Revista Erotismo

Piso de solteros

Por Gcdmartinez @libro_en_blanco

Imagen: Foro Univisión.

Piso de solteros Llevábamos un año saliendo juntos y a los pocos días de alquilar un piso e irnos a vivir juntos, me llegó una interesante oferta de trabajo en Madrid, por lo que tuve que trasladarme a vivir allí. Silvia, mi novia, no podía acompañarme por motivos laborales, por lo que se me hizo cuesta arriba dejar de verla cada día y de disfrutar de su cuerpo en cada momento.

Alquilé un piso en Madrid y me fui a vivir, para compartir gastos, con mi amigo David. Tenía dos años menos que yo (23) y estaba en Madrid estudiando la carrera de periodismo.

Mi amigo era un tío guapote, alto, con un cuerpo tonificado. Tenía el pelo moreno, muy corto y unos ojos azules con los que conquistaba a todas las compañeras de carrera y a sus compañeras de trabajo, pues en sus ratos libres trabajaba como azafato de congresos.

El primer fin de semana que pasé allí vino Silvia (mi novia) a estar conmigo. El sábado por la noche, David organizó una cena de bienvenida en casa a la que acudieron su reciente novia y varios amigos compañeros de su trabajo.

Mi  novia y yo nos encargamos de la cena. Silvia preparó un pescado al horno, después de los aperitivos se levantó para retirar los platos y echar un vistazo al horno. Yo le acompañé. Aquella noche estaba radiante, me había pasado una semana entera sin verla, soñando con ella y mojando las sábanas de mi recién estrenada cama pensando en su cuerpo. Por la noches apretaba bien fuerte mi polla contra el colchón imaginando que su húmedo coño estaba ahí abajo, esperando para recibir y tragársela entera y follarla sin parar.

Fui a la cocina detrás de ella, fijándome y excitándome con el balanceo de su culazo en cada paso. No pude aguantar cuando se agachó para ver el contenido del horno. Dejó su culo enfrente mía, como una diana a la que clavar un dardo. Solté los platos rápidamente encima de la mesa y me acerque corriendo a ella. En poquísimos segundos me bajé los pantalones y mi polla salió disparada apuntando a su culo. Le levanté el vestido hasta la cintura y arranqué su tanga negro de un golpe. Cogida por la cintura y apoyada en la parte superior del horno, me hundí dentro de su culo de una sola embestida. Sabía que no tenía mucho tiempo, que podía venir alguien, así que le bombeé rápido. Gemíamos, cada penetración era más fuerte que la anterior, golpeando mis huevos con sus nalgas y haciendo un verdadero esfuerzo cogiéndola de la cintura para no tirarla al suelo.

Me quedé de piedra cuando en el reflejo de la ventana vi que mi amigo David estaba en la puerta de la cocina mirando, con algunas copas en la mano. Me hice el despistado como si no le hubiera visto, él al poco rato se fue y yo me corrí placenteramente dentro del culo de Silvia, que se incorporó de tan incómoda postura. Le agradecí que se hubiera dejado hacer tan salvajemente, con un beso largo. Estábamos acostumbrados a follar con mucha delicadeza y sentimiento, pero este arrebato nos gustó. Ella fue a la habitación a ponerse un tanga nuevo y a limpiar mi leche que caía desde su culito por los muslos de sus interminables y esbeltas piernas.

Volvía a la mesa pero no vi a mi amigo. Me dijeron que hacía rato que se había ido a la habitación. Fui a buscarlo. Cuando llegué, la puerta estaba entreabierta. David estaba sentado en el borde de la cama, con los pantalones por las rodillas, los ojos cerrados y masturbándose frenéticamente. No paraba de repetir entre susurros algo parecido a “vaya culo, me encanta tu culo…”. Pensé que lógicamente se habría excitado al ver la sesión anal que había tenido con mi novia y que se había quedado maravillado con el culo de Silvia, pero no era así. Esa paja iba dedicada a mi culo, cuando se corrió sobre un pañuelo le oí mencionar mi nombre.

Durante la cena estuve pensando en eso. Decidí aprovecharme de saber que le excitaba a David para hacerle pasar una semana de sufrimiento, de grato sufrimiento.

El domingo por la tarde Silvia se fue de vuelta a casa y David y no nos volvimos a quedar solos para toda la semana. A la vuelta de la estación pasamos por el gimnasio. Era el primer día que iba al gimnasio en Madrid. Entrené toda la sesión con David. Acabamos y en las duchas estábamos también acompañados por los compañeros de trabajo de mi amigo.

Hablábamos de chicas y David comentó lo poco que ligaba, todo con mucha guasa porque era el que más ligaba de todos nosotros. Nos estábamos secando y cuando nadie nos vio apoyé su polla sobre la palma de mi mano y le di varios golpes hacia arriba, como si la estuviera pesando y le dije: “No te quejes que seguro que eres el que más agujeros ha destrozado con este aparato”; me miró fijamente con cara de asombro, solté su polla, que para no estar erecta era bien grande y le di un cachete en el culo. No me dijo nada pero sé que le gustó pues se puso rápidamente los boxers para disimular su tremenda erección.

Los demás días pasaron cosas parecidas y yo cada vez me sentía más atraído por mi amigo.

Cuando nos levantábamos y coincidíamos en la cocina desayunando, no me ponía el pijama. Salía de la habitación solo con los boxers y luciendo delante de él mi erección matutina. David miraba embobado. Durante el día cuando coincidíamos por el pasillo le daba algún cachete en el culo o le soltaba comentarios como “que bien se te marca el paquete en los vaqueros”. Cuando me pajeaba pensando en mi novia dejaba la puerta de la habitación medio abierta y gemía fuerte. Se que él me oía y que se acercaba a la rendija de mi puerta para verme. Cuando hablaba con él metía mi mano en los pantalones y descaradamente masajeaba mi polla. Se lo estaba haciendo pasar realmente mal, pero era muy excitante.

A los tres días de estar en ese plan decidí dar un paso más. Llegué del trabajo, sabía que él estaba en casa pero disimulé actuando como si no estuviera. Me desnudé entero en la habitación y salí para limpiar el polvo del comedor. En eso bajó David del piso de arriba, hice como si no le hubiera oído y me fui a la cocina. Abrí el horno y me agaché como si lo estuviera limpiando. Dejé mi culo abierto para él y David no se pudo resistir: se bajó los pantalones y reprodujo la escena que el sábado anterior había visto en ese mismo lugar pero con actores diferentes, mi novia y yo.

Me la metió hasta el fondo, yo estaba acostumbrado a que Silvia jugara con sus consoladores en mi culo pero nunca me habían metido algo tan gordo. Tenía una polla descomunal. Me folló salvajemente, me repetía que me deseaba. Cuando fue a correrse, la sacó de mi culo y yo me arrodillé delante de él. Me la metí en la boca. Solo su capullo ya la llenaba entera. Le pajeé y se corrió en mi cara con gran cantidad de semen. Me dio varios golpecitos con la polla en las mejillas mientras por el placer le producían espasmos por todo su cuerpo.

Le cogí de la mano y me lo llevé al salón. Me senté en el sofá y lo senté encima mía. Me costó mucho metérsela, le dolió pero pudo aguantar y terminó gozando como yo. Su culito estrecho y musculado daba un placer tremendo, con movimientos suaves me fue cabalgando y acabé corriéndome dentro de él mientras le cogía bien fuerte de su fornido pecho.

El resto de días de nuestra convivencia fueron parecidos, menos los fines de semana que tanto mi novia como la suya venían a visitarnos. Me esperaba todos los días detrás de la puerta cuando llegaba de trabajar, me apoyaba en la pared y me la mamaba hasta que me corría en su boca. Yo entraba al baño cuando David estaba en la ducha, y jugaba con mis dedos en su culo mientras intentaba comerme tan grande aparato.

Por las noches se sentaba encima mía en el sillón, mientras veíamos la tele, y le follaba. Muchas mañanas me despertaban sus mamadas a mi verga erecta, otras mañanas eran mis besos los que le despertaban a él. Nos rozábamos por los pasillos, nos pellizcábamos el culo, más de una vez mientras conducía para llevarme a su trabajo, me pajeaba, incluso en el cine nos sentábamos en la última fila y nos metíamos mano y siempre acabábamos follando incómodamente en el coche, veíamos porno juntos y nos masturbábamos, llegamos a entrar a chats de temática gay donde delante de nuestra web-cam nos follábamos mientras el resto se pajeaban siempre sorprendidos por el descomunal tamaño de su cipote.

En el plano de los sentimientos yo seguía enamorado de Silvia y él de su novia.  A los dos nos seguían gustando las mujeres, solo que en el sexo decidimos no privarnos de nada.

Yo me casé a los pocos meses y aunque seguía en Madrid compartiendo piso con mi amigo y en estos primeros meses de matrimonio no hubo más sexo, alguna vez se nos escapaba algún beso, alguna caricia, alguna paja juntos pero nada más.

Eso sí, la tensión sexual era extrema y no pasaron muchos meses hasta que pasó lo que tenía de pasar…

Autor: Toni Rivas.

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