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"La tentación de Jansson", más allá de IKEA
Aprovechando que hoy celebran los enamorados del mundo el día de San Valentín, y pensando en los caballeros heteros que frecuentan este lugar ¿por qué no sorprender a su amada con un papeo en condiciones en vez de regalarle flores de plástico, bisutería de tienda de chinos y baratijas parecidas? Como supongo que tras la cena vendrá lo otro —porque si no viene, ¿para qué diablos meterse en la cocina?— propongo una recetita ligera que vi en la tele hace unos días, en origen (porque lo que sigue no es más que una adaptación, una mala traducción para paladares carpetovetónicos) una cosa sueca que lleva el aparatoso nombre de “La tentación de Jansson”, individuo, este Jansson, que debía ser de buen conformar a tenor de la simpleza del guisote.
Sin alejar de la cabeza nuestro objetivo, esto es, perseguirla hasta el catre, comenzaremos por filetear 2 buenas cebollas (fig. 1) que acto seguido cuasi caramelizaremos en una sartén, utilizando un taruguito de mantequilla como médium freidor (no vendría mal en este momento espolvorear sobre la cebolla una pulgarada de azúcar. Fig. 2)
Mientras se realiza la suaaaave fritanga a fuego lentíiiiisimo procederemos a pelar, lavar y cortar, como en una peluquería, del orden de 4 patatas medianas. Al efecto, servidor utiliza un artefacto picador/rallador que me fue regalado por mi prima Consuelito, la de Alemania, y que parece uno de esos utensilios del ‘TeleTienda’ o de la ‘Tienda en Casa’. Aparato, por otro lado, que junto a su facilidad de manejo es capaz de dar a las patatas el corte deseado, o sea, el que las reduce a ‘patatas paja’ (fig. 3), por lo que de no poseer Ud. cacharro parecido le recomiendo que se arme de paciencia y corte las patatas en rodajas finiiiiitas, finiiiiitas, tan finiiiiitas como pueda.
Tras el proceso, mantendremos un rato las patatas en remojo para que eliminen el almidón y esas cosas raras que exudan los tubérculos, aprovechando el patataluvio para engrasar con mantequilla un molde para horno que puede ser de cristal, de barro o metálico como el del ejemplo (fig. 4)
Ahora viene el asunto de los estratos. Quiero decir que una vez bien pochada la cebolla y lavadas y escurridas las patatas, comenzaremos el proceso de llenar el molde siguiendo este orden: Primero, pondremos en el fondo una generosa capa de patatas-paja con una pizquita de sal (fig. 5), sobre ella verteremos la translúcida cebolla (fig. 6) y sobre tan suave colchón repartiremos de forma ordenada los filetes de anchoa que puedan contener 2 latitas (fig. 7). Las que yo utilicé, de la acreditada casa “El Consorcio” —sí, como los ex-Mocedades que cantaban eso del txakatxa del tren, por emplear una onomatopeya euskárica— tenían la ventaja de ser bajas en sal; un 50% menos de sal según se anuncia en el embalaje, lo cual aleja el peligro de la salazón en demasía del resultado final.
Terminamos cubriendo las anchoas con otra capa de pajipapas, vertiendo finalmente sobre tal estratigrafía una botellita de nata líquida ligera especial para cocinar, o sea, la Président y dejémonos de eludir marcas (fig. 8) Añadimos otra pizca de sal —mucho ojo al respecto—, pimienta recién molida y unos daditos de mantequilla.
Previamente calentamos el horno y una vez alcanzada la temperatura adecuada (230º/240º) introduciremos el preparado y lo dejaremos allí como unos 40 minutos, tiempo que aprovecharemos para preparar una ensalada verde de lechuga, cebolleta, pepino y rúcula más el añadido cromático de unos rabanitos a medio pelar (fig. 9)
El resultado final de esta “Tentación de Jansson” es tal el que muestra la última borrosa foto (tuve que hacerla con el móvil porque la cámara se me quedó sin batería)…
Lo que venga después ya es cosa suya, querido amigo, aunque me permito recomendar para acompañar el plato la ingesta de algo fuertecillo —sólo para ella, ojo, Ud. dele a la gaseosa no vaya a terminar la aventura en gatillazo—, por ejemplo de un Acquavit, un aguardiente de pera, un buen vodka… cualquier cosa que consiga ponerla beoda de manera rápida, ya sabe. Eso sí, antes de pasar a la acción no olviden someter sus dentaduras a una limpieza en profundidad so pena de acompañar los actos con una doble y embarazosa halitosis producto de las anchoas y los rábanos.
Si finalmente les sale bien la jugada, no me den a mí las gracias, désenlas a Jansson y a su conformista tentación. Suerte.
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