OBRAS
PISCINAS MUNICIPALES EN CASTROMONTE · 5/12/2022
Castromonte se ubica en la comarca de Montes Torozos, en la provincia de Valladolid, en el medio del vacío que golpea el viento. Su censo contabiliza 309 habitantes y 106 aerogeneradores. Un municipio tallado en piedra y atravesado por el Camino de Santiago de Madrid, a los pies del río Bajoz. Desde hace años, la despoblación y el paso de los años dejó sin sonidos sus calles y el interior de sus viviendas. Pero, a pesar del trazo grisáceo, es una población que no se somete a un futuro incierto. Aprovechando el oro eólico, el municipio ha emprendido toda una serie de acciones encauzadas a fomentar espacios comunitarios para su población.
Fotografía: Ana Amado
Las piscinas municipales son un lugar de reunión, un punto de encuentro para sus habitantes y amigos que les visitan; entre los que se encuentran muchos que viajaron a la gran ciudad y que retornan ocasionalmente soñando con los orígenes. Lo importante no es el edificio, ni la zona deportiva, lo trascendente es la creación de un lugar, de un equipamiento que sirva a sus habitantes para socializar y compartir sus rutinas e inquietudes. Una dotación comunitaria, en un pequeño pueblo, no tiene la voluntad por recuperar vecinos sino evitar que se vayan los que quedan ya que Castromonte carecía de un lugar público, un espacio compartido; y es ahora -con la excusa de unas piscinas- cuando se ha reforzado el concepto de comunidad. Un lugar de vidas paralelas donde, no solo se practican deportes acuáticos, sino también cine al aire libre, comidas multitudinarias o conciertos al caer la noche.
El conjunto parte del diálogo que resume las dos naturalezas que conviven en el actual contexto campo-municipio que circunda el caserío. Por una parte, empleamos la piedra sin talla y su materialización en largos muros-cerca emulando la tradición de tapias y vallados que identifican el municipio; por otra, se ha reinterpretado la realidad tecnológica de los campos eólicos que emergen entre trigales mediante la disposición, aparentemente aérea, de una cubierta formada por vigas prefabricadas. Los recuerdos de sus habitantes, pero también de los que se fueron, se identifican con las construcciones en piedra que configuran la práctica totalidad del municipio, por lo que el proyecto no solo se integra en el contexto sino que asume su identidad.
Este conjunto se ha realizado a partir de las piedras de derribo procedentes del vallado original de la parcela. Esta gran cerca fue desmontada piedra a piedra, seleccionando las piezas más sanas. Cuando faltaban, fueron traídas de las eras cercanas. Empleamos maestros canteros del lugar, siguiendo la tradición en auge de potenciar los oficios tradicionales y los maestros de la zona; facilitando la dinamización de la economía local de la construcción y la estabilización de empleo local artesano . También las vigas de hormigón in-situ se han realizados con áridos del lugar, con la intención de que su textura y color se asemejasen a los de los muros de mampostería; potenciando la economía circular de la zona y reduciendo emisiones derivadas del transporte de materiales.
Fotografía: Ana Amado
Las vigas prefabricadas fueron transportadas desde una empresa ubicada a poco más de un centenar de kilómetros, donde, además, fueron producidas. Estas juegan a elevarse sobre los mampuestos, abrazándose a ellos y al suelo a partir de las sombras que proyectan. Los claroscuros –y su condición atmosférica– son parte esencial del proyecto, convirtiéndose en la argamasa que debía coser lo vernáculo y lo industrializado. El recuerdo de los veranos de sombras anheladas, por las que se filtraba el sol, permanecen anclados a la memoria de la infancia; sombras a veces visibles, otras no, de distintas intensidades, en movimiento, alargándose o encogiendo, con mayor densidad o desvanecidas. Sombras que remiendan, relacionan y sustentan el conjunto.