. Y si vives de la mano del Cielo (de Dios) no te será difícil lidiar con todo lo que se ponga por delante, tanto agradable como menos agradable, y sacarle ese brillo que lo hace interesante y una experiencia enriquecedora siempre. Podrás adelantarte a la felicidad eterna, a la Vida y Plenitud.
Tenemos huellas, caminos recorridos, personas íntegras y libros sabios que nos presentan y acercan ese Cielo en la tierra. Huellas en monumentos y en la historia que los envuelven; caminos diversos que responden al anhelo de cada persona; personas que han sido valientes y han ido contracorriente tras la Vida; libros que escribieron esas personas con su conocimiento de Vida tras su experencia de Vida. Si buscas, encuentras. Eso sí, si buscas, aquí no se regala nada, uno tiene que querer, anhelar. Es una actitud. El pensamiento pone la idea que se convierte en acto. Y el corazón intensifica la voluntad para llevarlo a cabo. ¿Quieres? Insisto en esto porque veo que nos falta mucha personalidad, vivir nuestra vida, ser nosotros mismos e ir tras aquello que nos calma el alma, llena el corazón, afianza la voluntad y enriquece el intelecto. Si de verdad vamos tras ello, viviremos ese Cielo en la tierra que Dios nos tiene prometido cada vez que respondemos con un sí al anhelo que ha puesto en nuestra alma.