Carlos Mármol disecciona en La Noria el polémico informe presentado por el Partido Popular sobre el funcionamiento del Plan Centro. Informe que, por otro lado, el grupo municipal del PSOE acusa al Partido Popular de haber manipulado, al hacerse público que “la empresa responsable del funcionamiento de las cámaras afirma hoy en un periódico que dichas cámaras no han dejado de funcionar en ningún momento y el Ayuntamiento no ha manifestado queja alguna sobre las mismas”.
"Argumentos para una derogación" dice en uno de sus párrafos:
“Lo mejor del informe, sin embargo, no es su conclusión (discutible), sino su inicio. Lo que los retóricos llamaban el introito. Reza así: "Desde 2007 a 2011 se ha producido un descenso del 48% del tráfico de vehículos particulares a la zona centro de Sevilla". Todo un dato a tener en cuenta. De ser verdad tal afirmación -cosa que no hay que poner en duda- habría que concluir que el Plan Centro, tan denostado, ha sido un rotundo éxito incluso antes siquiera de nacer. Porque el sistema no empezó a funcionar hasta finales de 2010. Que vengan menos coches al casco antiguo de Sevilla -100.000 vehículos lo colapsaban a diario- es un mérito del anterior gobierno local, que, como El Cid, después de fenecido ha salido triunfante del envite. Que lo diga además el actual ejecutivo municipal es doble honor. Se sabe: uno no debería juzgarse nunca a sí mismo (cosa que suelen hacer los políticos), sino aceptar que sean los otros los que analicen tus gestas. Sobre todo en la vida pública.”
Una reducción tan drástica del tráfico ha de tener por fuerza importantes beneficios para la sostenibilidad y la calidad de vida del casco histórico más grande de Europa. Conjugar la conservación de dichas bondades con el pulido conveniente de los indudables fallos cometidos durante su puesta en funcionamiento puede ser una buena opción si la voluntad es alcanzar el consenso que beneficie a una amplia mayoría de los ciudadanos.
Que los intereses de la ciudad de Sevilla no son exclusivamente los de sus comerciantes ni los de los propietarios de aparcamientos en el centro es tan obvio que no necesita explicación. En decisiones de este tipo deberían primar la forma de vida que elijan los ciudadanos antes que los intereses económicos de unos cuantos sectores que, además, está por ver y demostrar que tienen una relación directa de causa efecto con la implantación de las restricciones al tráfico.
En el caso de los aparcamientos puede que sea así, pero en el de los comerciantes, con un centro atestado casi siempre de viandantes, es más que dudoso. Tal vez deberían dedicarse más a reflexionar sobre el por qué la multitud que campea sus calles a diario decide pasar de largo ante las puertas abiertas de sus negocios. Igual todavía no se han percatado de que, con los vehículos circulando por el centro, el paso sería más rápido todavía.