Árboles quemados, personas a la deriva en el mar… son cientos, demasiados, ni una sola debemos tolerar.
Pero alcemos la mirada más allá del horizonte, que los árboles plantados en medio no nos impidan ver el bosque que arde y muere en el desierto infernal.
Detrás quedan los miles de migrantes que se traga el desierto, que mueren engullidos en su propio continente, en silencio, sin remover conciencias ni hacernos mover un dedo. Esos no interesan, Esos no los vemos como amenaza.