Me gusta el flamenco. Me encanta el flamenco. Me llega, me toca, me emociona. La figura de Camarón, como todos sabemos, es la que hizo que una música que podríamos considerar étnica, llegase a la masa. Los productores arriesgaron, fusionaron el flamenco y crearon una leyenda: “La leyenda del tiempo” (1979). Ahí nace la el mito.
Montero Glez es capaz de recrear con precisión, pero también con deliberada fantasía, los últimos días del mito de San Fernando, allá por 1992. "Pistola y cuchillo" es un relato largo que revive aquellos años de la Venta de Vargas y que profundiza (bastante más que la película de Chávarri, donde el desarrollo del personaje aparece sólo esbozado) en la forma de vivir y de entender la vida del genio de La Isla, de ese hombre autodestructivo que fue tocado con la varita mágica de los ángeles. Montero convierte a Camarón en personaje literario y avanza un paso más en la consolidación de un mito popular que ya no pertenece sólo a los gitanos.
Peleas de gallos, fino y pescaito. Furgonetas cutres, guitarras y capotes. Elementos castizos que acompañan a unos personajes literarios de carne y hueso que conviven en estas páginas trascendiendo el fondo y alcanzando la más original de las formas. El relato pone los pelos de punta a quienes hemos sentido el flamenco. Montero, con una prosa clara y directa que va más allá de las modas, las tendencias y los mercados, ha construido el libro que ha querido construir: ha hecho lo que le ha dado la gana, poniéndose el mundo (literario) por montera. Y aunque sólo sea por eso, cuenta con toda mi admiración y mi respeto. No se encuentran hoy día en España escritores tan valientes, tan puros y tan… de verdad. Tan de verdad como la voz de José Monge Cruz: Camarón de la Isla.
Pistola y cuchillo (El Aleph, 2010)