Plano secuencia (12): Irreversible, Gaspar Noé

Por Babel

Irreversible es una película francesa de 2002 que provoca sensaciones encontradas. No creo que sea la obra maestra que algunos reivindican, pero tampoco me parece merecedora de los calificativos de obscena, desdeñable y gratuita que otros le atribuyen. No es apta para todos los estómagos, pero a mi me gustó, creo que a pesar de su crudeza es una buena película que pretende plasmar los extremos emocionales que puede vivir el ser humano sin medias tintas y que, además, cuenta con un estilo narrativo original y planificado al milímetro, lejos de la gratuidad con la que muchos la califican. Irreversible cuenta la historia de tres personajes, Alex (Mónica Bellucci) y Marcus (Vincent Cassel), una joven pareja enamorada que vive en París y un día deciden ir a una fiesta en compañía de Pierre (Albert Dupontel), ex novio de Alex y amigo de Marcus. A lo largo de la noche Marcus se excede en el consumo de alcohol, drogas y coqueteo, por lo que Alex -molesta- decide marcharse a su casa. Pero de camino, al cruzar un túnel subterráneo es salvajemente violada por un desconocido que la deja en estado de coma. Marcus y Pierre irán en busca del violador movidos por su sentimiento de venganza. Claro que todo esto lo sabemos una vez vista la película completa, porque los hechos están narrados de modo inverso, al igual que lo hiciera Memento de Chritopher Nolan, y las escenas más salvajes las vemos durante la primera mitad sin comprender los motivos que asisten a los protagonistas, lo que ayuda a la sensación de gratuidad y a que muchos espectadores se levanten hartos de presenciar tanta barbarie sin sentido aparente. Comienza con los títulos de crédito finales e inmediatamente asistimos a una violentísima escena en la que un hombre es brutalmente golpeado en la cabeza y asesinado con un extintor en un club nocturno. Los primeros diez minutos, muy explícitos, con la cámara frenética agitándose y girando constantemente, a lo que hay que añadir el uso de la luz parpadeante, provocan auténtica sensación de angustia y logran que uno se sienta realmente aturdido, porque nos asiste un sentimiento de no poder soportar ni un solo golpe más sin gritar basta y levantarse de la butaca.

Poco más tarde otra escena salvaje y despiadada, que roza lo insoportable, es la de la violación, de unos diez minutos, interminable, violenta y bárbara como pocas, punto donde muchos espectadores abandonan la película. Sin embargo, a pesar de su tremenda crudeza, y tras haber asimilado todas las connotaciones del film, caben dos puntualizaciones en favor del sentido que Gaspar Noé pretende con esta secuencia. La primera es la distancia con la que la cámara nos muestra los hechos, es la única secuencia en la que la cámara permanece quieta y lejos de los personajes. Busca el retrato de la perversión de la que es capaz el ser humano, su lado más miserable de manera objetiva, al contrario que en el asesinato inicial, donde empleaba la cámara subjetiva para hacernos partícipes del sentimiento de venganza del protagonista. La intención no es sino que nos sintamos violados en nuestros principios y en nuestra moral, enfrentarnos directamente con el lado más asqueroso e irracional del ser humano, abatir al espectador que sigue mirando las aberraciones que algunas personas son capaces de cometer. La segunda puntualización es aquel hombre cuya sombra vemos asomar al final del túnel, aproximadamente a mitad de la escena, ese que observa unos instantes y se da media vuelta huyendo del lugar, fiel reflejo de  la doble moral humana que gira la cabeza ante las atrocidades y se niega a ver y aceptar la realidad que se cruza en el camino: ojos que no ven, corazón que no siente, toda la hipocresía de la que somos capaces reflejada en unos segundos delante de nuestras narices. A todo ello se suma que, al estar la película narrada al revés, tenemos la constante sensación de que cuanto vemos es gratuito, un ejercicio de violencia morbosa carente de sentido. Entonces vamos atrás en el tiempo, a solo unos minutos de la violación y comenzamos a comprender la secuencia inicial y las reacciones de los protagonistas. Asistimos a escenas de romanticismo feliz y somos dolorosamente conscientes del triste destino que les espera de manera irreversible. Y de que Irreversible es una película sobre muchas cosas: la inexorabilidad del tiempo, la crueldad, la tendencia natural de venganza, la hipocresía, el azar de la vida, la tristeza de la realidad cotidiana. A la gente buena le suceden algunas veces estas y otras cosas en la vida. Ya sería bonito que el mundo fuese un cuento de hadas que perpetuara nuestra necesidad de falsedad. Frente a esto, Irreversible desprende una filosofía demoledora y tremendamente nihilista. Tal como dice la película, en boca de Philippe Nahon: el tiempo, ese que todo lo destruye.

En el aspecto formal, la película emplea una serie de técnicas artísticas con el fin de provocar determinados efectos. En la escena del asesinato el sonido es exorbitantemente amplificado y se hace más repugnante por el violento y constante girar de la cámara. Cuanto oímos durante la primera hora también está medido para crear sensación de angustia en el espectador, utilizando un nivel de hercios específicamente diseñados para este fin. La elección de los colores rojo y blanco en los créditos de inicio alude a los contrastes dramáticos radicales del relato. Los contrastes de iluminación, que van del casi negro de los bajos fondos de París al blanco brillante de las escenas finales repletas de luz, pasando por el rojo de la violación, sirven al director para expresar el tono del metraje y la carga dramática en cada momento, al igual que los movimientos de cámara de 360º que vemos entre las escenas que sugieren, además del retroceso en el tiempo, la inevitabilidad de los acontecimientos que tienen lugar en la narración. La película termina con una serie de imágenes alternantes en blanco y negro que tienen un efecto hipnótico, con clara intención desorientadora en el trágico camino circular de la vida a la muerte. No traeré para esta sección ninguna de las dos escenas comentadas más arriba que han otorgado la fama, para bien o para mal, a Irreversible. Me parecen excesivas, sobre todo contempladas en un contexto aislado para quien no haya visto todavía la película. Hay que llegar al final para entender todo su significado. Me quedaré con la secuencia del metro de París, camino de la fiesta, la penúltima, que no desvela ninguno de los secretos del film. Es uno de los trece planos secuencia con los que está montada la película y refleja bastante bien la relación que existe entre los tres protagonistas.

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