Estamos al comienzo de un nuevo año y, con seguridad, todos deseamos que nos ocurran grandes cosas en los próximos doce meses.
No conozco todavía al primero que diga "el año anterior me fue de lujo, este quisiera que fuera un poco peor".
Si las cosas salieron bien, como mínimo esperamos que vayan igual.
Sin embargo, aunque todos queremos tener un gran año, tenemos poco claro lo que eso significa o cómo vamos a lograrlo.
Al nuevo año le pedimos prosperidad, salud, buenas relaciones... pero es raro que nos sentemos a trazar un plan para conseguir todo lo que deseamos.
No es usual que las personas tengan objetivos y métricas de desempeño personales claros y definidos.
Es decir, queremos que nos pasen muy buenas cosas, pero dejamos que sea la suerte la que decida lo que vamos a obtener.
Algunas estudios señalan que menos del 10% de las personas establecen y trabajan activamente para alcanzar metas en su vida.
Y esos mismos estudios nos dicen que las personas con objetivos tienen un desempeño superior el 90% de las veces.
Definir objetivos y planes para alcanzarlos da resultados. Aunque no alcancemos el 100% de nuestros objetivos, me la juego a que con un 50% de cumplimiento estaremos muy por delante de quienes cerraron los ojos y desearon con devoción.
Por ello, durante las últimas dos semanas he dedicado algunas horas a pensar en aquello que me gustaría lograr este año y cómo podré conseguirlo.
El resultado de ese trabajo es una hoja de cálculo donde tengo registrado aquello que quiero conseguir en el primer trimestre del año en cuanto a mi desarrollo personal y profesional.
Yo estoy convencido de que los resultados que uno obtiene están determinados en una grandísima parte por quienes somos. Cuanto más mejoramos física, emocional, intelectual y espiritualmente, mayores son las probabilidades de obtener buenos resultados.
En el archivo está consignado no sólo el objetivo, sino también la forma cómo pienso lograrlo. Mi plan.
Un plan son conjeturas que realizamos, hipótesis, sobre la manera cómo podemos alcanzar ciertos objetivos.
Llevar un registro de las acciones que ejecutamos y los resultados que obtenemos, nos permite evaluar si nuestras hipótesis son ciertas. De esta manera iremos aprendiendo lo que funciona y lo que no, así podemos ajustar nuestras acciones y probar nuevas hipótesis.
Por ejemplo, para perder los kilos que gané durante el verano y que no he podido quitarme aún, mi plan es comer sano toda la semana, dejando libre una comida en el fin de semana para comer lo que se me antoje.
También pienso correr al menos cuatro días por semana y realizar sesiones con pesos en el gimnasio otros cuatro días.
La combinación de dieta y ejercicio (aunque la dieta tiene un impacto mucho más importante en cuestión de reducción de peso) con seguridad me llevará a buen puerto.
En el plano espiritual y emocional también cuento con métricas concretas. Meditar durante 30 minutos al día, seis veces por semana, y escribir en el diario al menos cinco días es la manera como pienso ganar más paz y claridad mental.
También tengo separado en la agenda cada día tiempo en familia para realizar actividades saludables y divertidas.
Desear que nos pasen buenas cosas no basta para que ocurran, debemos trabajar con decisión y entusiasmo si queremos alcanzar nuestros sueños.
Realizar un seguimiento diario de lo que hacemos para avanzar hacia nuestros objetivos es la mejor manera de asegurarnos de que vamos por el camino correcto.
Así que si aún no has realizado tu plan, todavía estás a tiempo para hacerlo, el año apenas comienza.