Revista Cultura y Ocio

¿Planificar o sólo sentarse y escribir?

Publicado el 07 mayo 2014 por Escrilia @escrilia

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argumento, escribir, escritura, impulsivo, literatura, planificación

pensar
Cuando nos decidimos a escribir una historia hay dos modos de aproximarnos al proyecto: Planificación e impulso. Podemos planificar todo de antemano y luego guiarnos con ello como si fuera un mapa. O podemos dejarnos llevar por el deseo de contar lo que en ese momento bulle en nuestra cabeza… y ya veremos a dónde nos lleva la propia historia.

Cada escritor tiene sus preferencias, pero ¿cuál es el mejor sistema? ¿Cuál es más sencillo, más fácil y cuál requiere mayor esfuerzo? ¿Es cierto que uno lleva a una historia seca, prefabricada y el otro a una madeja ingobernable y sin sentido? ¿Cómo puede usted saber qué modalidad le conviene a usted y a su historia?

Harold Pinter (Nobel de Literatura 2005), cuando se le preguntaba sobre su proceso de escritura, decía que solamente le bastaba con poner a dos personas en una habitación y esperar a ver qué pasaba. Si yo hiciera eso tendría dos personas bastante calladas, una empezaría a jugar con su smartphone y la otra probablemente empezaría a silbar. Y a ver qué historia saco de eso.

Stephen King dice en su libro Mientras escribo (más que recomendable) que no tiene idea de dónde va la historia hasta que los personajes se lo dicen. El gran problema de hacer lo que nos dicen escritores sumamente talentosos y experimentados es que la mayoría de nosotros no somos tan talentosos, ni tan expertos.

Sin dudas, sentarse delante de la pantalla del ordenador sin una idea definida de lo que queremos decir tiene ese sabor de lo romántico. Los personajes cobran vida, la chispa de la inspiración los recoge y lanza a través de eventos fascinantes, y al final todos los hilos se combinan en la escena culminante para producir una solución satisfactoria y esclarecedora. ¿No sería genial?

Desafortunadamente la realidad es un poquito menos poética.

El cerebro, acostumbrado a resolver problemas con el menor esfuerzo posible, tiende a escoger la respuesta obvia y encadenar conceptos familiares. A menudo la primera idea que usted tiene no será muy buena. Y las cosas se pueden volver algo más complicadas a medida que se incorporan personajes, eventos y subtramas… y al final deberá resolver todo de forma satisfactoria. Es demasiado para mantener en la cabeza mientras escribe.

Entonces será mejor tener todo pensado y detallado en un plano, una guía, ¿no?

Muchas de las mismas cuestiones antes mencionadas se aplican aquí también. Cuando se configura un argumento trabajado punto por punto (sucesos, puntos de giro, revelaciones, escenas y secuelas) el hecho de tener todo lo que necesita justo en frente de los ojos cuando escribe es estupendo. Pero es el mismo cerebro trabajando, y la tendencia seguirá siendo optar por lo obvio y lo predecible.

En el método de la exploración y el desarrollo simultáneo (bah, sentarse y escribir), usted no sabe si la historia va a resultar interesante hasta que la tenga terminada. Así, quizás le puede tomar mucho tiempo descubrir que la historia no va a ninguna parte. Y cuando lleva 30.000 palabras escritas no es algo fácil de asimilar.

En el sistema de planificación exhaustiva, usted puede engañarse a sí mismo, pensando que todo encaja a la perfección. Estudió todo, tiene un argumento inteligente, preparó cada secuencia, puso inesperados giros y le dio a todo un final brillante. Pero hasta que empieza a escribir no se dará cuenta si la “receta” funciona realmente. Es sencillo poner “Capítulo 8: Fred escapa de prisión y se dirige a Shanghái para vengarse”. Pero entonces llega el momento de escribir el capítulo 8 y aún no se le ha ocurrido un plan de escape interesante y sorprendente, ni una forma lógica y original de que Fred llegue hasta Shanghái.

Personalmente soy más del tipo planificador, pero me he dado cuenta que si uno insiste en planificar hasta el más mínimo detalle sufre una superexposición a la idea que termina aplacando el entusiasmo. Y no hay cosa más irritante que tener todo planeado y darse cuenta que se aburre mientras lo escribe (y si eso le pasa al autor, imagínese a sus lectores).

Imaginar y planear cada giro de una historia aún antes de haber comenzado precisa tanta creatividad como sentarse a escribir y decidir sobre la marcha.

Lo que ambos, “planificadores” e “impulsivos”, necesitan al afrontar la creación de una novela es una noción sobre qué se trata en la historia principal. Usted tiene que comenzar con algo sólido, una idea, una situación, un problema. Algo que los personajes deberán enfrentar, tratar, solucionar. Y esa idea tiene que ser interesante.

Entonces, antes de escribir cada escena, usted debe tener pensado cuál es el sentido de esa escena, de qué se trata. Y esto también tiene que ser interesante. Es este contexto lo que hace a una historia atrapante, no simplemente lo que hace o dice la gente que participa.

Muchos escritores que se consideran “impulsivos” no se dan cuenta que planifican. Ellos piensan: “Bueno, llegado a este punto ella vuelve a la casa de campo, encontrará la nota, veamos que pasa…” y empiezan a escribir, pero es entonces cuando pueden enfocarse en la escena y los personajes toman vida. Hacen una planificación mental que los sitúa en contexto y tono. Entonces escriben y escriben hasta que los eventos se van acomodando y descubren cuál es el objetivo de la escena. Entonces deben volver a corregir/editar para sostener esa idea. Uno de los problemas principales de la escritura exploratoria es a cantidad de trabajo que se debe eliminar en la edición. Porque al fin y al cabo se trata del viejo sistema de prueba y error.

La mayor diferencia entre planificar o “simplemente escribir” es que quien crea un argumento previo necesita determinar el objetivo y las consecuencias de cada escena. Para ser capaz de pensar qué sucede a continuación debe saber no sólo de qué se trata cada escena, sino como acaba. Para un escritor “impulsivo” la única manera de saber cómo termina una escena es escribirla.

Y es la única diferencia a destacar. Si usted es bueno decidiendo cómo debe terminar una escena sin escribirla, entonces le aconsejaría que planifique. Sabrá mucho más rápido si la historia tiene potencial.

En realidad escribir una escena requiere la misma cantidad de imaginación y destreza en ambos casos, y los personajes tienen las mismas oportunidades de decidir si lo que había planeado para ellos es lo que quieren hacer o no, pero eso siempre es un riesgo (y generalmente un reto estimulante).

Una cosa que tienden a pasar por alto ambos estilos de escritura es: ¿por qué esto que voy a escribir puede resultar interesante para alguien más que no sea yo? Sea el tipo de escritor que sea, no pase a la escritura/planificación de la siguiente escena hasta que haya una señal de que la escena que acaba de escribir/planificar tiene sentido, objetivo e interés. No tiene que partir la tierra, pero no debe ser superficial ni sólo funcional (salir de A para llegar a B).

Una vez que tenga ese primer borrador escrito se acaban las diferencias de sistema. Para los “impulsivos” el primer borrador probablemente parecerá una versión ampliada y con anotaciones del último argumento detallado del “planificador”. Ambos enfoques convergen entonces en el proceso de edición, corrección y reescritura.

No importa lo mucho que disfrute improvisando, o lo mucho que haya pulido un argumento previo, la reescritura es tomar lo que ya tiene escrito y hacerlo mejor. Sin prisa y sin pausa. No hay ninguna forma de evitar esta parte del proceso.


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