Revista Videojuegos

Placeres culpables

Publicado el 14 junio 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

Me gusta ser diferente, aunque ser diferente es fácil, porque siempre hay alguien que es diferente a ti, por lo que tú ya eres diferente al que es diferente. Juegos de palabras tontos aparte, quería comenzar mi -espero- larga andadura entre estos ríos de tinta digital presentando una parte de mí de la que estoy extrañamente orgulloso. Lo normal sería escribir mi primer artículo sobre mi juego favorito, sobre “qué bueno que es Final Fantasy VII, best RPG ever!” o, mejor aún, para quedar más cool todavía, decir que FF VII es un juego sobrevaloradísimo que se retroalimenta constantemente de la nostalgia de jugadores ahora adultos. Como he dicho, me gusta ser diferente, así que voy a hablar de esos juegos mediocres que tanto me apasionan, de esos juegos que se alejan de ser sobresalientes pero que me resultan más divertidos que algunos candidatos a Juego del Año.

¿Recordáis cuando James Bond era sinónimo de calidad? Y no estoy hablando de las películas de Sean Connery, sino de la obra maestra de Rare en tiempos de Nintendo 64. La saga dentro del mundo de los videojuegos ha ido decreciendo en calidad a lo largo de los años, aún así sigo pasándomelo en grande con las últimas entregas. Blood Stone es la más nueva y, según la Revista Oficial de Xbox 360 de Reino Unido, “promete para luego no dar” (voy a coger citas para que os hagáis una idea, no quiero rebatir las críticas de turno ni dar una visión sesgada). Mirando desde el punto de vista más frío que mi mente sedienta de pólvora y metralla digitales me permite, Blood Stone es un shooter muy genérico, que aprueba tirando de chuleta, haciendo un símil estudiantil. Lo que consiguió Bizarre con el juego es crear un ambiente puramente 007, y eso a cualquier fan del británico le puede. Por muy básicas que sean las mecánicas, yo me puedo tirar horas y horas cumpliendo misiones como Daniel Craig repartiendo balas y puñetazos a partes iguales.

Dejemos por un momento la violencia de lado para hablar de deporte, más concretamente de baloncesto. Los títulos deportivos en general me entretienen a muy corto plazo. Juego a FIFA durante una semana intensamente y luego no lo retomo hasta meses después, y ya he olvidado si se tira con el Cuadrado o con el Círculo. Podría hablar de FIFA Street, juego que me flipa porque me siento un crack del balón sin moverme del sofá. Pero no, voy a hablar de uno que no sé ni si habrá gente que lo conozca o recuerde. NBA Ballers: Chosen One, del que Gamespot dijo que “no hay razón para llevárselo”. Para empezar, en Chosen One puedes hacer todo tipo de virguerías con el balón, pero lo mejor de esto es que es a través de Quick Time Events (además de los shooters, me fascinan los QTE, creo que no se puede caer más bajo). La variedad de acrobacias que se podían hacer me dejaban con la boca abierta. Sólo me falta mencionar que, una vez rellenada la barra correspondiente, podías hacer un movimiento todavía más increíble que terminaba al instante el partido. Puedo sonar todo muy burdo, pero el maldito juego me tuvo enganchado muchas semanas.

tenchu z Placeres culpables

Tenchu Z

Necesito volver al tema de la violencia, que cuando estoy mucho tiempo fuera de la sangre empiezo a boquear en busca de oxígeno. La saga Tenchu es una de las que más ha marcado mi infancia videojueguil, en esos momentos de la vida en los que cualquier rastro sangriento en pantalla te deja flipando durante días pensando sobre lo mayor que eres. La saga ha ido perdiendo fuelle con el tiempo hasta llegar a Tenchu Z, un título exclusivo de Xbox 360 que sólo puedes disfrutar si eres un “fetichista de los kimonos“, o al menos eso dicen los de la OXM. Reconocer que la calidad brillaba por su ausencia era fácil en este caso, pero la nostalgia y volver a controlar a los míticos ninjas (el protagonista era un anónimo personalizable, una lástima) valían la pena. Apuntar a un tejado, surcar la noche con ayuda del gancho, dar un mortal hacia delante para terminar con una ejecución de un japonés desprevenido. Cada muerte y cada chorro de sangre cual manguera tarantiniana eran un delicia. Nunca me cansaré de buscar nuevas formas de explotar mi sadismo interior.

Sigo con el sigilo, uno de mis géneros favoritos. En circunstancias normales hablaría de Splinter Cell (Sam Fisher gana en la pugna por mi corazón contra Solid Snake), pero si hablamos de juegos de dudosa calidad me quedo con Velvet Assassin. Lo primero es que hubiera sido un puntazo que Koch Media lo hubiera distribuido con el nombre traducido, Terciopelo Asesino. Eurogamer lo describe directamente como una “experiencia de juego frustrante“. Esto es algo innegable, porque es que el juego parecía estar diseñado para putear al jugador de las maneras más rastreras posibles. Y no hablo de que la dificultad sea alta estilo Dark Souls, sino de fallos evidentes que lastraban mucho su calidad. A pesar de todos los bugs, me lo pasé. Ya sólo eso indica lo mucho que me gusta el género. La estúpida inteligencia artificial (era tan estúpida que daba la vuelta y parecían súper inteligentes) hacía que cada ejecución fuera aún más satisfactoria.

Seguramente, todos los juegos que he nombrado serían ‘carne de alquiler’ para la mayoría o incluso no los tocarían ni con un palo. Yo he disfrutado con ellos como con muchos grandes nombres de la industria. Claro está, si me hubiera parado a leer las opiniones de la prensa especializada (yo mismo he escrito la crítica de algunos de ellos), quizás no hubiera llegado a probarlas, porque ahora está la costumbre de mirar el numerito y no enterarte de lo que pone de por medio. Además, soy de los que piensa que para valorar un buen juego hay que jugar primero a uno peor. Y, qué demonios, rompo una lanza por esos juegos que están en el limbo, que no son asquerosamente malos como para rajar sobre ellos y reírnos ni tan buenos que todo el mundo los alaba. Los videojuegos también se merecen tener una clase media propia.

La entrada Placeres culpables es 100% producto Deus Ex Machina.


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